Luis XIV el Rey Sol rey de Francia y Copríncipe de Andorra de 1643 a 1715
CASA DE BORBÓN
Nacimiento: El 5
de septiembre de 1638 en Saint-Germain-en-Laye.
Fallecimiento: El
1 de septiembre de 1715 en el Palacio
de Versalles.
Padres: Luis
XIII y Ana de
Austria.
Reinado: Desde
el 14 de mayo de 1643 al 1 de septiembre de 1715.
Nació el 5 de septiembre de 1638 en
Saint-Germain-en-Laye, junto a París. Fueron sus padres, Luis XIII, y Ana de Austria, Muerto
su progenitor en 1643, cuando él contaba cuatro años, Ana de Austria se dispuso a ejercer
la regencia, confiando el gobierno y la educación de Luis al cardenal Mazarino,
el cual sucedía en el cargo a otro excelente valido, el cardenal Richelieu.
Fue Mazarino quien inculcó, al futuro Luis XIV, el sentido de la realeza,
así como que debía servirse de los hombres para que éstos no se sirvieran de
él.
Entre
1648 y 1653, tuvieron lugar las luchas civiles de la Fronda, provocadas por la
mala administración de Mazarino y la creación de nuevos impuestos que
suscitaron las protestas de los llamados parlamentarios de París, Mazarino
hizo detener a Broussel, uno de sus líderes, lo que provocó la
sublevación de la capital y la huida de la familia real ante el asedio de las
multitudes. Comenzaba la guerra civil. Para sofocar la rebelión, el primer
ministro llamó a las tropas de Luis II de Borbón-Condé, Gran
Maestre de Francia; los parlamentarios claudicaron, y Condé
aprovechó, el éxito obtenido, para reclamar honores. Cuando, en enero de 1650, Mazarino
lo hizo detener, la nobleza se levantó contra la Corte, lo que dio lugar a la
segunda Fronda, la de los príncipes. La falta de acuerdo entre los sublevados
iba a decidir su fracaso, pero, durante meses, el pueblo se adueñó otra vez de
París, asaltando el palacio del Louvre, llegando a invadir los aposentos del delfín.
De pronto, la cólera del pueblo desapareció y fue sustituida por un murmullo de
aprobación. Luego, abandonaron el palacio, rogando a Dios que protegiera a su
joven príncipe.
Luis fue
declarado mayor de edad en 1651, y el 7 de junio de 1654, una vez pasadas las
Frondas, fue coronado rey de Francia en la catedral de Reims. A partir
de ese momento, se intensificó su formación política y su preparación para gobernar.
A diario despachaba con Mazarino, examinando los asuntos de Estado.
Pronto comprendió su obligación de casarse con la infanta española María
Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, para cumplir con los
intereses de Francia.
Según la Paz
de los Pirineos, firmado en 1659 entre España y Francia, la dote de la
princesa debía pagarse en un plazo determinado. Mazarino sabía que
España estaba, prácticamente, arruinada y que iba a ser muy difícil que pagara la
dote, con lo que Luis XIV podría reclamar, a través de su esposa, los Países
Bajos españoles e incluso el trono de España. Al soberano no le
satisfacía aquella reina, devota y remilgada, pero cumplió con los compromisos
adquiridos y con todas sus obligaciones como esposo. Al menos, durante los
primeros años de su matrimonio.
El 9 de
marzo de 1661, muere Mazarino, con lo que había llegado el momento de
ejercer la soberanía. Luis XIV, y cuando le preguntaron quién iba a ser su
primer ministro, el soberano contestó: "Yo. Les ordeno que no firmen
nada, ni siquiera un pasaporte, sin mi consentimiento. Deberán mantenerme
informado de todo cuanto suceda y no favorecerán a nadie." Con estas
palabras acababa de fundar la monarquía absoluta en Francia, que aseguraría: el
despotismo. Los ministerios que, desde 1624, ejercieron Richelieu y Mazarino,
sentaron las bases del poderío francés. Desde entonces, ni la reina madre ni nadie
volvieron a ser convocados a ningun consejo de Estado. Solo invitaba a los tres
ministros: Jean-Baptiste Colbert, François-Michel Le Tellier, marqués
de Louvais, y Hugues de Lionne —todos inseparables del rey—, y se
reunían dos o tres veces por semana, demostrando que poseía personalidad y
firmeza suficientes para controlar los órganos centrales de gobierno. De esta
manera, el año 1661 supuso la llegada de una nueva era en Francia y en Europa,
la de la monarquía absoluta.
