John Quincy Adams, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1825 y 1829
Nació el 11 de
julio de 1767, en Braintree, actual Quincy (estado de Massachusetts).
Primogénito de John Adams, al que acompañó en varias delegaciones
diplomáticas, desempeñando un papel fundamental como secretario de Estado del
presidente Monroe, destacando su intervención en la
formulación de la política exterior conocida como la Doctrina Monroe. Con
un padre que era uno de los principales líderes de las colonias rebeldes, y una
madre patriota y culta que influyó en su carácter y educación, pasó su primera
juventud en plena Guerra de la Independencia.
En 1778, con tan sólo once años,
acompañó a su padre en un importante viaje a París, cuyo objetivo era conseguir
ayuda para las colonias. Durante dos años estuvo estudiando en colegios de
París, La Haya y Londres, y en el año 1780, ingresó en la Universidad de
Leyden (Alemania). Gracias a esto, Adams, adquirió cultura, además de dominar
el francés y conocer la realidad política europea, con todo esto, el año 1781,
con catorce años, fue nombrado secretario privado de Francis Dana, primer
embajador estadounidense en San Petersburgo, Rusia. Al año siguiente se reunió
con su padre en Holanda. Antes de regresar a los Estados Unidos, participó
junto a su padre, como asesor, en las negociaciones de paz, que tuvieron lugar
en 1784, que pusieron fin a la Guerra de la Independencia. Por fin pudo
acabar sus estudios de Derecho en la Universidad de Harvard el año 1787,
entrando a trabajar en el bufete de Theophilus Parsons. Tres años más tarde abrió
su propio bufete en Boston. Comenzó a escribir artículos, con el
seudónimo Publicola, en los que atacó con dureza la postura que defendía
Thomas Paine relativa a los Derechos del Hombre. También defendía la
causa federalista y la política de neutralidad practicada por George Washington en el enfrentamiento
anglo-francés. Aquí, Washington se fijó en él y lo nombró, en mayo de 1794,
embajador plenipotenciario en Holanda. Debido a la ausencia del embajador en
Londres, Thomas Pinckney, se le hizo el encargo de ratificar con los británicos
la firma del Tratado de John Jay, suscrito en 1794. Gracias a su
excelente gestión, el presidente Washington lo nombró, en 1796, embajador en
Lisboa, de donde pasó, un año más tarde, a la embajada de Berlín, donde
contrajo matrimonio con Louisa Catherine Johnson, hija del cónsul
estadounidense en Londres, Joshua Johnson. También llevó a buen término la
firma de un tratado de amistad y comercio con el monarca prusiano Federico
Guillermo III. Cuando en noviembre de 1800, su padre perdió las elecciones
presidenciales frente a
Thomas Jefferson, fue reclamado a su país,
recalando en Boston a primeros de 1801, incorporándose a su bufete. Al año
siguiente, fue elegido miembro del Senado de Massachusetts por el Partido
Federalista y, dos años después, para el de Estados Unidos en Washington.
Aunque perteneciente al Partido
Federalista, siempre hizo gala de un alto grado de independencia, lo que le
llevó a apoyar una serie de medidas políticas desarrolladas por el republicano
Thomas Jefferson, como fue el caso de la compra de Luisiana y la guerra
comercial promovida contra Gran Bretaña, lo que le enfrentó con los miembros de
mayor peso del partido. Tras apoyar, en diciembre de 1807, la Ley de No
Importación, promovida por Jefferson, que prohibía todo tipo de actividad
comercial con Francia y Gran Bretaña, Adams fue expulsado del Partido
Federalista, tras lo cual abrazó la causa republicana. El nuevo presidente,
James Madison, volvió a confiar en él para
puestos diplomáticos de relevancia. En primer lugar, lo mandó a San
Petersburgo, donde permaneció hasta el año 1814, cuando fue puesto al frente de
la delegación estadounidense encargada de negociar con los británicos la paz en
el enfrentamiento entre ambos países, la cual se concretó en el Tratado de
Gante, de 24 de diciembre de 1814. Entre 1815 y 1817, fue nombrado
embajador en Londres, siguiendo los mismo pasos que su padre. En
el verano de 1817, regresó de Londres llamado por el nuevo presidente, James Monroe, quien le nombró secretario de Estado
(Asuntos Exteriores). Ambos compartían los mismos deseos expansionistas. Adams
fue aún más lejos, al ser uno de los primeros políticos en expresar la creencia
de que Estados Unidos debía poseer todo el continente norteamericano y mantener
una influencia decisiva sobre el resto de las naciones del Cono Sur. La primera
medida fue la firma con Gran Bretaña, del Tratado Rush-Bagot, en 1817,
por el que ambas naciones limitaron los barcos de guerra en la zona de los
Grandes Lagos, zona de continuas fricciones entre ambos países. Por medio de la
firma, en 188, del Tratado Transcontinental, Estados Unidos consiguió ser
reconocido por los británicos en sus derechos de pesca en las costas de
Terranova y en la península del Labrador, estableciéndose el paralelo 49 como
frontera septentrional y se llegó al acuerdo de una ocupación conjunta
angloestadounidense del territorio de Oregón, acuerdo que después se amplió
hasta el año 1846.
