Alejandro II, zar de Rusia (1855 a 1881)
Nacido
en Moscú el 29 de abril de 1818, Era hijo de Nicolás
I
y de Carlota
de Prusia (Alejandra Feodorovna). Durante su juventud dio pocas muestras de
la valía que le harían ser conocido como un líder capaz de poner en práctica
las mayores reformas iniciadas en Rusia desde el reinado de Pedro I el
Grande.
Alejandro II alcanzó el trono de Rusia a la muerte de su padre. En el primer
año prosiguió con la Guerra de Crimea, pero tras la caída de Sebastopol
tuvo que convocar conversaciones de paz, a cargo de su consejero de confianza,
el príncipe Gorchakov. Comenzó un período de reformas alentadas por la opinión
pública, pero llevadas al cabo por el poder autocrático. Los que pretendían
llevar al cabo nuevas reformas declararon que el país estaba extenuado y
humillado por la guerra, y que la única manera de poder restablecer su poder en
Europa era desarrollar sus recursos naturales y reformar las ramas de la
administración. El gobierno, encontró en ellos un recién nacido espíritu
público, deseoso de ayudar. Afortunadamente para Rusia el poder se encontraba
en manos de un hombre influenciado por el espíritu de la época, y con la suficiente
prudencia y sentido práctico para impedir ser arrastrado por el entusiasmo. A
diferencia de sus antecesores, no sentía la necesidad de poner en práctica
sus ideas por la fuerza, y no necesitaba ayudantes ello. Estos rasgos de su
carácter, junto a las peculiares circunstancias en que actuó, explican que
desempeñara las reformas con ayuda de las clases educadas. Sin embargo, el
crecimiento de un movimiento revolucionario de izquierda ocasionó el fin de los
cambios que quería imponer cuando fue asesinado por una bomba en 1881.
Alejandro
II, a diferencia de su padre, quería solucionar el difícil y peligroso
problema de la servidumbre de la gleba que bloqueaba el progreso y
desarrollo del país. Presentó una petición a los propietarios polacos de las
provincias lituanas, esperando que las relaciones con los siervos fuesen
reguladas de manera más satisfactoria para los propietarios, autorizando la
formación de comités que mejoraran las condiciones de los campesinos, estableciéndose
los principios en los que debía efectuarse. A este paso siguieron otros aún más
importantes. Sin consultar a sus asesores ordenó al Ministro del Interior
enviar una circular a los gobernadores de las provincias, con una copia de las
instrucciones transmitidas al gobernador general de Lituania sugiriendo que,
tal vez, los propietarios de las otras provincias podrían realizar lo mismo. La
sugerencia fue llevada al cabo en todas las provincias donde existía la
servidumbre, formándose comités de emancipación. La cuestión planteó unas
cuestiones espinosas, ya que, la emancipación no era sólo un momento humanitario
que se resolvería instantáneamente por un decreto imperial, había que contar
con la existencia de graves problemas, que afectaban a la vida económica,
social y política de la nación. Alejandro II tenía escasos conocimientos para
hacer frente con éxito a esos problemas, limitándose a elegir entre las
diferentes medidas que le recomendaron. El principal punto era si los siervos
debían convertirse en trabajadores agrícolas, dependiendo administrativa y económicamente
de los propietarios, o si se debían transformar en propietarios independientes.
El emperador dio su apoyo a este último proyecto, y el campesinado ruso se
convirtió en el último grupo europeo de este sector que abandonaba la
servidumbre.
Se
sucedieron otras reformas: en 1864 se creó una nueva administración judicial
basada en el modelo francés, dotada de un nuevo código penal y un sistema
simplificado del procedimiento civil y penal; ese mismo año, se elaboró un
régimen de gobierno local autónomo (Zemstvo) para los distritos aldeanos;
extensivo en 1870 a las grandes ciudades, con asambleas electivas que poseían
un derecho fiscal limitado, y una nueva policía rural y municipal, bajo la
dirección del Ministro del Interior. Alejandro sería el segundo monarca,
después del rey Luis I de
Portugal,
en derogar la pena capital. Pero, sin embargo, los trabajadores demandaban
mejores condiciones de trabajo; las minorías nacionales querían la libertad. Con
todo, los radicales comenzaron a formar sociedades secretas y a utilizar la agitación
revolucionaria, por lo que, Alejandro II se sintió obligado a adoptar severas
medidas represivas. Para probar el efecto de algunas reformas liberales y sofocar
la agitación revolucionaria, promulgó un decreto en el que se creaban
comisiones especiales, compuestas por altos funcionarios y personajes privados
que debían preparar las reformas en diversas ramas de la administración.