El 5 de
septiembre de ese mismo año hubo otro gran golpe de efecto, por parte del
monarca, consistió en el arresto de Nicolás Fouquet, superintendente
de Finanzas de Mazarino, a quien el rey consideraba demasiado rico y
poderoso, y capaz por ello de convertirse en sucesor del cardenal. Le acusó de
malversar fondos públicos, siendo condenado a prisión perpetua en la fortaleza
de Pinerolo, Fouquet fue, desde entonces, una advertencia para los servidores
del rey. La autoridad real se elevó aún más. El rey se veía, a sí mismo, como
un representante de Dios sobre la tierra y como un ser infalible, ya que su
poder le venía de Dios. Luis XIV se propuso encarnar a Francia en su sola
persona, mediante la centralización, la obediencia pasiva y el culto al rey. Tras
haber protagonizado once guerras en cuarenta años, el poder de los nobles pasó
a depender de su capacidad para complacer al rey. Al igual que Luis XIV marcó
el apogeo de la vida cortesana, redujo a la nobleza a una dependencia moral y
económica del rey. Su reinado estuvo marcado por el fasto, sobre todo en los
primeros años, cuando brillaba la comedia de Molière y la ópera de Jean-Baptiste
Lully. La reina madre y los devotos de la corte se escandalizaron al ver
que el matrimonio no había atenuado las aventuras sexuales del rey. La reina María
Teresa, vivía casi ignorada, aunque en perpetua adoración de su esposo, al
que daría seis hijos, todos fallecidos en la infancia, a excepción del delfín.
La reina murió en 1683.
Las amantes
oficiales comenzaron al poco tiempo de su boda, cuando el rey entabló una
estrecha relación con su cuñada madame Enriqueta, duquesa de Orleans,
y, para evitar el consiguiente escándalo, tomó por amante a una dama de honor
de ésta, Louise de La Vallière. En 1667 La Vallière fue
reemplazada por François-Athénaïs de Rochechuart, marquesa de
Montespan, que durante diez años fue la verdadera sultana de las fiestas de
Versalles. Tuvo siete hijos, que fueron tema del Parlamento, el cual
legitimó a los cuatro que sobrevivieron. El rey, cansado de sus cóleras y de
sus celos, se separó de ella cuando ésta se vio implicada en el caso de los
venenos, sonado escándalo que salpicó a muchas personalidades, que fueron
acusadas de brujería y asesinato.
Luis XIV,
siempre consideró la guerra como la vocación natural de un rey, y a ella se
dedicó, con el objetivo de imponer la supremacía francesa en Occidente. Su
ministro Jean-Baptiste Colbert le proporcionó los medios para sus
empresas, gracias a las reformas en Hacienda y las medidas proteccionistas de
la industria y el comercio. La revolución económica realizada, le permitió
armar un ejército capaz de hacer de Francia el estado más poderoso de Europa. Tarea
decisiva fue la reorganización de las tropas de Le Tellier, que
concentró la autoridad militar, aumentando los efectivos de 72.000 a 400.000
hombres.
Desde la
muerte de su suegro Felipe IV de España en 1665, Luis había
comenzado una batalla jurídica reclamando los Países Bajos españoles en
nombre de su mujer, publicando el Tratado de los derechos de la reina.
El 21 de mayo de 1667, con un formidable ejército creado por Le Tellier,
invadía los territorios flamencos, apoderándose de plazas importantes en la
frontera. Ante el empuje francés, Inglaterra se alió con Holanda y Suecia en la
Triple Alianza, cambiando el rumbo de la llamada guerra de Devolución,
que finalizó con la Paz de Aquisgrán de 1668, así España recuperaba
Besançon y Francia se apoderaba de Flandes. Comenzaban así una serie de
enfrentamientos que duraron todo su reinado. Tras cuatro años de preparativos,
Luis dijo llegado el momento de vengarse de Holanda. El ministro De Lionne
obtuvo el apoyo británico, con la alianza con Carlos II de
Inglaterra,
y la neutralidad de Brandeburgo, Baviera y Suecia. En la primavera de 1672 un
poderoso ejército, comandado por Luis XIV en persona, atravesó el obispado de
Lieja y conquistó, en pocas semanas, Holanda. La eficaz ayuda de la flota
inglesa contribuyó a la victoria, y Luis XIV regresó triunfante a París.
Los
holandeses se apoyaron en el príncipe Guillermo de Orange, principal
enemigo de Francia, quien ordenó romper los diques para detener al ejército
invasor, al mismo tiempo que el almirante Ruyter derrotaba a la flota
anglofrancesa. La resistencia holandesa aisló a Francia de sus antiguos
aliados, lo cual obligó a Luis a renunciar a sus pretensiones sobre los Países
Bajos. La larga guerra terminó con la firma en 1678 del Tratado de Nimega,
por el cual el Rey Sol se convertía en el árbitro de Europa: renunciando
a Flandes, consolidando las fronteras del norte y del este, y obteniendo de
España el Franco Condado.
Con 40
años, Luis XIV había alcanzado el cenit de su fortuna política y militar.
