La primera Restauración de los borbones en España
Al
hablar de la primera Restauración de los borbones en España nos referimos al periodo
comprendido entre el 29 de diciembre de
1874, con la proclamación en Sagunto de Alfonso
XII
por parte del general Arsenio
Martínez Campos,
y el 14 de abril de 1931 con la abdicación y salida desde Cartagena hacia
Marsella, en su camino hacia París, de su hijo Alfonso
XIII.
La
situación del país durante el Sexenio Democrático (1868-1874), se caracterizó
por el destronamiento, en 1868, de la reina Isabel II, el nombramiento,
en 1871 de Amadeo de
Saboya
como rey constitucional y la proclamación de la Primera
República en
1873. El pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos puso
fin a la Primera República y permitió la restauración borbónica que puso en el
trono de España a Alfonso XII. En la Restauración borbónica podemos distinguir
tres etapas:
-
El
reinado de Alfonso XII
-
La
regencia de la reina María
Cristina
-
El
reinado de Alfonso XIII
Durante
estas tres etapas, se gobierna basándose en la Constitución
de 1876
y el sistema de alternancia de los partidos gobernantes que ha sido impuesto
por don Antonio
Cánovas del Castillo.
Se puede decir que, el sistema político de la Restauración estuvo fuertemente
ligado a la figura del dirigente de Unión Liberal, Antonio Cánovas del
Castillo, ya que él fue el artífice de la vuelta al trono de los Borbones y,
además, buscó el consenso entre todas las fuerzas liberales para sostener el
régimen recién instaurado. Cánovas era contrario al sufragio universal,
defendiendo el sufragio censitario. Así mismo apoyaba la idea,
compartida por los políticos moderados, de que la soberanía debía ser
compartida entre el rey y las Cortes; en un punto intermedio entre el Antiguo
Régimen y la monarquía democrática de la Constitución
de 1869,
aunque, a diferencia de los moderados, Cánovas consideraba que era necesario
renovar el programa de los políticos moderados, lo que plasmó en las siguientes
proposiciones:
·
Alfonso
XII debía reemplazar a la impopular Isabel II, consiguiendo que renunciara a
sus derechos al trono en 1870, cuando ya se encontraba exiliada desde 1868.
·
Era
necesario acabar con las continuas intervenciones en política, por parte del ejército.
·
Era
preciso instaurar un sistema bipartidista que, basado en dos partidos
burgueses, estos se fueran turnando, de forma pacífica, en el poder. Estos dos
partidos serían: el Partido Conservador, creado por el mismo
Cánovas, sustituyendo al Partido Moderado y el Partido Liberal, dirigido
por el político progresista Práxedes
Mateo-Sagasta,
heredero de los ideales de la Constitución de 1869.
A la
Restauración se la dotó de una nueva Constitución, que bebía en las fuentes de
la Constitución
moderada de 1845,
esta fue la Constitución de 1876, que fue redactada por unas Cortes Constituyentes
con mayoría canovista, sobre un anteproyecto redactado por Manuel Alonso
Martínez, aunque su verdadero inspirador fue el propio Cánovas.
Además de esta nueva Constitución, Cánovas puso en funcionamiento un sistema
basado en el turno pacífico de dos partidos en el poder: el Partido Conservador
y el Partido Liberal. Este sistema puso fin, durante un tiempo, a los
pronunciamientos militares; aunque también mantuvo apartadas del poder a las
fuerzas de izquierda, al movimiento obrero y a los regionalismos y
nacionalismos. Estos turnos no expresaban la voluntad de los electores, pues
eran el resultado de los pactos habidos entre los dirigentes de dichos
partidos. Una vez acordado cual sería el partido del siguiente turno, se
procedía de la siguiente manera:
-
En
primer lugar, el rey nombraba al nuevo jefe de Gobierno, otorgándole el decreto
de disolución de Cortes
-
A
continuación, el nuevo gobierno convocaba unas elecciones adulteradas en las
que se obtenían los resultados mediante la asignación previa de escaños para
que el partido que debía acceder al poder consiguiera la mayoría.
El turno de partidos se consolidó durante
la regencia de la reina doña María Cristina de Habsburgo, tras la muerte del
rey Alfonso XII en 1885, y que duraría hasta que, en 1902, su hijo, Alfonso
XIII, alcanzó la mayoría de edad. En 1885, al morir Alfonso XII, Cánovas y
Sagasta reafirmaron el funcionamiento del sistema de turno en el denominado Pacto
del Pardo. Se da el caso que durante el “gobierno largo” de Sagasta
(1885-1890) se aprobaron diversas reformas políticas: En 1887, las libertades
de cátedra, asociación y prensa, lo que implicaba la eliminación de la censura;
y en 1890, el sufragio universal masculino. Sin embargo, el sistema de turno
siguió basándose en la adulteración de las elecciones, aunque el sufragio
universal masculino permitió que los republicanos obtuvieran algunos diputados
en las ciudades, donde no funcionaba el caciquismo.
