Batalla de Calatañazor
“En Calatañazor
Almanzor perdió su tambor”
Un
dicho popular nos asegura que, en Calatañazor (Soria) Muhammad ibn Abu Amir,
al-Mansur, para los cristianos Almanzor,
sufrió una demoledora derrota, en la que encontró la muerte. En el paso de los
tiempos, es comprensible que los cristianos quisieran dotar de un matiz épico a
la muerte del caudillo cordobés, que no cabe la menor duda, fue el enemigo más
formidable con el que se tuvieron que enfrentar. Tampoco podemos poner en
juicio que, la mejor manera de representar la muerte de Almanzor sería una gran
victoria contra su ejército en Calatañazor, tras la cual, huye para morir en
Medinaceli.
Pero
la realidad es distinta, ya que dicha batalla nunca existió, o posiblemente
hablemos de una pequeña escaramuza intrascendente, y que Almanzor murió sin
conocer la derrota. Surgen entonces, entre las filas cristianas, la leyenda con
la intención de levantar el ánimo de unas tropas, muy desmoralizadas por las
continuas victorias del “martillo de Ala”.
El
cronista Lucas de Tuy, el primero en narrar el encuentro de Calatañazor,
nos dice que, tras una campaña contra Galicia, Almanzor se adentró en Castilla,
saliendo a su encuentro un ejército comandado por el conde castellano García
Fernández, algo imposible pues había fallecido en 995, junto a las
fuerzas leonesas de Alfonso
V rey de León, y no Bermudo
II rey de León, como apunta el cronista, algo muy difícil que en 1002, estuviera
en esta batalla, pues había fallecido en septiembre de 999.
Sigue
diciendo el cronista, textualmente: "Trabado el combate, cayeron muchos
miles de sarracenos y si la noche no acabase con el día el mismo Almanzor
hubiera sido apresado. Sin embargo, durante el día no pudo ser vencido y
llegada la noche se dio a la fuga con los suyos". “Desde entonces,
Almanzor, no quiso comer ni beber, y llegando a la ciudad llamada Medinaceli
murió y fue sepultado allí".
Hay
un tercer anacronismo consistente en que no es posible que la supuesta batalla
de Calatañazor tuviese lugar, cuando Almanzor regresaba de Santiago
de Compostela, donde se había apropiado de las campanas de la catedral obligando
a los prisioneros cristianos a transportarlas hasta Córdoba, ya que dicha
razia tuvo lugar en agosto de 997 y no en 1002.
Las
fuentes musulmanas que describen vida y campañas de Almanzor no refieren ningún
enfrentamiento en Calatañazor, además de ofrecer una causa distinta de su
fallecimiento, debido a un ataque de gota, enfermedad que arrastraba. Esa
última aceifa, tenía como objetivo el monasterio de San Millán de la
Cogolla, donde el caudillo pretendía infligir un golpe a Castilla y a Pamplona,
que les humillara. Débil y enfermo, Almanzor emprendió el camino de vuelta a
Córdoba, cosa que no conseguiría.
Sintiéndose morir, dio a su hijo Abd
al-Malik y a algunos amigos sus postreros consejos. Cuando su hijo abandonó
la tienda con el rostro arrasado en lágrimas, Almanzor le reprochó su falta de
valor con estas palabras que demostraron ser proféticas: “Esta me parece la
primera señal de la decadencia que aguarda al imperio”.
Almanzor
fue un caudillo musulmán admirado por sus enemigos, contemplándose estatuas y
bustos suyos en algunas calles de nuestras ciudades, a pesar de haber dedicado
toda su vida a atacar a los cristianos. Según historiadores, fueron casi cien
mil las mujeres cristianas apresadas en sus campañas.
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