La explosión en el Maine
El presidente McKinley presionó al gobierno español, quería que se aceptase su mediación entre los gobiernos de Cuba y España. El gobierno español comunicó al embajador estadounidense de la próxima sustitución de Weyler por el capitán general Ramón Blanco, con instrucciones de aplicar un régimen autonómico de amplia extensión. El cónsul norteamericano Fitzhugh Lee manifestó ante su gobierno que la opción autonómica ofrecida por el gobierno español no prosperaría. Que debía enviarse un acorazado a La Habana en previsión de ataques a estadounidenses y sus propiedades. Así a finales de enero llegó el Maine, buque de unas 6.700 toneladas de desplazamiento. En teoría en visita de cortesía, aunque no había sido invitado.
El 15 de febrero a las 21:45 horas explota y fallecen 226 hombres. Esta explosión facilitó a McKinley la adopción de medidas extremas. Solicitó del Congreso permiso para declarar la guerra a España, país que no deseaba la guerra y cuya dignidad imperial quedaría suprimida. El poder económico de España seguía siendo relevante en aquel momento. El valor internacional de mercado de la peseta superaba en mucho al dólar.
Es claro que el Gobierno de los Estados Unidos y toda su entramada administración, a partir de la polémica actuación del general Weyler y especialmente ante la tardía concesión de la autonomía a Cuba, intuían la inminencia de una guerra contra España; pero se precisaba un elemento impactante que aglutinara la opinión pública americana: ¿La voladura del Maine? La opinión actual, incluida la de intelectuales norteamericanos, es clara al respecto: "la extraña voladura del acorazado Maine, la noche del 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, fue probablemente preparada por los Estados Unidos en su desesperado propósito de participar en la guerra cubana en pro de sus muchos intereses en la isla, que la justificarían". La prensa alemana, incluso alguna inglesa, así lo consideraban. Era necesario un elemento justificador, que no retrasara por más tiempo la entrada de EE.UU. en la guerra, cuya tardanza creaba considerables pérdidas económicos a los intereses yanquis, y lo que es más contradictorio a los magnates españoles con intereses en Cuba.
Sigsbee, capitán de Maine, recibió el mensaje, próximo a Florida, para dirigirse hacia el puerto de La Habana, y cuyo contenido exacto nunca se ha conocido. Sin embargo no recibió el que había de remitir el cónsul Lee desde La Habana bajo la consigna "dos dólares", siendo este diplomático antiespañol el primer sorprendido. El crucero español Alfonso XII no sufrió apenas daños, sólo en la arboladura, los hubiera tenido de haber sido explosión externa, al igual que otro crucero español, El Legazpi o el propio Ciudad de Washington, buque también americano, anclado muy próximo. El oficial Wainwreigth estaba convencido de que fue un accidente, aunque más tarde rectificó e insistía en explosión exterior entre otras cosas para salvar su propia responsabilidad y sin embargo el cónsul Lee hablaba de un acto de "sabotaje". "Se intentó demostrar que el puerto de La Habana estaba minado", absurdo por la cantidad de barcos españoles que entraban o salían.
The Times imprimió en primeras páginas en letras destacadas estar asombrados de las mentiras que publicaba la prensa norteamericana, punto de vista coincidente con el resto de la prensa europea, y algunos rotativos yanquis se significaron contra el típico estilo de Hearst, o contra su persona.
El alférez Powelson, comisionado al respecto, dijo que fue una mina exterior, ya que la quilla estaba afectada hacia arriba, culpando a España o a agentes a su servicio, todo ello desvirtuado posteriormente. Repasemos algunos datos:
- La prensa europea estaba a favor de las tesis españolas.
- España no quería la guerra. Estados Unidos sí.
- La quilla doblada en V invertida, no es suficiente argumento, la explosión interior también pudo causar este efecto, como demostró en 1975, el Almirante Rickover, padre de los submarinos nucleares de EEUU. Se insiste en que la causa pudo proceder de explosión interior, combustión espontánea del carbón o incluso dinamita almacenada, puesto que en la armada americana existían numerosos precedentes.
- Que de haber sido una explosión externa hubiera producido daños más importantes en los buques apareados al Maine, entre ellos el Alfonso XII y el Ciudad de Washington. Hubieran aparecido numerosos peces muertos en aguas de la bahía por la onda expansiva directa, máxime cuando en aquellos momentos los peces, incluso de gran tamaño, entraban en la bahía para devorar los desechos de la ciudad y de los buques anclados.
En la investigación de 1911 y posteriormente en 1975 el Almirante Rickover, las cuadernas afectadas no coincidían. con el informe de 1898, oficial y que costó una guerra, pero sobre todo demostraba "que una fuente interna fue la causa de la explosión". La teoría de la mina española es por tanto absurda, porque sería el motivo deseado por EEUU para la Guerra, y que España sabía perdería. Que pudieran haber sido los propios rebeldes cubanos, teoría muy defendida en los EEUU, no deja de tener base razonable, si bien no olvidemos que los cubanos temían la intervención americana, tal vez más, que la de los propios españoles.
Son de suma importancia los informes del coronel José Paglieri de la Guardia Civil española y Jefe de la Policía de La Habana, así como los Inspectores Jefes de la Policía de Información, que apuntan posibilidades internas motivadas por accidente fortuito - eran frecuentes como queda dicho-. Pero también apuntaba el Jefe de La Policía habanera otras posibles causas, como la colocación de un artefacto explosivo dentro del barco, por persona de la misma tripulación o por persona visitante. Podemos conjeturar que:
a) La mina podía haber sido situada por España o agentes a su servicio en el fondeadero, antes de que el Maine entrara,
b) Colocada por elementos ultras españoles incontrolados enojados por la visita del buque,
c) Por rebeldes cubanos,
d) Por filibusteros mercenarios americanos o periodistas.
e) Pudo ser puesta "oficialmente" por los propios americanos, por igual argumento que en el apartado anterior, el más convincente para Paglieri.
