Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1933 y 1945

 


Franklin D. Roosevelt, nació el 30 de enero de 1882, en Hyde Park, Nueva York (estado de Nueva York), en el seno de una familia acomodada de origen holandés, llegada a América a mediados del siglo XVII. Su padre, James Roosevelt, era terrateniente y vicepresidente del ferrocarril de Delaware y Hudson, mientras que la familia de su madre —los Lyman— Sarah Ann Delano, poseía minas y una flota de barcos mercantes. Desde muy joven recibió una educación esmerada. A los catorce años ingresó en el Grotow Law School de Massachusetts. Cuatro años más tarde, en 1900, se matriculó en la Universidad de Harvard para estudiar Derecho. El último curso lo acabó en la Universidad de Columbia, graduándose en 1904. El 17 de marzo de 1905, contrajo matrimonio con Eleanor Roosevelt, prima de su padre y sobrina del presidente Theodore Roosevelt, líder del Partido Republicano, con el que nunca llegó a congeniar. Eleanor fue de gran influencia en la futura carrera política de su marido.

En vista del escaso interés que sentía por los asuntos jurídicos, Roosevelt abandonó su labor como abogado y aceptó, en 1901, la propuesta de los demócratas neoyorquinos para presentarse a las elecciones al Senado por el estado de Nueva York. Invirtió una importante suma de dinero en la campaña, presentándose como un candidato progresista, ganando las elecciones con más de 1.000 votos de diferencia sobre sus oponentes. Una vez en el Senado estatal, obtuvo la presidencia de la Comisión de Bosques, Caza y Pesca, en la que llevó adelante un gran número de reformas y se significó por la defensa total de los intereses de los granjeros empobrecidos del estado. Durante la Convención Nacional del Partido Demócrata del año 1912, apoyó la candidatura a la presidencia de Woodrow Wilson, puesto que ambos coincidían en aspectos fundamentales. Una vez que Wilson salió elegido presidente, le agradeció los servicios prestados durante la campaña nombrándole secretario adjunto de la Marina, cargo que ostentó hasta la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Cuando Wilson decidió retirarse de la política, Roosevelt fue, de nuevo, propuesto por sus partidarios para presentarse a la vicepresidencia, acompañando a James Cox. Pero la victoria recayó del lado de los republicanos, encabezados por Warren G. Harding, acompañado en la vicepresidencia por Calvin Coolidge. Tras la derrota, Roosevelt pasó algunos años dedicado a la empresa privada alejado de la política. En agosto de 1921, sufrió un ataque de poliomielitis que le mantuvo durante algunas semanas al borde de la muerte; le mantuvo paralizado los dos primeros años y le dejó inválido para el resto de su vida. Con una enorme dosis de voluntad y gracias a la ayuda y tesón de su mujer Eleanor, que fue quien más le apoyó, aparte de encargarse de mantener vivos los contactos con la cúpula demócrata, mientras su esposo se recuperaba en el balneario de Warm Spring. Por fin, tras siete largos años de lucha personal, Roosevelt volvió a la arena política con el entusiasmo y la admiración de propios y extraños.

A pesar de las dudas que suscitaba su invalidez, Roosevelt decidió presentarse como candidato a la gobernación del estado de Nueva York en 1928. Aunque los demócratas volvieron a salir derrotados en las elecciones presidenciales por el candidato republicano Herbert C. Hoover, Roosevelt logró imponerse en las elecciones a la gobernación. Durante los cuatro años al frente del estado, cimentó su reputación de político progresista y preocupado por las clases más empobrecidas gracias a un ambicioso programa de reformas sociales que se reveló muy pronto como el más idóneo para hacer frente a los años críticos de la Gran Depresión, con tal motivo creó la Temporary Emergency Relief Administration (Agencia de Socorro en Emergencias Temporales), y para reforzar la eficacia de su gestión, reunió en torno suyo a un equipo de colaboradores, el famoso Brain Trust (Grupo de Cerebros), grupo de expertos de la Universidad de Columbia. Su primer período en la administración, con un balance positivo, le posibilitó ganar la reelección del cargo en las elecciones de 1930. Roosevelt siguió aplicando sus medidas de salvación a la par que se preparaba para acudir a la próxima Convención Nacional del partido, que se celebró en Chicago, en el año 1932, en la que habría de salir elegido candidato demócrata a la presidencia por amplia mayoría, en detrimento del líder del partido, Al Smith.


