Cartuja de Miraflores
Se
trata de un monasterio perteneciente a la Orden de los Cartujos,
orden católica originaria de la región francesa de Chartreuse que da el
nombre de cartujas a sus monasterios. Su construcción comenzó cuando reinaba en
Castilla Juan
II (1406-1454) y este donó a la orden, el
año 1442, un terreno cercano a Burgos, hasta entonces ocupado por un palacio de
caza, construido por el rey Enrique
III el Doliente (1379-1406),con
influencia mudéjar que se denominó de Miraflores, y que se incendió
en octubre de 1452, por lo que se procedió a erigir un monasterio e iglesia
para los monjes cartujos. El obispo de Burgos, Alfonso de Cartagena,
encargó la obra al arquitecto alemán Juan de Colonia, el introductor en
la península del gótico flamígero y que, por entonces, participaba en la
construcción de las agujas de las torres de la Catedral de Santa María de
Burgos, quien concluyó los planos de la cartuja en 1454. Sin
embargo, las obras estuvieron paralizadas de 1464 a 1465 por falta de fondos
durante las guerras civiles castellanas del siglo
XV.
En
1477, se reanudan las obras, gracias a la intervención de la reina de Castilla,
doña Isabel
la Católica. Durante el reinado de esta reina se
terminará el Retablo Mayor, así como el sepulcro del rey Juan
II de Castilla y de su esposa la reina Isabel
de Portugal, que está situado en el presbiterio
hecho en alabastro por Gil de Siloé. La iglesia de la cartuja es,
ante todo, un panteón real, ocupado por la familia de Isabel.
Cuando muere Juan de Colonia, continua la tracería arquitectónica
Garcí Fernández de Matienzo, que muere de peste en 1478, siendo
su sucesor Simón de Colonia, hijo de Juan de Colonia.
Las obras para cubrir el templo se terminan hacia 1488. Entre 1532 y 1539, se
emprenden otras obras arquitectónicas bajo la dirección de Diego de
Mendieta, creándose las capillas laterales del lado izquierdo, además
de dotar de mayor altura a la iglesia. Se procede también a incorporar agujas
y pináculos, y se coloca la crestería gótica.
La
cartuja está habitada, desde el momento de su fundación, por monjes de la Orden
Cartuja. Su vida está basada en la alabanza de Dios y el rezo
por las necesidades del mundo, partiendo de una vocación ermitaña. Los
monjes viven en celdas (ermitas) independientes, en soledad y silencio. En
el interior de su celda, los monjes rezan a la Virgen, siempre que entran,
desarrollan trabajos y se dedican a la lectura y meditación; únicamente salen
de su celda para rezar las horas en el oratorio o la iglesia y para momentos muy
concretos de la vida comunitaria, como pueden ser: el paseo semanal o el recreo
dominical, en los cuales los monjes comparten el tiempo juntos. Los monjes
cartujos admiten la incorporación de nuevas vocaciones en su monasterio. Como
norma general, la edad adecuada, para entrar como postulante, está entre los 20
y los 45 años. Hasta convertirse en cartujo, han de superarse algunas fases que
garantizan la adecuación a la vida contemplativa.
Hagamos
una breve descripción del monasterio, deteniéndonos en las partes más dignas de
mención, ya que, si nos detenemos en cada caso, podríamos llenar páginas
enteras, gracias a su gran valor artístico y arquitectónico.
La Planta: La planta
del monasterio sigue el modelo de los monasterios cartujos de la época: se
desarrolla partiendo de la colocación de la iglesia y el trazado de los dos claustros
correspondientes a cada grupo de monjes cartujos que lo habitan: padres y
hermanos. Alrededor de estos dos claustros, se sitúan las ermitas
individuales que permiten a los monjes vivir en soledad y silencio, propios de
la espiritualidad cartujana. La planta de la iglesia es de una sola nave
longitudinal cuatripartita, distribuyendo los espacios correspondientes al presbiterio,
el coro de los padres, el coro de los hermanos y la estancia
de los fieles. La nave está cerrada con bóvedas de crucería con terceletes,
manteniéndose el original trazado gótico.