En 1863 Alejandro II volvió a establecer la Dieta de Finlandia, poniendo en marcha varias reformas que aumentaban la autonomía finlandesa, estableciendo una moneda propia (marco finlandés). La liberación de la empresa llevó a un aumento de la inversión extranjera y a un profundo desarrollo industrial. También elevó el idioma finés a lengua nacional, equiparándola al sueco, lo que posibilitaba una mayor proporción de la sociedad. Alejandro II fue considerado como "el buen zar" en Finlandia. Esta actitud hacia Finlandia podría considerarse como una muestra de que las reformas serían más fáciles de poner en práctica en un pequeño país, que en el conjunto de Rusia. El trato benevolente hacia Finlandia puede ser considerado como una recompensa por su lealtad durante la Guerra de Crimea y durante la sublevación polaca; también podría ser un intento de debilitar los fuertes lazos que Finlandia mantenía aún con Suecia.
En 1866, Alejandro II sufrió, en San Petersburgo, un atentado cometido por Dmitry Karakozov, y para celebrar el haber salvado la vida, se construyeron iglesias y capillas en muchas ciudades de Rusia. En la mañana del 20 de abril de 1879, cuando iba caminando hacia la Plaza de la Guardia Personal, fue atacado por un estudiante llamado Alexander Soloviev que disparó cinco veces, fallando y siendo condenado a muerte y ahorcado el 28 de mayo. Este estudiante actuó por su cuenta, pero otros revolucionarios estaban deseosos de asesinar a Alejandro. En diciembre de 1879, el grupo revolucionario radical Naródnaya Volya (Voluntad del pueblo), hizo explotar una bomba en la estación ferrocarril de Livadia (Moscú), pero sin alcanzar al vagón del zar. En la noche del 5 de febrero de 1880, el mismo conjunto revolucionario llevó al cabo un atentado en un salón del Palacio de Invierno, pero el zar volvió a salir sano y salvo, aunque 67 personas resultaron muertas o heridas. Como había hecho cada domingo, durante veinte de años, el zar se dirigió al Cuartel de la Manege en San Petersburgo para revisar los regimientos de la Guardia de Infantería de Reserva y la Guardia Cazaminas; lo hizo en un transporte cerrado acompañado de seis cosacos y un séptimo con el cochero. El transporte era seguido por dos trineos, donde iban: el jefe de la policía y el jefe de la guardia del zar. Siguió, como siempre, la misma ruta a través del Canal de Catalina y el Puente Pevchesky, hacia la Catedral de San Isaac. Era una calle estrecha, un hombre joven de pequeña estatura, que llevaba un pesado abrigo negro, caminaba por la calle en dirección del transporte imperial; llevaba un pequeño paquete blanco; era el revolucionario Nikolai Rysakov, que tiró una bomba al paso del carruaje. La explosión mató a uno de los cosacos, hirió gravemente al conductor y a gente que estaba en la acera, mientras que el carruaje sólo resultó dañado. Era un regalo de Napoleón III emperador de Francia. El zar resultó ileso. Rysakov fue arrestado y el Jefe de la Policía, consciente de que había otro asesino cerca, insistió al zar para que saliera de la zona. Alejandro estuvo de acuerdo, pero, antes quería ver el lugar de la explosión. Rodeado por guardias y cosacos, se acercó al agujero que había en la calle. Fue entonces cuando un hombre joven, Ignacy Hryniewiecki, que estaba cerca levantando ambos brazos, tiró algo a los pies del zar. Más tarde se supo que había una tercera bomba entre la multitud. Un hombre llamado Iván Emelyanov estaba preparado para tirar otra bomba en el caso de que las otras dos bombas no resultaran. Alejandro fue llevado en trineo hasta el Palacio de Invierno, con ambas piernas destrozadas, desangrándose. Los miembros de la familia imperial se apresuraron a acercarse a la cama del moribundo. Uno de ellos fue el sensible niño de 13 años, hijo mayor del zarevich Alejandro (Alejandro III), que sería el futuro emperador Nicolás II. Eran las 3:30 del día 13 de marzo de 1881, cuando el zar Alejandro II dejó de respirar.
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Ramón Martín
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