Hisham II, Califa de Córdoba desde 976 a 1009 y desde 1010 a 1013
Cuando muere su padre, Al-Hakam II, solo tiene 11 años y recae sobre él, el peso del califato. Debido a su corta edad, la guardia eslava del palacio (saqaliba) intentó sustituirlo por su tío al-Mugirah, pero recibió el apoyo de su tutor, el visir Almanzor, de su madre, la vascona Subh, y el chambelán Jafar -al-Mushafi, que aseguraron su cargo y mandaron ejecutar a al-Mugirah. Estos tres personajes constituyeron el consejo de regencia durante su minoría de edad. Entre los tres logran aislar a Hisham II y apenas tendrá relevancia política. El verdadero poder de la corte estará en manos de Almanzor, quien con el apoyo de Subh, quien pudiera ser su amante, y de los bereberes pronto logra deshacerse del chambelán y consigue el apoyo del general Galib. Desde 978 Almanzor es quien manda en Córdoba, y llevará a cabo más de cincuenta campañas militares hasta su muerte en el 1002.
Hisham II se mantuvo confinado en el palacio bajo una estrecha vigilancia, dedicado a la piedad y al disfrute de su harén. Mientras tanto Almanzor erigió una nueva ciudad, Madinat al-Zahira, donde en el 980 se trasladó todo el aparato administrativo. El alcázar califal quedaba únicamente como lujosa prisión del califa Hisham. Este gesto no fue del agrado de su suegro y aliado Galib. En el 981 Galib se enfrentó a Almanzor en defensa de los derechos de Hisham II pero fue derrotado en la batalla de San Vicente. Galib murió poco después como consecuencia de las heridas recibidas.
Almanzor regresó victorioso a Córdoba y tomó el título de al-Mansur bi-llah (el victorioso de Allah) y exigió para él y para sus hijos el mismo tratamiento que se daba al califa, ordenando que su nombre fuera pronunciado en todas las mezquitas de al-Andalus a continuación del de Hisham II. Su poder fue absoluto hasta su muerte en 1002.
El hijo de Almanzor, Abd al-Malik, consiguió que Hisham II proclamara un decreto que le concedía los mismos poderes que a su padre. Mantuvo su poder hasta su muerte en el 1008. Su hermano y sucesor Abderramán Sanchuelo, consiguió ser nombrado heredero al califato, ya que Hisham II no tenía hijos, y que su nombre se citara junto al del califa en el rezo de los viernes. Esta actitud despertó una revolución acaudillada por Muhammad ben Hisham, un bisnieto de Abderramán III. Muhammad logró derrotar a Sanchuelo y lo ejecutó. Posteriormente depuso a Hisham II, el 15 de febrero de 1009 y lo mantuvo preso.
Muhammad II se enfrentó con otro pretendiente al califato Sulayman, quien tenía el apoyo bereber. Muhammad II fue derrotado el 1 de noviembre de 1009 y Sulayman se proclamó califa. Pero pocos meses después, Muhammad, con el apoyo de las tropas del general eslavo al-Wadih, derrota a Sulayman y vuelve a ser nombrado califa el 10 de mayo de 1010. Pero este mismo jefe militar lo asesina el 23 de julio de 1010. Ese mismo día Wadih libera a Hisham II de su prisión y vuelve a ser nombrado califa.
Wadih era el nuevo hombre fuerte del califato pero no pudo atraer a su lado a las fuerzas bereberes, que seguían apoyando a Sulayman. Wadih murió en el 13 de noviembre de 1011. Mientras tanto la situación en Córdoba se hacía cada vez más insufrible mientras arreciaban los ataques de Sulayman en las cercanías de la capital.
El 24 de junio de 1012, el visir Ibn Munawin y el jefe del ejército informan a Hisham II de la difícil situación. Hisham II les respondió: “Haced lo que queráis y prescindid de mí. Nada puedo hacer por vosotros ni por mí mismo. Pero cuidad que os resulte útil y ejecutadlo. Yo iré en seguimiento vuestro”.
Hubo un ofrecimiento a Sulayman según el cual él sería nombrado heredero de Hisham II, pero Sulayman lo rechazó pues no reconocía a Hisham II como califa. El 9 de mayo de 1013 hubo un enfrentamiento entre las tropas de Córdoba y las de Sulayman, quien resultó victorioso. Entró en el alcázar de Córdoba el 11 de mayo de 1013 e hizo llamar a Hisham II para que abdicara en él.
Se desconoce qué pasó exactamente con Hisham tras su abdicación. Lo más probable es que fuera asesinado por Sulayman pues el califa Ali ben Hamud, al destituir a Sulayman, le pregunta por el destino de Hisham y éste le dice que había sido enterrado y le mostró su tumba en el alcázar de Córdoba y comprobó que el cadáver estaba dentro.
FUENTE: Condado de Castilla
Comentarios
Publicar un comentario