La Portada: Se
alzó en 1486 en el lateral izquierdo del templo, sirviendo de acceso directo de
los fieles desde el exterior del monasterio. La forman arquivoltas apuntadas,
decoradas con vegetales, animales y algunos motivos figurativos humanos. La
arquería se sitúa bajo un gran arco conopial con macollas.
En el tímpano podemos ver la Compasión de la Virgen, representada
— siguiendo los cánones bajomedievales—, sentada sujetando en brazos a su Hijo
muerto, y los símbolos de la luna y el sol sobre los brazos de la cruz. Estilísticamente
se vincula a los Colona, que intervinieron en el levantamiento del
templo. Entre 1657 y 1659 se ordenó su traslado a la ubicación actual en la
fachada oeste, a los pies de la nave del templo, aunque, posteriormente, en
2010 se procedió a restaurar la portada devolviéndola a su estado original y
así recuperar la escultura de la Compasión de la Virgen. Se accede a
ella desde el patio de la portería.
El Patio: Para acceder a la Iglesia y poder contemplar la portada,
es necesario pasar por un patio ajardinado que data de la primera mitad del
siglo XVI; y que sirve de conexión entre las estancias del monasterio con las
dependencias de servicio y la portería. En el encontramos una estatua de San
Bruno de Colonia, fundador de la Orden. Precediendo al patio, nos
encontramos con un galería porticada, formada por arcos de medio
punto que sostienen bóvedas de arista rebajadas, y que son rematadas
con clave con decoración modular.
Antes de ingresar al
interior del monasterio, debemos detenernos un instante admirando, desde fuera
—luego lo haremos desde dentro—, las maravillosas vidrieras que tiene este
templo.
Las Vidrieras: El año 1488 son incorporadas, obra de Nicolás
de Holanda, por encargo realizado por Martín de Soria
el año 1484. En el ábside reflejan la vida de la Virgen María y la infancia de
Jesucristo; las del lado del evangelio la Oración en el huerto, la Flagelación,
la Coronación de Espinas, la Subida al Calvario y la Crucifixión;
mientras que, las del lado de la epístola el Descendimiento, la Resurrección,
la Ascensión, Pentecostés y el Juicio Final. En ellas
dominan los colores claros y sus escenas tienen un carácter naturalista.
Ahora
si podemos pasar al interior, y maravillarnos con los detalles.
El Retablo Mayor: Realizado en estilo gótico, entre 1496 y 1499, no tiene la
tradicional composición de cuerpos y calles Es obra de Gil de Siloé
en madera de nogal, dorada y policromada por Diego de la Cruz. Dorado
con oro procedente de los viajes de Colón. En los últimos años del siglo XV,
Burgos, a pesar de su escasa población (unos 15.000 vecinos), gozaba de gran
prosperidad y riqueza, siendo el mayor centro artístico de todo el reino de
Castilla. En el se pueden ver escenas de la pasión y muerte de Jesús, la
representación de los cuatro evangelistas, y diferentes santos. Es muy
llamativo es el tambor giratorio situado encima del sagrario, que,
probablemente, importado de Flandes o Alemania, tiene relieves fijados en él
que van girando, gracias a un complejo sistema que hay por detrás, mostrando uno
diferente según el momento del tiempo litúrgico en el que estemos:
Sepulcros Reales: El conjunto es obra de Gil de
Siloé por encargo de la reina doña Isabel
la Católica.
En el centro de la nave el
sepulcro del rey Juan
II de Castilla y de la reina Isabel
de Portugal, realizado en alabastro, en estilo gótico. Con planta
octogonal, tiene forma de estrella de ocho puntas, resultado de superponer un
cuadrado y un rombo. Los vértices de la estrella están adornados con figuras
alegóricas: santos y apóstoles y, en las esquinas aparecen las imágenes
sedentes de los cuatro evangelistas. Completan la decoración del sepulcro, en
torno al lecho mortuorio y en el soporte de la estrella, una serie de escudos
reales, figuras de animales, decoraciones vegetales y motivos arquitectónicos.