 



La campaña de Roosevelt estuvo repleta de dinamismo e imaginación, en contraste con la del líder republicano, el todavía presidente Herbert C. Hoover, muy desgastado como consecuencia de la Gran Depresión. Las elecciones, celebradas el 8 de noviembre de 1932, le supusieron un rotundo éxito. Cuando el 4 de marzo de 1933, Roosevelt, ocupó el cargo, la situación social y económica del país no podía ser peor, puesto que, en los cuatro meses transcurridos entre la elección y la toma de posesión la economía volvió a caer en picado. En el discurso inaugural de su toma de posesión, no adelantó propuestas, pero sí dio satisfacción a los anhelos nacionales de recuperación, al afirmar que: a los único que debemos tener miedo es al miedo mismo. Por primera vez, la política de un presidente estadounidense se tiñó de un innegable contenido social, donde hacía hincapié en desarrollar la igualdad de oportunidades bajo la tutela del Estado federal. Se consagraba la política consistente en un moderado intervencionismo frente al individualismo liberal de antaño. Durante sus primeros cien días de presidencia, el presidente dejó atónitos a todos con su furor legislativo, además de por el consiguiente cambio de estilo, de un intervencionismo jamás visto hasta la fecha, permanentemente asesorado por su «trust de cerebros». El objetivo consistió en mejorar el poder adquisitivo de las clases trabajadoras y agrícolas, a la vez que se buscaba la confianza de los banqueros. Para solucionar el fracaso del sistema bancario, Roosevelt sacó adelante la Emergency Relief Administration Act (Ley de Emergencia Bancaria), por la que se dictó la reapertura de los bancos, dio al Tesoro Público la facultad exclusiva de emitir moneda e impedir el acaparamiento del oro, el abandono del viejo patrón oro y fomentar la necesaria devolución del dólar.

La siguiente medida de talla fue la aprobación de la Civilian Conservations Corps Act (Ley del Cuerpo de Conservación Civil), de finales de 1933, por la que se creó una organización que recogía a jóvenes sin empleo para trabajar en proyectos de conservación. Al finalizar estas campañas, dos millones y medio de jóvenes habían pasado por ella y se habían replantado casi 8 millones de hectáreas y se habían construidas varias presas. El 12 de mayo, se aprobó la Federal Emergency Refief Administration Act (Administración Federal de Ayudas Urgentes), por la que se establecía un fondo para favorecer la realización de obras públicas o de interés ciudadano. Cuando el dinero se agotó, fue sustituida por la Public Works Administration (Servicio de Obras Públicas), creación formada para supervisar todas esas realizaciones que, bajo la dirección del secretario del Interior Harold Ickes, construyó escuelas, juzgados, hospitales, presas, puentes, carreteras, edificios públicos de todo tipo, etc. Pero, la innovación más espectacular fue la desarrollada por el programa Tennessee Valley Authority, elaborado en 1933, llamado a convertirse en uno de los mayores logros del New Deal, por el que se proyectó sobre el área deprimida del río Tennessee la construcción de presas y plantas hidroeléctricas para proporcionar electricidad barata. Incluía también el control de inundaciones, reclamaciones de tierras, reforestación, realojamiento, con lo que se lograba una mayor diversificación en la economía sureña.

Por la Agricultural Adjustment Act (Ley de Ajuste Agrario), de 1933, Roosevelt intentó elevar los precios agrícolas recortando la producción. Los granjeros y ganaderos que aceptaron reducir la producción de sus cosechas y cabezas de ganado fueron recompensados con fondos estatales procedentes de los impuestos sobre los productores de productos agrícolas específicos. El 16 de junio, Roosevelt y su equipo sacaron adelante la National Industrial Recovery Act (Ley de Recuperación Nacional Industrial), para impedir la competencia de precios entre los comerciantes e industriales y la explotación de mujeres y niños en pequeños talleres artesanales. Para ello, se creó el National Recovery Administration (Administración de Reconstrucción Nacional), que legitimó la negociación colectiva de los trabajadores por sectores, imprimiendo ímpetu al movimiento sindical. En la misma línea de fortalecer la banca, se aprobó la Glass-Steagall Act, por la que se extendió el sistema de Reserva Federal, se posibilitó a los bancos participar en negocios de inversión y se creó la Federal Bank Deposit Insurance Corporation (Sociedad Federal de Seguros sobre Depósitos Bancarios), para garantizar los depósitos individuales. La estricta regulación de la emisión de valores bursátiles, reforzada por la aprobación de la Securites and Exchange Commision (Comisión de Bolsa y Valores), de 1934, obligaba a la divulgación de la información sobre nuevas emisiones de valores, circunstancia que provocó el desencanto de los grandes empresarios y agentes financieros que comenzaron a hacer un frente común contra la política económica demasiado intervencionista de Roosevelt. Por último, en el año 1935, Roosevelt sacó adelante la social Security Act (Ley de Seguridad Social), por la que se creó un sistema nacional obligatorio de pensiones y un sistema federal estatal conjunto de seguros de desempleo, ambos financiados mediante deducciones salariales y aportaciones empresariales.

Pero, a pesar de sus éxitos, Roosevelt sufrió su primera derrota al enfrentarse al Poder Judicial (Tribunal Supremo), dominado por los republicanos y los grupos de poder, contrarios al presidente. Roosevelt volvió a ganar las elecciones presidenciales de 1936 al candidato republicano Alfred M. Landon, hecho que volvió a repetir en las de 1940 y 1944 frente a los candidatos Wendell L. Wilkie y Thomas Dewey. Sin duda alguna, la llegada de la Segunda Guerra Mundial, y la participación de Estados Unidos en ella ayudaron a apartar la atención de los problemas internos para pasar a prestársela a la política exterior.

