Castillo de Coca


    Los primeros vestigios arqueológicos de asentamientos de la población de Coca datan de la Edad del Hierro (aproximadamente entre el 750 y el 550 a. C.). Buen ejemplo de dichos asentamientos son los verracos (esculturas de toros que evidencian las creencias de los pueblos vacceos que, dedicados a la agricultura, la cerámica y la ganadería, poblaron esta localidad. 

    Durante la conquista romana de Hispania, Cauca es una de las principales ciudades de los vacceos. En ella nació Teodosio I el Grande, último emperador de Oriente y de Occidente. De la época visigoda nos  ha quedado la muy interesante Necrópolis de El Cantosal. En tiempos de la invasión musulmana, se registra una convivencia pacífica, de estos con los cristianos del lugar, hasta la época de Alfonso I de Asturias. En el año 939 la ciudad fue arrasada durante la campaña lanzada por el califa cordobés Abderramán III contra Simancas; aunque de nuevo será colonizada a partir de 1085, momento en que, para proteger la población, se levantaron las murallas, utilizando restos romanos y visigodos. 

    Durante la Baja Edad Media la villa adquirirá un relevante papel histórico. En las “Crónicas de Alfonso XI conoceremos la noticia de la participación de milicias cauquenses en la toma de Algeciras. En el conflicto entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara, Coca se puso del lado del futuro Enrique II. Durante casi un siglo: mitad del siglo XIV a mitad del siglo XV, la villa de Coca perteneció a los reyes de Navarra; hasta que, en 1439, fue cedida a Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, quien, a su vez, en 1451 la permutó por la villa de Saldaña con Alonso de Fonseca y Ulloa, obispo de Ávila y arzobispo de Sevilla. Coca tuvo además un destacado papel en la conquista de Granada y en el conflicto de las Comunidades en contra de Carlos I, manteniéndose fiel al monarca. 

    A partir del siglo XVI, se produjo en la villa, como en el resto de España, una fuerte emigración a América. Prueba de esto son las varias poblaciones y zonas de América que llevan el nombre de Cauca. Ello provocará una progresiva decadencia económica y demográfica que se acentuará en el siglo XVIII. 


    La villa conserva parte de sus murallas medievales. Se ha conservado la parte más ancha y maciza de la estructura. Construida en el siglo XII, la parte hoy visible está almenada y tiene tres torres. Contiene una de las puertas de entrada a la ciudad, la Puerta de la Villa, cuyo vano se cubre con unos arcos apuntados, abocinados y enmarcados por un alfiz, todo ello de ladrillo. El resto está construido por piedras de pizarra y cuarcitas, entre las que pueden verse materiales romanos y celtibéricos. 

    Tras el castillo, la Torre de San Nicolás, es quizás el monumento más llamativo de Coca, aunque en un pésimo estado de conservación. Se construyó a imitación de los minaretes hispanomusulmanes a finales del siglo XII en estilo románico mudéjar. Es lo único que se conserva de la primitiva Iglesia de San Nicolás. Destaca la articulación del muro con motivos de arquillos ciegos superpuestos. 

    Es de destacar, así mismo, la Iglesia de Santa María la Mayor, la única conservada completa de las ocho iglesias que originalmente tuvo Coca. Esta iglesia es una construcción tardogótica, que fue terminada en 1520 sobre los cimientos de una iglesia románica de la que hoy solo queda la parte inferior de la torre. Tiene una sola nave y es de planta de cruz latina. Sus muros son de ladrillo. En el interior destacan los magníficos sepulcros renacentistas de Los Fonseca. Son cuatro en total y están realizados en mármol de Carrara; dos se localizan en los laterales del altar y los dos restantes en los brazos del crucero. Su autoría se atribuye a Bartolomé Ordóñez y su taller, y Domenico Fancelli. 

    Por fin, llegamos al Castillo de Coca, situado en el extremo occidental del casco urbano y aprovechando como defensa natural uno de los meandros que traza el río Voltoya. Es, por lo tanto, una de las pocas fortalezas españolas que no se asienta sobre un cerro, sino sobre unos escarpes del terreno. Rodea el edificio un ancho y profundo foso. 

    En 1453, Alonso de Fonseca y Ulloa, arzobispo de Sevilla y obispo de Ávila obtuvo del rey Juan II de Castilla el permiso para edificar el castillo, aunque su construcción no comenzó hasta varios años después. Debido a su cargo de arzobispo de Sevilla, Alonso tuvo que asentarse de Coca cediendo, en 1460, los derechos de la villa a su hermano Fernando de Fonseca, que los ejerció hasta su muerte en 1463.