¿Pero en qué consistía el caciquismo?
El
fraude electoral del sistema de turno se producía en un país mayoritariamente agrario.
Los caciques eran los encargados de llevar a la práctica los resultados
electorales acordados por los líderes de los partidos. Solían ser personas
ricas e influyentes de la España rural, los cuales seguían las instrucciones
del gobernador civil de cada provincia. Los métodos empleados fueron muy
variados: violencia, amenazas, cambio de votos por favores o trampas y
manipulaciones (“pucherazo”).
Desde un primer momento fueron varios los
grupos que se opusieron a la Restauración: carlistas, partidos republicanos,
movimientos obreros, anarquistas, socialistas, intelectuales, regionalistas y
nacionalistas. Estos últimos habian ido adquiriendo bastante fuerza desde
finales del siglo XIX, principalmente en Cataluña y País Vasco, cuestionando la
existencia de una única nación española. Oscilando entre el autonomismo y el
independentismo o separatismo.
En Cataluña, el
nacionalismo cobró vigor entre la burguesía, que, en ese momento, estaba
protagonizando una Revolución Industrial. Mientras que, la clase obrera se
identificaba más con el anarquismo.
Mientras que, en el
País Vasco, la burguesía vizcaína, enriquecida por la naciente Revolución Industrial,
dio impulso al nacionalismo vasco, que se fue extendiendo mayoritariamente entre
la pequeña y mediana burguesía, así como en el mundo rural. La gran burguesía
industrial y financiera se distanció del nacionalismo y el proletariado urbano
se vinculó mayoritariamente al socialismo.
Tras la independencia de la mayor parte de
los territorios del Imperio español a inicios del siglo XIX, solo se
mantenían las islas de Cuba y Puerto Rico y el archipiélago de las Filipinas. Cuba
y Puerto Rico eran muy lucrativas para España. Mientras que Cuba era la primera
productora de azúcar del mundo y las leyes arancelarias impuestas por el
gobierno español convirtieron estos territorios en un mercado cautivo de los
textiles catalanes y las harinas castellanas; En Filipinas, la población
española era escasa y con pocos capitales invertidos, por lo que, el dominio
español se sustentaba en una pequeña presencia militar y en el poder de las
órdenes religiosas.
La
Guerra Larga con Cuba (1868-1878) concluyó en la Paz de Zanjón, que
supuso un primer aviso de las aspiraciones independentistas cubanas. José Rizal
en Filipinas y José Martí en Cuba se erigieron como figuras del nacionalismo
independentista filipino y cubano.
En 1895 estallaron nuevas insurrecciones
independentistas en Filipinas y Cuba que condujeron a una guerra que
provocó que miles de soldados, mayormente procedentes de las clases más
humildes de España fueran embarcados hacia esas islas. Es entonces cuando surge
la intervención de los estadounidenses en Cuba. Estos tenía dos razones para
dicha intervención: de un lado los Intereses Económicos, y del otro los
Intereses Geoestratégicos. España tuvo que firmar la Paz de París de 1898,
mediante la cual cedió a Estados Unidos la isla de Puerto Rico, Filipinas y la
isla de Guam, mientras que Cuba alcanzaba la independencia bajo la protección
estadounidense.
La pérdida de estas
últimas colonias fue identificada en nuestro país como “El Desastre del
98”. Los gobiernos de la Restauración fueron acusados como responsables
de provocar la muerte de 50.000 españoles. Además, provocó una profunda crisis que
marcó la obra crítica de los autores de la generación del 98, así como
una mayor presencia de los nacionalismos periféricos.
Alfonso XIII fue el último rey de la Restauración.
Cuando alcanzó la mayoría de edad en 1902 y asumió el trono de España, continuó
vigente la Constitución de 1876 y el sistema de turno para la alternancia en el
gobierno. Sin embargo, fueron creciendo las reclamaciones del movimiento
obrero, la agitación política y los cuestionamientos al régimen de la
Restauración. Tras los nuevos desastres en el norte de África, consecuencia de
un imperialismo decadente que trajeron ruina y muerte, en 1923, don Miguel
Primo de Rivera
dio un golpe de Estado que instauró una dictadura, contando con la aprobación
del rey y que suspendía la Constitución. La dictadura cayó en 1930, al
perder Primo de Rivera sus apoyos políticos, y en abril de 1931 unas elecciones
municipales dieron el triunfo a republicanos y socialistas. Esta situación
provocó el exilio de Alfonso XIII, la proclamación de la Segunda
República
y el fin de la Restauración.
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Ramón
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