Pero, sin lugar a dudas, el
logro más espectacular de Adams como jefe de la diplomacia de su país fue la
adquisición de La Florida, en detrimento de la Corona de España. Utilizando
como excusa el hecho de que La Florida oriental se había convertido en un nido
de rebeldes y proscritos en contra del dominio de la Corona de España, Adams
mandó al general Andrew Jackson, a finales del año 1817, al frente de una
expedición de castigo contra los indios seminolas, a los que persiguió incluso
dentro del territorio español. Aprovechándose de la debilidad de España, en
pleno proceso independentista, Jackson llevó a cabo una ocupación militar en
toda regla de La Florida. El Gobierno español, no tuvo más remedio que vender
La Florida por un precio irrisorio de 5 millones de dólares a los Estados
Unidos, en virtud del Tratado Adams-Onís del año 1819. La
revuelta de las colonias españolas y la posibilidad, una vez formada la Santa
Alianza, entre Rusia, Prusia, Austria y Francia, de una intervención europea en
América para restaurar el statu quo, provocado por la Doctrina Monroe.
Después de que la Alianza hubiera sofocado ciertas aventuras liberales en
Italia y España, entre los años 1821 a 1823, en Estados Unidos corrieron rumores
de que la Alianza podía ayudar nuevamente a la Corona de España a recuperar su
antiguo imperio territorial, incluyendo La Florida, temor fue en aumento cuando
Rusia extendió sus límites territoriales en Alaska hacia el sur, ocupando zonas
de Oregón y reclamando la costa occidental de Norteamérica como posibles
territorios colonizables. John Quincy Adams convenció al presidente Monroe para
adoptar una postura firme ante cualquier tipo de injerencia extranjera. El 2 de
diciembre de 1823, Monroe expuso en el Congreso la política exterior (América
para los americanos). La Doctrina Monroe fue recibida con entusiasmo por
todos, y se convirtió en algo tan sagrado e incuestionable como la propia
Constitución. Adams logró su objetivo al asegurarse la promesa rusa de no
traspasar los 54º 40´de latitud norte, aunque fracasó en su intento por
expulsar a los británicos de la zona del río Columbia.
En la Convención Nacional del Partido Republicano del
año 1824, las diferentes facciones existentes en el partido fueron
incapaces de ponerse de acuerdo para elegir un candidato, lo que provocó la
designación de dos candidatos: la del propio Adams, elegido en Boston; y la del
secretario del Tesoro, William H. Crawford, designado en Georgia. Pero todavía
se unieron dos candidaturas más: la de Henry Clay, portavoz de la Cámara de
Representantes, y la del general Andrew Jackson. Las elecciones no
proporcionaron la necesaria mayoría a ningún candidato, pero Henry Clay, que
fue el candidato que menor número de votos consiguió, pactó su apoyo a la
candidatura de Adams, a condición de ser nombrado secretario de Estado, si éste
conseguía la presidencia. Adams cumplió su promesa, por lo que fue duramente
criticado por los seguidores de Jackson, a lo largo de su administración, ya
que fue la candidatura que más votos sacó. A consecuencia de dicho enfrentamiento,
dentro del partido, se crearon dos alas opuestas: la de Adams y Clay, conocida
como de los republicanos nacionalistas, y la de Jackson, la de los republicanos
demócratas, la cual acabó encuadrándose en un nuevo partido el Partido
Demócrata. Con todo esto, y a pesar de su capacidad para gobernar, la
presidencia de Adams se convirtió en un largo camio de frustraciones y estériles
medidas, debido a la continua oposición de los seguidores de Jackson, que
gozaban de franca mayoría en el Congreso. El plan de construcción de carreteras
y canales, el respaldo a la agricultura, comercio y manufacturas, el fomento de
las ciencias y artes y la construcción de universidades nacionales pudo llevarse
tras una ardua batalla con el Congreso. Sus propuestas para crear un ministerio
de Interior fueron un fracaso, al igual que su continuas peticiones para
industrializar el país. Adams también se ganó la repulsa de los estados sureños,
puesto que se negó a firmar un tratado, fraudulento, que despojaba a los indios
creek de sus tierras de Georgia. Defensor, a ultranza, del proteccionismo
económico, el año 1828 firmó la Ley de Aduanas, por la que se aumentaban
los derechos de importación y se protegía la producción lanera del Norte en
detrimento de los estados del Sur.
Demasiado aristocrático, se negó
a utilizar la presidencia para crear un grupo de partidarios a su alrededor, lo
que posibilitó a los jacksonianos organizarse para hacerle frente en las
próximas elecciones presidenciales del año 1828, en la que Adams fue derrotado
por la candidatura demócrata de Jackson, por 178 votos frente a 83. Acusado por
sus enemigos de corrupto, se retiró a su casa de Quincy, hasta el año 1831; año
en que volvió a ser elegido miembro de la Cámara de Representantes.
Cargo que ocupó hasta el 21 de febrero de 1848, fecha de su muerte a
consecuencia de un ataque de apoplejía sufrido en la misma Cámara.
En su última etapa de
congresista, Adams se significó por su encendida defensa para la abolición de
la esclavitud en todos los estados de la Unión, demostrando una vez más el alto
grado de libertad e individualismo que poseía en cuestiones políticas, aun
yendo en contra de su propio partido.
Bibliografía: mcnbiografias.com y WikipediA
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Ramón Martín
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