    Alonso falleció en 1473 y Coca fue heredada por su sobrino, Alonso de Fonseca y Avellaneda, hijo de Fernando, que pasó a ser el tercer señor de Coca. A instancia suya se ejecuta el proyecto original entre 1473 y 1496. Su artífice material fue el alarife Alí Caro, de origen musulmán, residente en Ávila y a quien también se le atribuye la construcción del castillo toledano de Casarrubios del Monte. Desde el año 1462 funcionaba, en la población, una ceca de emisión de moneda castellana y portuguesa que serviría para pagar la mano de obra que intervino en la construcción de la fortaleza. Estuvo a punto de ser demolido por los comuneros como venganza del incendio de Medina del Campo ordenado por el obispo Fonseca. 

    De los Fonseca el castillo pasó a la Casa de Alba, en 1954 pasó al Ministerio de Agricultura, cedido por los propietarios, para que se instalara en ese lugar una Escuela de Capacitación Forestal, activa desde 1958, alberga además el Centro de Formación Agraria, dependiente de la Consejería de Agricultura y Ganadería, donde se imparten ciclos formativos de grados medio y superior. 

    El conjunto, una vez pasado el foso que le rodea, está formado por dos recintos, uno exterior con una función puramente defensiva, y otro interior, más elevado, con torres en las esquinas, que protege las salas y dependencias. Se accede al castillo a través de una puerta defendida por dos gigantescos cubos de ladrillo. El almenado es doble y está completo. La barrera posee hermosas torres que le dan aspecto de fortaleza. A la primera etapa, de finales del siglo XV, corresponde la construcción del cuerpo central del castillo, una edificación de estilo gótico mudéjar de planta cuadrangular y patio central (Patio de Armas), flanqueada por la Torre del Homenaje y la llamada Torre de Pedro Mata.   

    A diferencia de los castillos cristianos, de muros lisos, sillares regulares y monocromos, con un valor exclusivamente defensivo, aquí podemos admirar la gran profusión decorativa que lo caracteriza. El ladrillo se utiliza no solo como material de obra, sino también como elemento decorativo, creando llamativos juegos de color (crestería de ladrillo curvo y más rojo) y de formas (friso de arquitos ciegos hechos de ladrillos colocados en estrías). Los garitones se hallaban estucados y pintados con motivos geométricos de color rojo y azul, que aumentaban el cromatismo del conjunto, como aún puede observarse en muchos de ellos. 

    Este castillo es una de las fortalezas más espectaculares de España. Militar de estilo gótico-mudéjar está considerado el prototipo de castillo señorial castellano del siglo XV. Se asienta en una zona llana que busca su altura y defensa por medio de un ancho y profundo foso de 560 metros de perímetro, que se salva por un puente fijo. Es el mejor foso de Castilla. 

    La Torre del Homenaje es de planta cuadrada y conserva todos los pisos originales. Destacan la bóveda de ladrillo de la primera planta y las almenas de ladrillo de la azotea. También conserva las escaleras de acceso de caracol con altos peldaños de ladrillo. Su altura es impresionante y se conserva como en el siglo XV. Las dependencias se disponen en torno a un Patio de Armas, que fue de una suntuosidad regia, constituido por una doble galería de columnas de mármol de orden corintio, y con los pisos y paredes cubiertos de azulejos y yeserías. Este patio fue deshecho en 1828 por Faustino Ruíz, Administrador de la Casa Ducal de Alba que, al objeto de aprovechar el valor de aquella magnífica columnata la echó a tierra, vendiendo cada columna. Actualmente, este patio está reconstruido y tiene dos plantas con galerías. En la parte baja los arcos descansan sobre pilastras de ladrillo con basas de piedra. 

    La Torre de Pedro Mata, es la segunda en altura de las cuatro que posee el castillo. En ella podremos visitar la Sala de los Jarros y la mazmorra, con un único agujero en el techo, para evitar que los presos escaparan. 


    En la pequeña Capilla del castillo, destacan las tallas de un Cristo del siglo XIV de influencia bizantina y de la Virgen con Niño. 

    El castillo se encuentra en buen estado de conservación. Es propiedad de los Duques de Alba, pero en la segunda mitad de los años 50 lo cedieron al Ministerio de Agricultura, con la condición de encargarse de su restauración y mantenimiento y la ubicación de la Escuela Hogar de Capataces Forestales
Ramón Martín

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