El zócalo que separa el sepulcro del suelo está decorado con figuras de
animales y motivos vegetales. La estatua yacente representa al rey Juan
II de Castilla, con su cabeza descansando sobre
dos almohadones y vuelta ligeramente hacia el exterior. Está cubierto con un
rico manto y adornado con numerosas joyas. En la mano derecha —mutilada en la
actualidad—, sostenía el cetro real, y con la mano izquierda recoge los
pliegues de su manto real. El rey calza chapines apoyados en una peana bajo la
que aparecen dos leones que están luchando y tienen entrecruzadas sus patas. La
otra estatua yacente representa a la reina Isabel
de Portugal, con su cabeza descansando sobre
dos almohadones y vuelta ligeramente hacia el exterior. La estatua muestra a la
reina más recostada que su esposo y apoyando ligeramente el peso de su cuerpo
sobre su brazo izquierdo. La reina viste ropa larga con sobretúnica y el manto
con el que se cubre está adornado con aljófares y pedrerías. En las manos lleva
guantes y varios anillos, y sostienen un devocionario abierto. A los pies de la
reina están colocados un niño, un león y un perro, símbolo este último de
fidelidad conyugal.
En el lado del Evangelio de
la iglesia, se encuentra colocado el sepulcro del infante Alfonso de Castilla, también
realizado en alabastro y de estilo gótico, como el de sus padres. Es de
tipo arcosolio, y está rematado por un arco conopial con arcada
angrelada, adornado todo ello con motivos vegetales, perdidos en buena parte,
ángeles tenantes que sostienen el escudo del reino de Castilla y León, y
una imagen del arcángel San Miguel rematando el conjunto. El
sepulcro está enmarcado por dos pilastras que, partiendo del suelo de la
iglesia, se prolongan en altura más allá de los arcos escarzano y conopial.
Las pilastras están adornadas con imágenes de apóstoles y santos, y
están coronadas por un relieve que representa la Anunciación.
Sillerías del Coro:
Coro de los Padres: Compuesto por cuarenta
sitiales distribuidos en dos grupos de veinte a cada uno de los
lados de la nave y un grupo de diez en el muro trasero de
los altares barrocos. Este espacio, reservado, como su nombre indica, a
los Padres, para el rezo de las Horas, es de madera de nogal,
realizado entre 1486 y 1489 por el escultor Martín Sánchez. A las sillas
de los padres se suman: la silla del celebrante, el facistol y
el atril. Algunas sillas fueron destruidas durante la invasión francesa
de 1808, pero fueron sustituidas por otras de autor desconocido.
Coro de los Hermanos: Situado junto al coro de los Padres, consta
de catorce sillas de madera, siete a cada uno de los lados. La talla es
obra del escultor Simón de Bueras hacia 1558, con la colaboración
de Esteban Xaques y Juan de Sabugo. La decoración de los
paneles dorsales, de influencia italiana, se complementa en la parte superior
central de diversos motivos de temática hagiográfica.
En el muro que divide el Coro
de los Hermanos y el de los Padres, existe una puerta central, que
separa dos altares —llamados Altares Menores—, con sendos retablos
gemelos que fueron realizados en 1659 por Policarpo de Nestosa y Bernardo
de Elcarreta. La ornamentación de ambos se completa con varias
pinturas, distribuidas a lo largo de dichos retablos, con diversas escenas de
la vida de Cristo e imágenes de Santos. Remata el conjunto la imagen de la Inmaculada
Concepción rodeada de ángeles atribuida a Bernardo de Elcarreta.
Sacristía:
En ella se conserva un retablo del
siglo XVIII, aunque con tres tablas de estilo barroco, del siglo XVII. La más
importante de ellas es la atribuida al pintor riojano Diego de Leyva,
en la que podemos contemplar la escena de la Adoración del Niño Jesús por
los pastores, las otras dos tablas de la época representan a San Hugo,
obispo de Lincoln y a San Hugo, obispo de Grenoble.
Con esta breve descripción del exterior
y el interior de la Cartuja, doy por finalizado este trabajo sobre una de los
monasterios con más significado que hay en nuestro país.
Comentarios
Publicar un comentario