Niño Jesús de la Pasión escultura de Alonso Cano
Es una escultura de bulto, realizada en
madera de castaño policromada; de cuerpo entero. Está vestido con una larga
túnica en lienzo, de color violáceo, ricamente policromada, ceñida a la cintura
y adaptada a su anatomía. El Niño descansa sus pies
desnudos sobre cabezas de querubines llorosos, entre nubes y un orbe. El pie
izquierdo se apoya sobre el globo terráqueo, con intención de avanzar, el
derecho, que se separa ligeramente de la cabeza de uno de los querubines. Sobre
su hombro izquierdo se apoya una cruz de madera sin desbastar, que es sostenida
por sus manos finamente modeladas. Su cabeza, algo caída, se encuentra
enmarcada por una larga melena de bellos bucles castaños.
Estamos ante un Niño Jesús de la Pasión.
Jesús aparece con la cruz a cuestas y ofrece su sacrificio para redimir al
mundo, el cual está representado por un orbe situado a sus pies. El tema de la
infancia de Jesús en escenas de la pasión preludia el sacrificio de éste y es
frecuentemente representado durante el siglo XVII, incentivado sobre todo por
la Contrarreforma, que buscó provocar la piedad y emoción del fiel por medio
del sentimiento de lo humano, tal como preconizaba el Concilio de Trento. El
carácter premonitorio de la escultura se acentúa con el policromado de la
túnica, en la que dieciséis primorosos medallones llevan, miniadas, a punta de
pincel, escenas del Antiguo Testamento que prefiguran la Pasión o sacrificio de
Cristo.
Las imágenes del
Niño de la Pasión derivan del modelo, del siglo XVI, del Niño Rey de Reyes que
en la Epifanía recibe a los Magos y que lleva, algunas veces, representados en
su vestimenta los estigmas y atributos de la Pasión. Esta tipología de Niño
Rey, también llamada Niño de la Bola, por el orbe que sostiene con su mano
izquierda, se representa muy frecuentemente desnudo, para permitir vestirlo con
ropajes acordes a los diferentes períodos litúrgicos.
Las primeras
referencias que tenemos de esta escultura la sitúan en la colección artística
de la reina viuda doña Mariana
de Neoburgo,
segunda esposa del rey Carlos
II.
Al morir ésta en 1740 se procedió a la realización del inventario de todos sus
bienes y posesiones. Entre éstos había un conjunto de pertenencias que la reina
viuda había dejado en Toledo, cuando fue llevada a Bayona (Francia), ya que la
reina viuda se había mostrado partidaria del Archiduque
Carlos
durante la Guerra de Sucesión y por este motivo decidieron alejarla de
España una vez que los Borbones se perfilaron como ganadores de la contienda
sucesoria. Los bienes que Mariana dejó en Toledo en 1706 fueron depositados en
1729 en el Convento de las Vallecas. Entre estas pertenencias se hallaba
la imagen del Niño del Dolor. La obra, al igual que el resto de las
pertenencias de Mariana de Neoburgo que no figuraban donadas por la
reina, en su testamento, pasó a pertenecer a la reina Isabel
de Farnesio,
su sobrina y heredera universal.
En 1761 el llamado Niño
del Dolor o de la Pasión fue donado por Isabel de Farnesio a la Real
Congregación de San Fermín de los Navarros, gracias a la mediación de su
tesorero, don Francisco Miguel de Goyeneche, conde de Saceda, quien también
había sido tesorero de la reina viuda Mariana de Neoburgo, y de su
secretario, don Francisco de Indaburu, ambos miembros de la Real
Congregación. En el libro de Acuerdos de dicha Congregación
se hacía constar la donación. Desde entonces, la escultura ha permanecido en
poder de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, primero
ubicada en un solar propio entre la calle del Turco y el Prado de San Jerónimo,
donde permanecerán hasta que venden dichos terrenos para la nueva sede del Banco
de España; siendo posteriormente trasladada a un nuevo templo, bajo las
trazas de Eugenio Jiménez Corera y Carlos Velasco, en la que será su ubicación
definitiva en el Paseo de Eduardo Dato. La escultura se situó inicialmente en
el Altar Mayor de la iglesia, seguramente ocupando una hornacina, y en ciertas
ocasiones fue sacada en procesión. Debido al deterioro de la obra, causado por
el paso del tiempo, fue restaurada en 1889 por A. Gil Montejano.
Ya en el siglo XX
la talla fue llevada al Salón de Juntas de la Real Congregación para su
mayor seguridad, lugar donde todavía es custodiada. Es por ello por lo que ésta
sobrevivió a la quema de obras que sufrió la iglesia durante la guerra
civil española.
Desde entonces la escultura ha abandonado la Real Congregación.
Ramón Martín





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