Partidario, en un principio, de las ideas intervencionistas del anterior presidente Woodrow Wilson, Roosevelt se inclinó en apoyar al sector aislacionista de su partido, temiendo que un enfrentamiento interno pudiera poner en peligro su plan del New Deal. Para reafirmar ese aislacionismo, el Congreso aprobó entre los años 1935 a 1937 tres leyes, las Neutrality Act, por las que se prohibía al Gobierno apoyar o censurar a cualquier país que se encontrase en una situación beligerante, ya fuera agresor o agredido, además de aplicar una serie de embargos. La medida permitió que Mussolini invadiera Etiopía, en 1935, sin la más mínima protesta estadounidense. En lo referente a América Latina, adoptó una línea basada en la buena vecindad, con la que llevó más lejos la política de gradual retirada emprendida por los presidentes Calvin Coolidge y Herbert Hoover: concedió la plena independencia a Cuba, en 1934, y dos años después a Panamá; en 1936 mandó evacuar de la isla de Haití a todas las tropas de ocupación; y, por último, permitió una serie de confiscaciones nacionalistas de varios países sudamericanos sobre productos e industrias estadounidenses instalados en sus territorios. Su propósito no era otro que contrarrestar una, más que posible, influencia alemana e italiana en las repúblicas vecinas del sur, por lo que debía esforzarse por encontrar vías de colaboración económicas y políticas con estos países, tal como hizo participando activamente, como un miembro más, en las conferencias panamericanas de Montevideo, en 1933, de Buenos Aires, en 1936, y, por último, de Lima, en 1938.

Sólo cuando el dominio nazi en Europa se hizo evidente, Roosevelt empezó a tomarse en serio la necesidad de entrar en la guerra, decisión a la que contribuyó el movimiento expansionista japonés en el Pacífico, que ponía en peligro los intereses estadounidenses en la zona. A pesar de las leyes de neutralidad, pudo convencer al Congreso para votar una ley que autorizaba la venta de armamento a los países en guerra que pudieran pagarlo al contado y transportarlo. A medida que Adolf Hitler llevaba a cabo sus planes de invasión, Estados Unidos fue cediendo en su postura aislacionista hasta convertirse prácticamente en el arsenal de las fuerzas aliadas europeas, sobre todo a partir del 11 de marzo de 1941, fecha en la que se aprobó la Lend-Lease Act (Ley de Préstamos y Arriendo), para ayudar financieramente a Gran Bretaña en su resistencia contra la Alemania nazi. El ataque japonés a Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941, acabó por romper cualquier reparo de los aislacionistas. Al día siguiente, el Congreso en bloque, con tan sólo un voto en contra declaró la guerra a Japón. Tres días después, como era de prever, Alemania e Italia, declararon la guerra a los Estados Unidos. A partir de la declaración de guerra, Roosevelt redobló sus responsabilidades al erigirse en el principal coordinador de los esfuerzos bélicos de los aliados. Sus esfuerzos se encaminaron a reforzar los lazos entre aliados. En agosto de 1941, se reunió con el primer ministro británico, Winston Churchill, de cuya conversación salió la Carta del Atlántico, que establecía las bases de la que, más tarde, se inspiraría la carta fundacional de las Naciones Unidas. En enero de 1943, ambos políticos se volvieron a encontrar en la Conferencia de Casablanca, donde aprobaron la doctrina de rendición incondicional de las potencias totalitarias con vistas a evitar un futuro resurgimiento militar alemán. En agosto de 1943, en la Conferencia de Quebec, los aliados planificaron el desembarco de Normandía, y en la de Moscú, celebrada en octubre del mismo año, la creación de una organización internacional capaz de asegurar la paz mundial una vez finalizado el conflicto. Esta última cuestión sería abordada con más profundidad en la Conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, en la que Roosevelt junto a Churchill y Stalin, pusieron las bases de la futura ONU como única garantía para preservar la paz. En Yalta, Roosevelt, decidido a evitar cualquier roce con la URSS (a la que había reconocido oficialmente en 1933), permitió un sustancial desplazamiento de las fronteras polacas hacia el oeste en favor de la URSS y cedió los Balcanes a la influencia soviética, junto con los ferrocarriles transmanchurianos, el sur de la península de Sajalín y las islas Kuriles.




 

 

Pese a su participación en los asuntos internacionales, lamentablemente Roosevelt no pudo ver el fin de la guerra ni presenciar la victoria en la que tanto esfuerzo había puesto. Víctima de una degradación física irreversible que le obligó a recluirse en Warm Spring tras la Conferencia de Yalta, el 12 de abril de 1945 falleció como consecuencia de una hemorragia cerebral. Sus restos mortales fueron instalados en los jardines de su residencia familiar en Hyde Park, junto al río Hudson, respetando su último deseo.

 

 

Bibliografía

  • WikipediA, CNN en español y Biografías MCN.





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Ramón Martín


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