Arrogante como nadie, París lo llamaba el Grande y era objeto de
adoración. En esta época se produjeron importantes cambios: tras separarse de
madame de Montespan el rey abandonó los placeres e impuso la piedad en
la corte. Los tartufos se reacomodaron en la nueva corte moderada y metódica de
Versalles, en la que reinaba una nueva soberana: madame de Maintenon,
que era la viuda del poeta satírico Paul Scarron y había ejercido
de gobernanta de los hijos habidos con madame de Montespan, antes
de convertirse en la nueva favorita. Al poco de morir la reina María Teresa,
en 1683 se casó en secreto con Luis, en una ceremonia presidida por el arzobispo
de París. Esto significó una nueva etapa en la vida del monarca, sentando
definitivamente cabeza, y preparándose para una vejez piadosa, rodeado de sus
hijos y nietos. La influencia de madame de Maintenon, hugonote
convertida al catolicismo, fue fundamenta, pese a poseer sólo un barniz de
religiosidad; quiso imponer la unidad de la fe católica y consideró al
protestantismo como una ofensa al rey. Se desató una ola de conversiones en
masa, mediante la violencia, que desembocaron, el 18 de octubre de 1685, en la
revocación del Edicto de Nantes, por el que, Enrique IV de
Francia
había
autorizado el calvinismo a finales del siglo anterior. Se cerraron las
escuelas, se demolieron los templos y los pastores fueron desterrados; el éxodo
de miles de protestantes hacia Holanda fue creando focos de hostilidad, Luis
XIV sumaba a sus enemigos el mundo de la Reforma.
Inglaterra,
Alemania y Austria se unieron en la Gran Alianza para hacer frente al
expansionismo francés. La guerra resultante duró desde 1688 a 1697, años en los
que Luis no pudo obtener la victoria que buscaba y Europa se fue imponiendo a
Francia, sobre todo por la determinación de Guillermo III de Inglaterra,
el alma de la coalición. La Paz de Ryswick puso fin al conflicto con una
serie de pactos que significaron el primer retroceso en el camino imperial de
Luis XIV.
El
testamento de Carlos II de España, último rey Habsburgo
de España, fallecido en 1700, entregaba la herencia imperial a Felipe de
Anjou, nieto de Luis XIV, que reinaría como Felipe V de España; volvía a plantearse
el dilema: hegemonía francesa o equilibrio continental. Su decisión significó
una declaración de guerra. Toda la Europa se levantó contra aquella hegemonía,
y Francia tuvo que combatir contra Austria, Inglaterra y Holanda. La lucha
estuvo señalada, en un principio, por las victorias de los Borbones, pero, a
partir de 1708, los desastres, fueron tan grandes, que Francia estuvo a punto
de perder los territorios que había conquistado en el siglo anterior, y Luis se
vio forzado a pedir la paz. Humillado en el campo de batalla, el rey aceptó el Tratado
de Utrecht, por el que Francia cedía Terranova, Acadia y la bahía de Hudson
a Inglaterra, aunque su nieto Felipe V conservaba la corona española.
Los gastos de la guerra arruinaron Francia, minando el régimen absolutista de
Luis XIV, ya desgastado por la crisis social y económica. Pero el egoísmo del
monarca continuaba, pese a todo, inmutable. El rey se hacía viejo y refugiándose
en la oración y en el regazo de su favorita. En el invierno de 1709 hubo una
marcha contra el hambre, desde París a Versalles. Por primera vez desde las
Frondas, Luis oyó los gritos de protesta de la muchedumbre.
Pronto, la vida en el palacio de Versalles perdió todo su esplendor, y los enormes salones, antaño llenos, estaban vacíos. Luis XIV era un hombre derrotado, melancólico y enfermo, ya que padecía catarros, dolores de estómago, diarreas, lombrices, fiebres, forúnculos, reumatismo y gota. Para no acabar con la lista de males, en agosto de 1715 se quejó de dolores en las piernas, y a finales de mes le aparecieron en las pantorrillas unas manchas negras; los médicos diagnosticaron gangrena. El monarca supo que iba a morir, aunque recibió la noticia con entereza. Los días siguientes fueron para ordenar sus asuntos y despedirse de su familia. Llamó junto a su lecho al delfín, bisnieto suyo y futuro Luis XV, para entregarle su reino. El 1 de septiembre, Luis XIV dejaba de existir, había gobernado durante 64 años, siendo el reinado más largo de la historia de Europa. Con él desaparecía el máximo ejemplo de la monarquía absoluta y un rey que había llevado a Francia a su cima.
Su
reinado abarcó los más diversos campos del pensamiento y de la creación. La
razón, la claridad y el equilibrio formal se impusieron como criterios
fundamentales del arte; desde Francia, el clasicismo irradiaría a toda Europa. Con
él nació el «estilo Luis XIV» de perfecta armonía; inclinado a la geometría
decorativa, se manifestó en parques y jardines, y la nueva arquitectura tuvo su
máxima expresión en Versalles, donde la amplitud de los espacios y el dominio de
la simetría eran un homenaje a la autoridad real.
Ramón Martín
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