Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1801 y 1809
Thomas Jefferson nació el 13 de abril de 1743, en su
residencia de Monticello en Shadwell (Virginia). Miembro de una familia
terrateniente, era el mayor de 10 hermanos. Su padre, Peter Jefferson, poseía una
gran posesión, con cerca de 200 esclavos. Thomas, se educó con preceptores
religiosos que le inculcaron un interés por la Botánica, la Geología, la
Cartografía y el Griego y Latín. A los 17 años, marchó a completar sus estudios
al William and Mary College, después, se interesó por la abogacía, graduándose
en 1767, iniciando una prometedora carrera. En esa época, tomó contacto con las
ideas filosóficas ilustradas de franceses e ingleses, compaginando su profesión
de abogado con sus ideales filosóficos, y así se convirtió en un defensor a
ultranza de la libertad contra la tiranía británica.
Su carrera política se
desarrolló paralelamente a la Revolución Americana, y el año 1769 fue
elegido miembro de la Asamblea de Ciudadanos de Virginia, cargo que
ocupó hasta 1774, compaginando su ocupación política con una de sus grandes
pasiones, la arquitectura. El año 1772, Jefferson contrajo matrimonio con la
rica viuda Martha Wales Skelton. Dos años después escribió su ensayo Summary
view of the rights of British America, en el que expuso los derechos de los
colonos al autogobierno ya que estos no llegaron a América como agentes del
Gobierno británico, sino como individuos particulares; muchas de las opiniones plasmadas
en el ensayo, fueron plasmadas después en la Declaración de Independencia.
Ese mismo año, acudió al Primer Congreso de Filadelfia. En el, los
representantes de las trece colonias promovieron el movimiento independentista.
Jefferson fue elegido presidente de la comisión que habría de encargarse del
borrador de la Declaración de Independencia; que sería redactada en julio
y leída en el Segundo Congreso de Filadelfia, celebrado el año 1776.
El año 1777, una vez rotos los
vínculos políticos con la metrópoli, Jefferson regresó a Virginia para
participar en la elaboración de la constitución del estado, en la introdujo la
derogación de la primogenitura y el derecho de vinculación, suprimiendo así, los
dos mayores obstáculos al derecho de la propiedad privada. Otros de sus logros
legislativos fueron: la separación de poderes entre la Iglesia y el Estado; la
implantación, a nivel estatal, de una política de enseñanza pública; y el
estatuto para la libertad de culto, por el que se prohibía al Estado financiar
cualquier tipo de organización religiosa. Fue nombrado gobernador de Virginia,
entre 1779 y 1781, y tras dejar el cargo se retiró a su posesión de Monticello,
donde se dedicó a escribir, a lo largo de 1782, su obra Notes on
Virginia, en la que plasmaría una serie de apuntes sobre la vida social,
política y económica de Virginia en el siglo XVIII. Tras morir su mujer ese
mismo año, regresó al Congreso como representante de Virginia, redactando
documentos oficiales de importancia, entre los que destacaron la nominación del
dólar como moneda nacional, que estaría sujeto al sistema decimal, y la
Ordenanza de 1784, por la que se organizaban al oeste de los Apalaches una
serie de territorios que pronto pasarían a formar parte de los estados de la
Unión. En el año 1785, fue nombrado embajador en Francia sustituyendo a Benjamín
Franklin; donde permaneció durante cuatro años. En París, fue testigo de
excepción del estallido de la Revolución Francesa, acogiendo con
entusiasmo las ideas del primer período revolucionario francés, las cuales coincidían
con sus ideales políticos. Su estancia en Francia cristalizó en una sincera
amistad hacia el país, que, posteriormente le haría enfrentarse con otro gran
peso pesado de la política estadounidense, el líder del Partido Federalista Alexander
Hamilton.
De regreso a su país, se declaró
partidario a los acuerdos que habían sido adoptados en su ausencia por el Congreso
de Filadelfia; en el que se nombró primer presidente de la República
Federal de los Estados Unidos de América a George Washington, el cual, a su vez nombró a
Thomas Jefferson secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores). En su
nuevo puesto, no tardó mucho en enfrentarse con Alexander Hamilton, secretario
del Tesoro, lo que provocó que Jefferson comenzase a desarrollar un nuevo
partido en torno suyo, nos referimos al Partido Demócrata-republicano,
integrado por granjeros y propietarios de tierras, frente al Partido
Federalista, que, liderado por Alexander Hamilton, estaba compuesto en su
mayoría por banqueros e industriales. Este último pretendía ampliar los poderes
del Gobierno Central en detrimento de la autonomía de los estados, además de crear
una banca capaz de controlar la economía del país. Para conseguirlo, era
necesario industrializar el país, establecer elevados aranceles y atraer al
proyecto a las clases más ricas. Jefferson, fiel a sus ideales fisiocráticos,
concedía a la agricultura todas las virtudes y la única fuente real de
producción y riquezas. En su opinión, Estados Unidos debía seguir siendo una
nación agraria, basada en pequeños granjeros independientes.
