Félix Máximo López, primer organista de la Real Capilla de Vicente López Portaña


Obra realizada en 1820, es un óleo sobre lienzo de 100 x 75 cm. 

    Nombrado primer pintor de cámara del rey Fernando VII en 1815, Vicente López se convirtió en el retratista predilecto de la corte española, tanto de los influyentes personajes políticos y eclesiásticos como de los altos funcionarios que, como él, estaban alrededor del monarca. Para los pinceles de López posaron varios de esos cargos palaciegos, pero sin duda esta efigie del viejo Félix Máximo López es el más sobrecogedor de todos ellos. 

    El músico está retratado de más de medio cuerpo, sentado junto a un pianoforte en cuyo frente está escrita la leyenda y dedicatoria que le identifica. Viste el uniforme palatino de su cargo, apoyando el brazo izquierdo sobre el instrumento musical. Su bastón, entre las piernas, descansa en el brazo contrario, sujetando en esa mano una partitura perfectamente legible, en cuyo encabezamiento se puede leer: Obra de los Locos / Primera parte / Allegro Moderato. La partitura pertenece a El Disparate o La obra de los Locos, obra lírica en tres actos escrita por Félix Máximo López en torno a 1815, considerada hoy como la primera zarzuela moderna. 

El rostro huraño del viejo músico, de ancha frente, escaso cabello cano, mirada cansada y gesto ceñudo, representa los setenta y ocho años que tenía en 1820. Ese año se dejó retratar por deseo de su hijo, el también organista Ambrosio López, como consta en la dedicatoria y en la etiqueta que el cuadro conserva al dorso, seguramente por temor a la proximidad de la muerte del músico y como obsequio y homenaje a su progenitor, que fallecería apenas un año después. 

    Félix Máximo López entró al servicio de la corte en 1775 y el 6 de mayo de 1805 recibió el nombramiento de primer organista del rey Carlos IV, continuando en este cargo durante el reinado de José I Bonaparte. Con la subida al trono de Fernando VII en 1814 fue degradado por colaboracionista con Bonaparte, rehabilitándosele en su puesto ese mismo año. Fue uno de los más destacados compositores españoles de su tiempo. 

    Este retrato presenta magistralmente los distintos elementos que confluyeron en el estilo de Vicente López. Destaca el virtuosismo técnico, el dibujo preciso, resultado de su rigurosa formación académica, que resalta los detalles mínimos, como los brillos de las uñas o los botones y el relieve de las chorreras, resuelto con un colorido brillante dentro de la tradición de la escuela de Valencia. El impresionante realismo con que están descritas las manos y el rostro del compositor, a base de pinceladas pequeñas y paralelas, mantiene la herencia del barroco naturalista valenciano, representado por José de Ribera o Francisco Ribalta, pintor cuyo estilo López conocía bien al haberle copiado durante su juventud por encargo de Carlos IV

    La aparente informalidad del personaje, que posa en actitud natural y ajena a cualquier afectación, y la precisión con que están descritos los rasgos de su fisonomía, de gesto contrariado, con una mirada enérgica y penetrante, en la que puede advertirse hasta el brillo lacrimoso de los ojos del anciano, muestran la objetividad y fidelidad de los retratos de Vicente López, consiguiendo transmitir una sensación intensa y palpitante en sus personajes. 


Fuente: Museo del Prado 
Imagen: http://www.the-athenaeum.org

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