He aquí las declaraciones de un marinero herido del Maine, recogidos en El Liberal, edición de Tenerife del día 7 de marzo, 1898, pág. 2. se lee: "Había sonado el toque de silencio, de pronto fueron derribados por una fuerte explosión que apagó el alumbrado eléctrico del buque. Se incorporó y salió por la toldilla comprobando que las llamas procedían de la proa. Salto al mar y al poco, otro espantoso, terrible ruido, que parecía iba a hacernos volar, y varios cuerpos que caían al agua".
Todas las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas para generar energía eléctrica, comunicando el incendio a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada en todo buque de guerra. No podemos descartar una previa explosión exterior inicial y con autoría humana, que provocó la siguiente y más grave en el pañol.
¿Pero quién? Sólo cuatro días antes el yate de Hearst de nombre "Bucanero", había permanecido muy próximo al Maine. Este elemento llegó a escribir en sus propios periódicos "Mi lema es que mientras otros hablan mi Journal actúa", y nunca dio razones convincentes de la presencia suya y de su yate tan próximo al barco siniestrado, al que hizo numerosas fotos antes de levantar anclas, sólo menos de cien horas antes de la voladura.
La versión americana explica: En los torpedos se habían efectuado limpieza la tarde anterior, pudiendo haber quedado mal colocados y en condiciones de un fácil y horroroso accidente. El propio comandante Sesbee en parte oficial dijo "que la opinión pública debe suspender todo juicio hasta conocer nuevos detalles". Según los informes el comandante estaba ausente del buque Sólo dos oficiales fallecieron de los 34 que componían la tripulación, formada además por 370 marineros, que dormían resultando un total de 300 los desaparecidos. Unos pocos oficiales de marina rechazaban el incidente como accidental, señalando las medidas preventivas de este tipo de buques, y por ello sugerían que un torpedo, mina, u otra máquina había sido embarcada por "visitantes" en el puerto de La Habana, es cierto que muchachas jóvenes cubanas frecuentaban el buque, o que pudo ser colocada en las carboneras cuando el barco repostó en Key West.
El tribunal adelantó cuatro posibilidades, para justificar que la explosión no fue un accidente. La primera es que el Gobierno español colocó la mina, pero este hecho perjudicaría a España en su intento para evitar la guerra. La segunda es que oficiales subalternos españoles cometieran el crimen a instigación de Weyler, ya sin mando, pero se hubiera sabido antes o después. Una tercera teoría sería la instigación de la prensa amarilla y del patrioterismo de Roosevelt, que incluso pagarían a agentes cubanos o a comandos para el sabotaje. Y existen otras especulaciones entre ellas las que manejan periodistas, el 15 de febrero de 1910, el Evening Bulletín de Filadelfia, en el 12 aniversario, concluye que el Maine fue volado por los insurrectos cubanos a fin de implicar a los Estados Unidos en la guerra, ya que su causa flojeaba y se perdería la independencia de Cuba.
España aceptó la guerra por dignidad y para salvar la Monarquía y el prestigio como potencia mundial, que aún era, a sabiendas que es una guerra perdida. Los norteamericanos llevaron así a cabo otro acto más de claro dominio imperialista a través de aquella política, mantenida hasta hoy. Lo ocurrido en febrero de 1898 ocasionó a España cuantiosas pérdidas en hombres, material y dinero. Debemos condenar a los EE.UU, por su abyecto proceder en incipiente imperialismo, y, por el contrario, ennoblecer la reacción laudatoria, consecuente y patriótica de España y de su gobierno liberal, a través de Sagasta y de la propia Reina Regente. No olvidemos que el propio presidente McKinley, inseguro por si las potencias europeas pudieran ser contrarias a las intervenciones de Estados Unidos en el Caribe, ofreció directamente a la Reina María Cristina la compra de la Isla de Cuba y Puerto Rico por TRESCIENTOS MILLONES DE DOLARES, reservando un millón para los intermediarios, operación no aceptada por prestigio, y sobre todo al temor que la situación pudiera derivar para la propia Monarquía y su previsible caída, ya afectada por partidos claramente republicanos, al igual que para el propio gobierno y status creado desde la Restauración.
Lo que sigue es lo que ha venido en llamarse "El desastre del 98". Derrotadas las dos flotas de la desvencijada escuadra española, enviadas al holocausto, en aras de aquellos acuerdos tomados con error, dejando desamparadas las costas de la propia península, Baleares y Canarias, las tropas americanas desembarcaron en Cuba, las semanas siguientes fueron angustiosas para el Gobierno de Madrid. Por otra parte se sospechaba de la existencia del plan de Roosevelt para atacar las costas españolas y ocupar las Islas Canarias por una flota norteamericana, que pudo ser abortada por la pronta intervención diplomática de los ingleses en defensa de sus intereses en estas Islas. Esto llegó a asustar a Madrid, puesto que perder estas posesiones hubiera significado la "derrota total".
La rendición de Santiago de Cuba, una vez sacrificada una escuadra, dio lugar a que el Almirante Cervera rindiera lo que quedaba del desastre, siendo ésta la señal esperada y deseada por el Gobierno de Madrid, para salir de aquella difícil situación y como así estaba tenía previsto. España decreta la suspensión de las garantías constitucionales el 14 de julio de aquel fatídico año, cuyo centenario tuvo lugar hace muy poco, y se dispuso a emprender las negociaciones para la paz.
Ramón Martín
Comentarios
Publicar un comentario