Dolores Ibárruri Gómez, La Pasionaria

 


Nacida en Gallarta (Vizcaya), el 9 de diciembre de 1895, en una familia obrera, su padre era minero. Su vocación era llegar a ser maestra de escuela, cosa que sus padres no la permitieron, por lo que desde edad temprana tuvo que trabajar durante dos años, en un taller de costura. Sus padres eran católicos devotos, ella también, hasta que, en febrero de 1916, se casó con Julián Ruiz, minero como su padre y militante socialista, por lo que, al poco tiempo, abandonó el catolicismo. Entre noviembre de 1916 y 1929 dio a luz seis hijos, de los cuales sólo sobrevivieron dos: Rubén y Amaya. En su vida conoció la pobreza y el dolor, al estar su marido, frecuentemente encarcelado por actividades políticas.

Su primer escrito político, publicado en El Minero Vizcaíno durante la Semana Santa de 1919, lo firmó con el seudónimo de Pasionaria, por el cual, años más tarde, sería conocida en el mundo entero. Muy pronto, se alineó con los socialistas vizcaínos que se pasaron al comunismo, y en 1920 fue elegida para el Comité Provincial del Partido Comunista en Vizcaya. Combinaba la militancia comunista, basada en actividades de prensa y propaganda, con su vida de esposa y madre, y en 1930 será nombrada miembro del Comité Central del Partido Comunista de España (PCE), algo insólito para una mujer en aquella época.

Al proclamarse la Segunda República, la dirección del partido la nombró redactora de Mundo Obrero, su diario oficial, por lo que se trasladó a Madrid, abandonando su vida matrimonial. En marzo de 1932 se le encargó la organización de la Comisión Femenina del PCE. Entre noviembre de 1931 y enero de 1936 fue detenida tres veces, en una de ellas pasó nueve meses en la cárcel, eso evitó que fuera implicada en la purga de directores del PCE por la Internacional Comunista en octubre de 1932. Conocida por su ortodoxia comunista y su apoyo a la línea estalinista, al salir de la cárcel en enero de 1933 recuperó sus cargos bajo la nueva dirección del partido, con la cual tenía las mejores relaciones. Tras su fracaso en las elecciones de Cortes de 1933, hizo su primer viaje a Moscú con la delegación española al XIII Pleno de la Internacional Comunista. Los dirigentes soviéticos admiraron un discurso suyo por su pasión y vivacidad, a pesar de no entender ni una palabra de lo que dijo. Fue nombrada directora del Comité Español de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. Al año siguiente presidió el Primer Congreso del Comité de Mujeres del PCE, junto a JOSÉ DÍAZ, Secretario General del partido, y asistió al famoso Séptimo Congreso de la Internacional Comunista en Moscú, donde se anunció la nueva táctica del Frente Popular, siendo nombrada miembro suplente del Secretariado de la Internacional.

Fue uno de los dieciséis candidatos comunistas elegidos a las Cortes en febrero de 1936 y en los meses siguientes se destacó como la oradora más elocuente y eficaz del partido, con discursos de gran violencia que en algunas ocasiones pedían ejecuciones políticas. Con el comienzo de la Guerra Civil se hizo la propagandista más importante de la causa republicana, adquiriendo gran renombre dentro y fuera de España como símbolo de la revolución. Entre 1934 y 1939 publicó gran cantidad de escritos políticos, acuñando algunas de las frases más famosas de la contienda: “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”, “Es mejor ser viudas de héroes que mujeres de cobardes”, y popularizó el “No pasarán”. La combinación de elocuencia y pasión, su tono de voz rico en matices, su estatura, su imagen de mujer siempre vestida de negro, todo se aunaba para componer una imagen, ampliamente difundida, por el aparato propagandístico del partido y de la Internacional como la comunista española más conocida de la Guerra Civil y luego la española más famosa del siglo XX.



Durante la guerra, participa en multitud de actividades políticas, especialmente actos de propaganda, con encendidos discursos y frecuentes visitas a frentes y cuarteles. Frecuentemente participó en las discusiones políticas de la dirección del partido, leal siempre a las directrices soviéticas, pero no tenía ningún cargo importante de administración política o económica. En marzo de 1939, ante el derrumbe de la República, fue evacuada a Moscú, donde se le encargó la coordinación de la emigración de los comunistas españoles a Rusia. Prosiguió con su tarea de propaganda, siempre en la línea estalinista. En su folleto La socialdemocracia y la actual guerra imperialista, publicado en 1940, apoyaba la alianza soviética con Hitler, instando a los trabajadores ingleses y franceses para que apoyaran la invasión soviética de Polonia, que definió como una “liberación”.

