William McKinley, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1897 y 1901
William McKinley nació
el 29 de enero de 1843, en Niles (estado de Ohio). Miembro de una
familia metodista, hijo de un fundidor de hierro, con nueve años su familia se
trasladó a la pequeña localidad de Poland, también en el estado de Ohio, donde
cursó estudios en el Allegheny School, que era una entidad religiosa
privada, en la que estuvo un año. Al estallar la Guerra de Secesión, se
alistó como voluntario en el ejército de la Unión, en el 23º Regimiento de
Ohio, donde sirvió bajo las órdenes del futuro presidente Rutherford B. Hayes, que le
hizo su ayudante de campo, ascendiéndole al grado de mayor, además de
introducirle en el mundo de la política, por lo que se convirtió en seguidor de
los proyectos políticos de éste.
Acabada la guerra, McKinley acabó la carrera de Derecho
en la Universidad de Albany (estado de Nueva York), estableciendo, el
año 1867, su propio bufete en Canton, en el estado de Ohio, donde, gracias a
sus cualidades oratorias, se convirtió en una pieza clave en la campaña de Hayes
para gobernador del estado. Fue nombrado procurador del condado de Canton, en
1869, y convencido por los miembros locales del Partido Republicano, abandonó
la abogacía para dedicarse por entero a la política. El año 1877, fue elegido
miembro de la Cámara de Representantes en Washington por el estado de Ohio,
puesto que ocupó hasta el año 1890. Durante su etapa como congresista, reforzó
su influencia dentro del partido gracias a su apoyo incondicional a la subida
de los aranceles aduaneros como medida de protección contra la competencia de
los productos extranjeros.
Protegido por el poderoso grupo
de industriales y financieros del norte, que lideraba el magnate del hierro
Mark Hanna, uno de los pesos pesados del republicanismo, McKinley logró que el
Congreso aprobase la ley que llevaba su nombre, Ley McKinley, promulgada
el 1 de noviembre de 1890, en virtud de la cual se aumentaron considerablemente
las tarifas aduaneras para un buen número de productos extranjeros, sobre todo
aquellos que pudieran perjudicar los intereses de los lobbies financieros e
industriales del país. Gracias a esa medida, los productos franceses y
británicos sufrieron un fuerte retroceso en el país. Pero la ley afectó más a
la clase media y trabajadora de agricultores y comerciantes, en especial, a los
estados agrícolas sureños, lo que provocó la caída en picado de su popularidad
y la pérdida de su escaño en el Congreso en las elecciones de ese mismo año. A pesar del revés, el lobby de Hanna siguió protegiendo su carrera
política, y el año 1892, consiguió ser elegido gobernador de Ohio, cargo
en el que permaneció hasta 1896, año en el que, la Convención Nacional del
Partido Republicano, celebrada en St. Louis (estado de Missouri), le
postuló como candidato presidencial para enfrentarse el demócrata William J.
Bryan. Durante la campaña presidencial, McKinley siguió contando con el apoyo
de Hanna y de toda la maquinaria electoral del partido. Defendió la subida de
los aranceles como medio de protección a las empresas y al mercado de trabajo
frente a las importaciones extranjeras, asunto de especial relieve en un
momento en que los Estados Unidos acababan de iniciar la segunda y definitiva
fase de su proceso de industrialización. También defendió la preeminencia del
patrón oro en contra de lo postulado por su oponente Bryan, el cual abogaba por
la acuñación ilimitada de monedas de plata, lo que habría incrementado la
inflación de la economía del país.
Tras una abrumadora victoria sobre su oponente, el 4 de
marzo de 1897 McKinley fue investido presidente de los Estados Unidos de
América, lo que no impidió que su elección fuera puesta en dudas por las
fuerzas demócratas, que acusaron al Partido Republicano de comprar los
votos en gran parte de los estados. Con la mayoría republicana en
ambas Cámaras del Congreso, le fue fácil lograr la aprobación, en 1897,
de otra tarifa proteccionista aún más dura que la del año 1890, y otra ley que
reforzaba el Patrón oro, en 1900, con la que logró aumentar la confianza en los
medios empresariales del país para que invirtieran en el proceso de
industrialización. Con dichas medidas, la economía del país se recuperó
espectacularmente de la profunda depresión que arrastraba desde la conclusión
de la Guerra Civil. A partir de ese momento, el éxito económico quedó
asociado al Partido Republicano, que logró mantenerse en el poder. La política interna de McKinley quedó relegada a un segundo plano a
causa de los problemas exteriores a raíz de la sublevación nacionalista cubana
contra el dominio de la Corona de España. Aunque McKinley se había declarado partidario
de la independencia de la isla, en su primer año en la Casa Blanca obvió el
problema. Pero cuando la revuelta brotó con más fuerza y amenazó, a principios
de 1898, la propia integridad territorial de Estados Unidos decidió intervenir,
presionado por los grupos financieros y especulativos estadounidenses con
intereses en la producción cubana de caña de azúcar y tabaco. Tras un tira y
afloja diplomático entre Madrid y Washington, en el que no faltaron las
amenazas de invasión por parte de Estados Unidos y ciertas notas de patriotismo
obsoleto por parte de las autoridades españolas, McKinley sugirió la compra de
Cuba en el Congreso, pero los senadores, encabezados por el propio secretario
de Guerra, Day, se negaron en redondo ya que Cuba podía caer en manos
estadounidense sin necesidad de gastarse un solo dólar.
La voladura del viejo destructor
estadounidense Maine,
el 15 de febrero de 1898, fondeado en el puerto de La Habana, sirvió de
pretexto a McKinley para desatar una guerra desigual entre ambos países. Como
consecuencia del enfrentamiento,
que duró tres meses, España acabó perdiendo sus últimas posesiones coloniales
de Ultramar: las islas de Guam, Puerto Rico, Hawai y Filipinas, en favor de los
Estados Unidos, además de la propia Cuba, ocupada formalmente por Estados
Unidos en 1889. A raíz de la enmienda Platt del año 1901, Estados Unidos
pasó a ejercer un protectorado sobre la isla. La guerra imperialista
desarrollada en el Caribe permitió a Estados Unidos iniciarse en la política
mundial como gran potencia, lo que suscitó una gran polémica dentro de los
círculos políticos del país al abandonarse la tradicional política neutral, que
el presidente James Monroe sancionó con la Doctrina
Monroe.
El año 1900, McKinley se presentó a la reelección presidencial aprovechando el período de prosperidad y bonanza económica por el que atravesaba el país. Nuevamente volvió a derrotar a su anterior oponente, Bryan, por un margen aún mayor que en las anteriores elecciones. Alarmado por el crecimiento y la influencia en la política nacional de los trust financieros, se propuso introducir una serie de cambios para limitar el campo de acción de estos gigantes financieros. Pero sus intenciones se vinieron truncadas cuando, en la presentación de dicho programa al calor de la Convención Panamericana de comercio desarrollada en Buffalo, fue disparado por el anarquista Leon Czolgosz. Llevado con urgencia al hospital más próximo, McKinley murió el 14 de septiembre de 1901. Tal como establecía la Constitución del país, el poder presidencial lo asumió el vicepresidente Theodore Roosevelt.
Bibliografía
- WikipediA,
CNN en español y Biografías MCN.
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Ramón Martín
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