Catalina de Braganza esposa de Carlos II, rey de Inglaterra

 


Catalina nació en Vila Viçosa, el 25 de noviembre de 1638. Fue la cuarta de los ocho hijos que tuvo el matrimonio formado por el duque Juan II de Braganza —futuro Juan IV el Restaurador, rey de Portugal— y de Luisa Francisca de Guzmán. Tras la restauración de la Casa der Braganza, y consiguiente el acceso de su padre al trono el 1 de diciembre de 1640, la diplomacia portuguesa comenzaron a buscarla un pretendiente, a pesar de tener sólo ocho años. Surgen los nombres de Juan José de Austria, Francisco de Beaufort, Luis XIV de Francia y Carlos II de Inglaterra, ya que se la consideró útil para establecer alianzas.

Al ser restaurado en el trono inglés, Carlos II, en 1660, Luisa Francisca de Guzmán, madre de Catalina volvió a abrir las negociaciones matrimoniales, y como resultado de ellas, se firmó un tratado de matrimonio el 23 de junio de 1661. En las estipulaciones, como parte de la dote, la corona portuguesa cedió a Inglaterra la ciudad de Tánger, y la isla de Bombay. La boda por poderes tuvo lugar en Lisboa el 23 de abril de 1662, y tras la llegada de Catalina a Portsmouth, el 14 de mayo de 1662, la pareja se casó en dos ceremonias: una católica que se realizó en secreto, seguida de una pública por el rito anglicano, el 21 de mayo de 1662, en la citada ciudad de Portsmouth.

Catalina, por ser católica, no era una reina popular, y a causa de eso no podía ser coronada, puesto que, los católicos, tenían prohibido participar en servicios anglicanos. Desde el principio tuvo que afrontar muchas dificultades, debido al idioma, a las infidelidades del rey y a los conflictos entre anglicanos y católicos; aunque, con el paso del tiempo, sus virtudes: decoro, tranquilidad, lealtad y el afecto que profesaba a Carlos, hicieron posible un en la percepción de los ingreses hacia ella. A pesar de la reputación de mujeriego que tenía Carlos, continuaron buscando un heredero para la corona; pero el resultado fue desolador, pues, aunque tuvo tres embarazos —el último en 1669—, todos terminaron en abortos.



Su posición se fue tornando difícil a medida que Carlos continuaba teniendo bastardos con sus amantes. A pesar de lo cual, él insistió en que se la tratara con el máximo respeto, rehusando divorciarse de ella. Después de la muerte de Carlos en 1685, Catalina mostró la ansiedad de reconciliación con la fe católica, exhibiendo un gran dolor por su muerte. Permaneció en Inglaterra durante el reinado de su cuñado Jacobo II, ante el que intercedió por la vida de James Scott, hijo ilegítimo de Carlos y líder de la Rebelión de Monmouth a pesar de que Scott, contó con el apoyo de los protestantes, en su firme oposición a la Iglesia Católica. Durante el reinado de Jacobo II, vivió en Somerset House, hasta que éste fue depuesto en la Revolución Gloriosa, por Guillermo III y María II.

Aunque, inicialmente, sus relaciones con Guillermo y María fueron buenas, su situación se había deteriorado, debido a su religión, dando lugar a malentendidos y a un aislamiento cada vez mayor. Se presentó un proyecto de ley al Parlamento para regular el número de personas católicas al servicio de Catalina, siendo advertida de no agitar en contra del gobierno.

Finalmente regresó a Portugal en marzo de 1692. Una vez en Lisboa, apoyó el Tratado de Methuen, en 1703 con Inglaterra; llegando a actuar como regente de su hermano, Pedro II el Pacificador, en dos ocasiones, en los años 1701 y 1704 - 1705. Murió en Lisboa, en el palacio de Bemposta, el 31 de diciembre de 1705, siendo enterrada en el Monasterio de los Jerónimos de Belém, aunque, posteriormente, sus restos fueron trasladados a la cripta real de la iglesia de São Vicente de Fora, en el panteón de los Braganza.

Ramón Martín

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