En el verano de 1941, tras la invasión hitleriana de la URSS, fue evacuada a la ciudad de Ufá, y dirigió el comienzo de La Pirenaica, de “Radio España Independiente”, que trataba de promover una alianza nacional española, tanto de derechas como de izquierdas, contra FRANCO y en defensa de la URSS. En octubre de 1942, su único hijo, Rubén Ruiz, joven oficial del Ejército Rojo soviético, murió en la batalla de Stalingrado. De todolos dolores de su vida, éste tendría el mayor impacto emocional. Fue muy criticada por otros comunistas españoles por sus relaciones con Francisco Antón, joven líder del PCE, que tenía diecisiete años menos que ella, por lo que abandonó esta relación en 1943.

Por su validez política y demostrada lealtad a la Unión Soviética, fue nombrada secretaria general del PCE en 1944. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Toulouse y luego a París, para dirigir las actividades del partido, que intentaban derrocar a FRANCO. Fue un fracaso total, y en 1948 volvió a Moscú para entrevistarse con Stalin, quien aconsejó que se abandonase la guerrilla armada y se adoptase la táctica de ingresar en los sindicatos verticales nacionales. El PCE demostró cierta independencia al no aceptar este consejo. Por entonces, Ibárruri tuvo que someterse a una operación de vesícula en diciembre de 1948, para lo cual se trasladó a Moscú. Operación que se complicó con una neumonía que llegó a amenazar su vida, situación que requirió de varios meses de recuperación. A pesar de seguir siendo la Secretaria General, la enfermedad marcó el fin de su liderazgo directo, asumiendo la dirección administrativa del PCE VICENTE URIBE, llegando a estar cada vez más aislada en Moscú.

En 1955 se trasladó a Bucarest, sede nueva de “Radio España Independiente”. Después vivió clandestinamente en París. En 1956, el XX Congreso del Partido Comunista soviético, en que se denunció el culto a la personalidad de Stalin y los grandes crímenes del dictador fallecido, fue un gran golpe para ella. Este mismo año, el comité central del PCE, aunque bastante aislado en España, aprobó la nueva táctica de “reconciliación nacional”, que también fracasó. A partir de entonces, el director práctico del partido fue SANTIAGO CARRILLO. Reconociendo que ella había perdido el contacto con España, en 1960 le concedió el puesto de Secretario General, asumiendo la nueva posición de presidenta del PCE, que ostentó hasta su muerte.

En los años siguientes, viajó a muchos países, tanto comunistas como occidentales, y se dedicó a escribir y a la lectura. En 1960 publicó su autobiografía, El único camino, después traducida a muchos idiomas. Además, dirigió la preparación de Historia del Partido Comunista de España (Versión abreviada) (1960), y los cuatro tomos de Guerra y revolución en España, 1936‑1939 (1966-1977). Finalmente, con la democratización de España, consiguió volver a Madrid en mayo de 1977, con ochenta y un años, después de treinta y ocho de exilio. Entre los comunistas españoles fue recibida como una leyenda viva, y resultó elegida diputada por Asturias en las primeras elecciones democráticas y vicepresidenta de la mesa de edad del Congreso. Recibió honores en todas partes, mientras obtuvo finalmente el cambio legal de su nombre, suprimiendo “Isidora”.

Aunque rechazó el concepto de “eurocomunismo”, apoyó, como siempre, a la dirección del PCE y, luego, durante la década de 1980, vio con dolor la fragmentación del partido. En autobiografía, publicada en 1984, escribió: “Pensé en ser religiosa y abandoné la fe. Quise ser maestra de niños y fui propagandista revolucionaria. Soñé en la felicidad y la vida me golpeó con dureza, en lo más íntimo, lo más entrañable. Creí en la victoria y sufrí con mi pueblo terribles derrotas”. Su último artículo apareció en Mundo Obrero en 1986. Casi simbólicamente, pocos días después del derribo del muro de Berlín, murió en Madrid el 12 de noviembre de 1989, a punto de cumplir los noventa y cuatro años. Los funerales fueron apoteósicos.


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