Tratado de Valençay de 1813

 


El 7 de marzo de 1814, puede ser uno de los días más nefastos de la historia de España. Pues en este día, Napoleón Bonaparte, con la guerra ya perdida en nuestro país, firmó el correspondiente pasaporte, para que Fernando VII y de toda su camarilla, regresaran a España. Pero antes de poder disponer de dicho pasaporte, el Borbón, tuvo que aceptar y firmar un acuerdo con Napoleón; me refiero al Tratado de Valençay, firmado en el mismo palacio donde, el felón, estuvo retenido durante seis años, por el que, entre otras muchas cosas, se comprometía a mantener moderación y respeto con todos aquellos que habían colaborado con el anterior rey, José I Bonaparte, a los que se había dado el nombre de afrancesados. Siendo que, durante esos seis años de guerra, el país no se había detenido: se crearon leyes, un ejemplo es la de Instrucción Pública, se suprimió la Inquisición, se impulsó la ciencia, el urbanismo, y muchas otras cosas; y para ello se necesitaron profesionales españoles que contribuyeron con interés a esas mejoras. Napoleón, mediante dicho Tratado, le hizo comprometerse a que no hubiera represalias contra ellos. Pero hubo una segunda exigencia, está por parte del Consejo de Regencia (el gobierno constitucional que había en España en ausencia del rey), que le pedía seguir una minuciosa hoja de ruta, que le llevaría a jurar la Constitución. Teniendo en cuenta que, en el caso de que Fernando no reconociera todo eso, no sería aceptado como rey. El felón dijo a todo que sí; tanto a Napoleón como al Consejo de Regencia. ¡Palabra de Borbón ¡

    El palacio de Valençay era, en realidad un castillo cercano a París, donde Napoleón mantuvo cautivos al príncipe Fernando, a su hermano Carlos, a su tío Antonio Pascual, a nueve aristócratas, algún cura y varios médicos, cada uno con uno o varios servidores. Como mínimo 30 o 40 personas. El castillo era propiedad de Talleyrand, que mantuvo siempre el máximo respeto con sus “huéspedes”, rodeándoles, siguiendo las indicaciones de Napoleón, de "placeres", prestándoles la máxima atención y todas las comodidades posibles, desde el momento de su llegada, en mayo de 1808.

    Los Borbones provocaban desconcierto en Napoleón, en su hermano el rey José I, y en los ministros que tenían que tratar con ellos en los distintos exilios: Fernando con parte de su familia en Valençay y Carlos IV con el resto de la familia en Marsella, porque los veían comportarse como si nada ocurriera, sin mostrar la más mínima preocupación por su país. No parecía preocuparles los miles de españoles que estaban muriendo por defender su regreso al trono. Napoleón creyó que si los españoles veían que Fernando VII estaba bien servido y tan cómodo que era capaz de reconocer la soberanía de José I Bonaparte dejaría de tener sentido seguir luchando contra los franceses. Si los españoles llegaban a conocer que los Borbones estaban viviendo a cuerpo de rey, llevándose bien con los franceses, quizás se plantearían que no merecían que se desangraran en los campos de batalla. El esperpento llegó a tal punto que, los ingleses hicieron llegar un plan de fuga al príncipe Fernando. Plan que, el propio monarca, denunció al gobernador del castillo de Valençay.

    Napoleón hizo publicar en el periódico El Monitor las cartas que su prisionero le enviaba, era necesario que se supiera, la clase de tipo era el Borbón. En la primera, Fernando llamaba a Napoleón “Primo mío”, costumbre extendida entre los reyes europeos; que se llamaban primos porque todos se consideraban parientes. Napoleón le dijo a su ministro Talleyrand que le dijera que no le llamara primo, sino sire. En la segunda carta, le decía a Napoleón: "le doy muy sinceramente en mi nombre y de mi hermano y tío la enhorabuena por la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. No podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno, ni más propio por sus virtudes". En otra carta le manifestaba su "placer" al conocer las victorias francesas en España.

    Todavía era más alucinante la carta en donde le decía: "Sire. Las cartas publicadas últimamente en El Monitor han dado a conocer al mundo entero los sentimientos de perfecto amor de que estoy penetrado a favor de Vuestra Majestad Ilustrísima y al propio tiempo mi vivo deseo de ser vuestro hijo adoptivo". Y sigue rogándole: "se digne unir mi destino al de una princesa francesa de su elección"…. "Con esta unión y si me adopta como hijo", y más adelante, en el colmo de la desvergüenza dice: "ejerceré una influencia saludable sobre el destino de España y quitaré a un pueblo ciego y furioso el pretexto de continuar cubriendo de sangre su patria en nombre de un príncipe que se ha convertido por propia elección en príncipe francés". Esta carta está fechada el 3 de mayo de 1810, aniversario de los famosos fusilamientos, aunque ya no se publicó, pues Napoleón lo dio todo por perdido.

    Este era el rey por el que se luchaba en España. El deseado, volvería a acomodarse en el trono, defraudando a todo el mundo, salvo, como para frecuentemente, en este país, hubiera incondicionales que por interés o por ignorancia se pusieran a su lado.

Ramón Martín

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