Al estallar, en 1792, la guerra
entre Francia y Gran Bretaña, Jefferson se posicionó a favor de Francia,
estableciendo restricciones al comercio británico. Pero, con la mediación de
Hamilton, el presidente Washington se inclinó por la neutralidad. Molesto por
la crecientes muestras de amistad del Gobierno con Gran Bretaña, y por las políticas
promovidas por el secretario del Tesoro, presentó la dimisión. Acabando por formar,
junto con James Madison,
el Partido Republicano, con el que comenzó a posicionarse, políticamente,
frente al Gobierno federalista. Durante las elecciones presidenciales
del año 1796, Jefferson perdió la presidencia por tan sólo dos votos de
diferencia ante su oponente, el también federalista John Adams. Pero, de acuerdo al sistema
electoral vigente en esa época, éste ocupó la vicepresidencia al ser la segunda
fuerza política más votada. Fue la primera y única vez que un presidente
estadounidense gobernó con un vicepresidente que no era de su partido. Pero,
como era de esperar, el conflicto entre ambos no tardó en estallar, habida
cuenta de los diferentes intereses y conceptos políticos que defendían. Debido
a su débil posición dentro del nuevo Gobierno —totalmente dominado por los
federalistas—, Jefferson se vio obligado a pasar a un segundo plano. Durante
ese período, observó el ascenso federalista y la utilización que éstos hacían
del sentimiento antifrancés para crear un ejército permanente, y, lo que era
aún más grave, la aprobación de la Ley de Extranjeros y Sediciosos, por
la que el Gobierno podía restringir la entrada de extranjeros, sobre todo
franceses, en el país, que eran proclives al voto republicano, y detener y
expulsar a todo aquel que injuriase o lanzara falsas acusaciones contra
miembros del Gobierno o de la Administración. Tanto Jefferson como su compañero
de escaño en el Senado, James Madison, denunciaron la inconstitucionalidad de
dicha ley, lo que les otorgó un papel de baluartes en la defensa de los
derechos individuales y de la autonomía de los estados frente al poder del
Gobierno federal.
En las elecciones presidenciales
del año 1800, Jefferson y su oponente, el republicano Aaron Burr, obtuvieron
igual número de votos, por lo que la elección de presidente se resolvió
mediante votación por la Cámara de Representantes, la cual, tras 36
votaciones, acabó eligiendo como presidente a Thomas Jefferson. Desde su cargo,
hubo de enfrentarse a la oposición federalista y a un gran sector de su propio
partido. Decidido a imprimir sencillez a su presidencia, eliminó el boato
federalista y las ceremonias adoptadas de las cortes reales: estableció la sede
del Gobierno en la recién creada ciudad de Washington D.C (Distrito de
Columbia), eliminó el mensaje presidencial sustituyéndolo por un discurso,
redujo los quehaceres del Congreso a sesiones de tres a cinco meses de
duración, impuso la política de partidos y reprimió considerablemente los
gastos del ejército y la marina. Pero, sin duda, los dos mayores aciertos del
primer período presidencial fueron: la compra a Francia, el 30 de abril de
1803, de los territorios del Oeste comprendidos en la Luisiana y la expedición
a las tierras situadas al Oeste del río Mississippi que encomendó a los
exploradores Lewis y Clark, gracias a la cual, se pudieron establecer
relaciones pacíficas con las tribus autóctonas de la región, además de obtener
datos científicos de gran interés, a la par que se abrió una ruta de migración
de un buen número de colonos que empezaron a ganar territorios para la Unión.
En el año 1804, Jefferson volvió
a ser reelegido presidente. Su segundo mandato estuvo marcado por el conflicto
europeo, lo que perjudicaba seriamente a la economía de los Estados Unidos;
Jefferson, en un intento de proteger la independencia del país y mantener la
diplomacia estadounidense lo más flexible posible, sin tener que adquirir
ningún compromiso con ninguno de los contendientes, tuvo que seguir manteniendo,
muy a su pesar, la política neutral de sus predecesores. En vista de que los
británicos no respetaban la neutralidad estadounidense, ya que patrullaban las
costas norteamericanas e interceptaban los navíos estadounidenses en busca de
contrabando y desertores, Jefferson se decidió por la vía de la coacción
pacífica, y dictó, el año 1807, la Ley del Embargo, por la que se
prohibía a todo barco estadounidense comerciar con cualquier país extranjero. Esto
supuso un terrible golpe al comercio estadounidense, levantando una oleada de
indignación en todas las capas sociales del país. Fue atacado violentamente en
el Congreso, hasta tal punto que, pocos días antes de que tomase posesión del
cargo presidencial el nuevo presidente electo, James Madison, fue forzado a
firmar la derogación de la ley. Paradójicamente, esta maniobra política de
Jefferson sirvió para que Nueva Inglaterra, dedicada desde siempre a las
actividades comerciales marítimas con el extranjero, tuviera que acometer una
nueva dirección económica: el capital, antes invertido en el comercio
extranjero, se aplicó en levantar fábricas y acerías que dieron comienzo al
proceso de industrialización de los Estados Unidos, tal como pretendía su gran
enemigo político Alexander Hamilton.
Tras finalizar su segundo
mandato, el 3 de marzo de 1809, Jefferson se retiró a su casa de Monticello,
donde se dedicó a otro de sus grandes empeños, la fundación de la Universidad
de Virginia. Hombre polifacético —encarnación perfecta de la élite
estadounidense de su época—, se negó a liberar a sus esclavos y se mantuvo
siempre en desacuerdo con las ideas abolicionistas, lo que le supuso caer en la
más absoluta contradicción, ya que, siempre, se consideró defensor de la
dignidad humana. Desde su retiro de Monticello no dejó de dar consejos a los
presidentes James Madison y James Monroe, hasta el mismo día de su muerte, acaecida el día 4 de julio de
1826, aniversario de la Declaración de Independencia que él mismo se encargó de
elaborar.
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