Santiago Carrillo Solares
Nace Santiago
el 18 de enero de 1915, en la ciudad de Gijón. A los nueve años, al adquirir su
padre Wenceslao Carrillo Alonso la condición de dirigente del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), y de la Unión General de Trabajadores
(UGT), la familia se traslada a Madrid. La política desarrollada por su padre
influye notoriamente en su formación, y pronto Santiago ocupa puestos entre
los dirigentes de las Juventudes Socialistas, desde donde impulso la
radicalización del PSOE. Radicalización que se acentúa en 1934, año en que
el PSOE y la UGT, perdidas las elecciones generales, declaraban caducada la
República del 14 de abril y declaraban la implantación de la república
proletaria mediante la toma revolucionaria del poder.
Con 19 años, Carrillo, es elegido Secretario
General de las Juventudes Socialistas en el V Congreso Nacional, celebrado en abril
de 1934. Este cargo implica formar parte del Comité director, y en compañía de PRIETO
y LARGO
CABALLERO, junto a dirigentes anarquistas, promovió la huelga general
revolucionaria de octubre de 1934, siendo detenido, por lo que permaneció en
prisión hasta febrero de 1936. Tras una breve acercamiento a la línea de Trotski,
Carrillo y sus compañeros, todos integrantes de núcleo de LARGO
CABALLERO, inician a partir del otoño de 1935, cada vez más, a la Komintern.
Tras la victoria del Frente Popular, abandona la prisión y se traslada a Moscú
en marzo de 1936. Allí se transformó en un ferviente estalinista negociando con
Manuilski y Dimitrov la fusión de las Juventudes Socialistas y Comunistas.
El levantamiento militar del 18 de julio de 1936
proporcionó al largocaballerismo, una ocasión ideal para liquidar, por vía
revolucionaria, la República del 14 de abril. Ese proceso no impidió el avance
de los militares. La revolución socialista se encontraba al borde del colapso.
La gravedad de la situación impulsó a Carrillo a ingresar en el Partido
Comunista de España (PCE). Se convierte en un firme defensor de la
intervención soviética en España y que la Komintern ensayara en España la democracia
popular, conteniendo el radicalismo, mantuviera la resistencia del Frente
Popular y se atrajera el apoyo de las democracias occidentales.
Tras huir el Gobierno republicano a Valencia el 6
de noviembre, como consejero de Orden Público en la Junta de Defensa que se
hizo cargo del poder en la capital, aplicó una política de terror
revolucionario. La llegada de los primeros consejeros soviéticos, junto con la
creciente influencia de los comunistas en los asuntos militares y policiales, Carrillo
nunca asumió su responsabilidad en estas matanzas, aunque si ratificó su total
identificación con las políticas de terror en marzo de 1937, en su
intervención ante el Pleno del Comité Central del PCE, donde intervino como Secretario
General de las Juventudes Socialistas, donde también abogó por perseguir al Partido
Obrero de Unificación Marxista (POUM) y a los “trotskistas”, en plena
sintonía con los procesos de Moscú.
Tras caer Barcelona, abandonó España. Era miembro
suplente del buró político del PCE, contaba veinticuatro años y su exilio iba a
durar treinta y siete. Hizo pública una carta dirigida a su padre, Wenceslao, defensor
del golpe del coronel CASADO,
donde le acusó de haber traicionado a su clase “de la manera más vil”, en
compañía de fascistas, besteiristas, caballeristas, anarquistas y trotskistas,
al tiempo que declaraba su orgullo y amor ilimitados hacia el comunismo, la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Stalin. El pacto
germano-soviético de agosto, es asumido, sin reservas, por el PCE, por lo que Carrillo
y la dirección comunista tuvieron que abandonar suelo francés.
Tras el suicidio de JOSÉ DÍAZ, apoyó el paso de DOLORES IBÁRRURI al puesto de Secretaria General, apoyo que le supuso su integración en
la dirección permanente del PCE, desde donde se encargó de la organización
del trabajo clandestino en el interior de España. Tras el ataque de Hitler a
Rusia, organizó operaciones de guerrilleros en la Península, que fracasaron.
También resultaron inútiles los intentos de aprovechar la victoria aliada para
derrocar a FRANCO
y restaurar la Segunda República. Stalin descartó el derrocamiento del
franquismo por las armas. En una reunión -secreta durante muchos años-, con la
dirección comunista en Moscú, manifestó la necesidad de un trabajo clandestino
a largo plazo “para ganarse a las masas”, principalmente en el interior de los
sindicatos verticales organizados por la dictadura.
El ingreso de España en la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), junto con los cambios que promovía Jrushchov desde
el XX Congreso del PCUS, determinó a Carrillo a hacerse con la Secretaría
General del PCE. Dueño del partido, elaboró, junto con Fernando Claudín y
Jorge Semprún, la nueva línea política de reconciliación nacional entre
vencedores y vencidos de la Guerra Civil, que convertía la democracia en el
objetivo con el que dicha reconciliación culminaría.
Su dependencia de la URSS se pusieron de
manifiesto en reiteradas ocasiones. Por otra parte, la influencia del PCE sobre
la opinión pública española seguía siendo muy limitada, lo que se pondría de
manifiesto con el fracaso de la huelga convocada por los comunistas para mayo
de 1959. Aun así, el VI Congreso del PCE, celebrado clandestinamente en 1960,
revalidó la política de reconciliación y la huelga nacionales como medio de
acabar con la dictadura. Carrillo, a sus cuarenta y cinco años, vio
ratificado su paso a la Secretaría General.
Durante 1962 comienzan las discrepancias entre
Carrillo y Claudín, Semprún y Javier Pradera, por el modo de interpretar las transformaciones
que estaban teniendo lugar en España. Tras estéril debate, tuvo lugar el
desenlace en marzo de 1964. Carrillo rechazó el análisis de Claudín y
sus amigos, e insistió en la necesidad de que el PCE encabezara la lucha por la
democracia. La condena abierta de Carrillo y el PCE a la invasión de
Checoslovaquia, en agosto de 1968, hizo patente el alejamiento con la política
del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) tras la destitución
de Jrushchov. Esa condena contribuyó a acreditar la política de Pacto para la
Libertad de los comunistas, cuyo crecimiento dentro de España se acentuó
discretamente en la segunda mitad de los años sesenta.
Carrillo con el objetivo
de asegurar el protagonismo del PCE en el postfranquismo, que juzgaba próximo, organizó
una denominada “Junta democrática”, embrión de un futuro gobierno que llevara a
cabo la liquidación del régimen franquista. Más tarde, unificada con la Plataforma
promovida por el PSOE y otros grupos, la nueva “Platajunta” propugnó una
política de ruptura que recordaba a las jornadas que siguieron a la caída de la
Monarquía en 1931, una política basada en una radical desconfianza en la
capacidad de don JUAN
CARLOS DE BORBÓN para encabezar la transición a la democracia. Pero la
muerte, el 20 de noviembre de 1975, del general FRANCO
no desencadenó la movilización revolucionaria que esperaban. Esta situación
determinó asumir una postura de prudente y creciente colaboración con el nuevo
Rey.
A comienzos de febrero de 1976, para no quedar al
margen de la nueva situación política, Carrillo pasó clandestinamente a
España. La serenidad y la disciplina mostrada por la militancia del PCE tras
el asesinato de un grupo de abogados laboralistas en Madrid, así como el
contacto directo entre ADOLFO
SUÁREZ y Carrillo, despejaron el camino para la legalización del
PCE, que tuvo lugar el 9 de abril de 1977. El 14 y 15 de abril se celebró la
primera reunión legal del Comité Central del PCE en Madrid desde la Guerra
Civil. En ella se hicieron públicos los compromisos asumidos para la legalización
de los comunistas: aceptación de la bandera bicolor y de la Monarquía, así como
la defensa de la unidad de España, sin perjuicio del reconocimiento de los
derechos de las nacionalidades.
En mayo publicó Eurocomunismo y Estado,
una aproximación a una socialdemocracia de raíz antifascista que criticaba el modelo
soviético, planteamientos que no tuvieron continuidad, despertando un sordo
rechazo en el PCE. Ni la política de reconciliación ni los compromisos
asumidos con la legalización del partido dieron el resultado electoral deseado
en las elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. La pauta del Secretario
General fue de moderación, por más que fuera perdiendo credibilidad personal y
política a un ritmo cada vez más intenso. La mezcla de moderación y
distanciamiento eurocomunista de las raíces leninistas y prosoviéticas del PCE
abrió grietas cada vez más profundas en la unidad del partido. A esto se añadieron
las tendencias centrífugas de los partidos comunistas catalán y vasco, cuya
política leninista de autodeterminación había estimulado el PCE desde los años
treinta. La escasa dimensión de los comunistas apenas se corrigió en las
elecciones generales de 1979, siendo clara, por el contrario, la tendencia a
un progresivo retroceso en sucesivas consultas generales y autonómicas.
La promulgación de la Constitución y la crisis
posterior de UCD hicieron inviable la política de Carrillo de tratar de
apoyarse en los centristas para condicionar al PSOE. Los socialistas rechazaron
una política de unidad de la izquierda en cualquiera de las versiones
propuestas entre 1980 y 1982. Acosado por los fracasos electorales, la
contestación interna y el ánimo de venganza de los prosoviéticos dentro del
partido, dimitió de la Secretaría General y del Comité Central el 4 de
noviembre de 1982. Con el paso del tiempo retornó a las filas del PSOE,
mientras el PCE se desentendía de los valores de la transición y rechazaba el
eurocomunismo.
El año 1983 forma el Partido de los Trabajadores
de España-Unidad Comunista (PTE-UC), que se mostró incapaz de atraer a
los votantes, por lo que termina integrándose en el PSOE junto con sus
dirigentes, excepto Carrillo que no acepta el ingreso en el Partido
Socialista. El 20 de octubre de 2005 fue investido Doctor Honoris Causa por
la Universidad Autónoma de Madrid. En la ceremonia hubo una actuación violenta,
algunos irrumpieron en la sala con banderas franquistas llamándole "asesino"
y "genocida".
El 18 de septiembre de 2012, con 97 años, Santiago Carrillo falleció en su casa mientras dormía la siesta debido a una insuficiencia cardiaca. A su funeral acudió el rey JUAN CARLOS I, quién manifestó que: “fue Carrillo una persona fundamental para la Transición y la Democracia”.
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