María Teresa de Austria, primera esposa de Luis XIV rey de Francia
Nace como Infanta de España
en el Real Monasterio de El
Escorial el 20 de septiembre de 1638, hija del matrimonio formado por el
rey Felipe IV de España y su
primera esposa, la francesa Isabel de Borbón. En
sus primeros años recibió una notable educación en compañía de su único
hermano, el príncipe de Asturias Baltasar Carlos. La muerte de su madre y
después la de su hermano, supondrían un gran varapalo para la Infanta, así como
para su padre, quien, quedaría marcado para siempre por las pérdidas, sobre
todo de su heredero, ya que la muerte del Príncipe de Asturias,
además de representar una tragedia familiar, significó la inestabilidad
dinástica de España. Pronto el estado se puso en marcha para que el rey
volviera a contraer matrimonio y pudiera engendrar un heredero varón. No tardó
mucho Felipe IV en
encontrar una nueva reina. La elegida sería la archiduquesa Mariana
de Austria, con la que contraería matrimonio en 1649 en
Navalcarnero. La relación de la Infanta María Teresa con su madrastra fue buena,
ya que se llevaban, tan solo, cuatro años. María Teresa seguirá siendo Princesa
de Asturias hasta el nacimiento del príncipe Felipe Próspero, quien,
tras su pronta muerte, sería sustituido por el futuro Carlos
II.
Pronto, las autoridades españolas
comenzaron a pensar en una posible boda María Teresa, y cómo esta podía beneficiar
a los intereses estratégicos de la Corona. Antes de que Felipe Próspero
naciera, ya se habló de la posibilidad de un matrimonio con el rey Luis
XIV de Francia, pero que se descartó, al temer una posible unión
de los dos países en un único reino. Por entonces, la opción más atractiva era casarla
con Leopoldo I de Austria, lo que defendía la reina Mariana,
a la sazón, hermana del novio. Al nacer Felipe Próspero y dejar de ser
María Teresa, la heredera directa del imperio español devolvió el
entusiasmo a los que defendían el matrimonio con el monarca galo. Dieron así
comienzo unas intensas negociaciones entre los dos gobiernos, que cristalizarían
con un acuerdo y el fin del conflicto bélico que enfrentaba a ambas naciones
desde 1618, la Guerra de los Treinta Años. El acuerdo establecía la
renuncia de María Teresa a la corona española, a cambio de una generosa dote,
que jamás llegaría a sus manos, ya que las arcas del estado español estaban en
un estado calamitoso tras décadas de guerras en Europa.
La boda por poderes se celebraría
en Fuenterrabía, el 3 de junio de 1660, y cuatro días después María Teresa
abandonaría su patria, para encontrarse con su prometido. La boda física se
produce el 9 de junio en San Juan de Luz. El matrimonio llegará a París a
finales de agosto de ese mismo año, siendo recibidos con algarabía por los parisinos.
Los primeros años de matrimonio fueron felices, tanto que el rey —profundamente
enamorado de la española—, no la dejaba sola ni un solo instante. María Teresa,
por su parte, pareció encontrar la felicidad en la corte francesa, gracias a su
suegra y al mismo tiempo tía, Ana
de Austria, también española. Esta bonanza tiene su culminación
el 1 de noviembre de 1661, al nacer el heredero, el príncipe Luis. Sin embargo,
es a partir del nacimiento de su primer hijo, cuando el rey comenzó a perder
interés en su esposa y a tener diversas relaciones extramatrimoniales. La
Reina, conocedora de las deslealtades de su marido, las aceptó con resignación
y responsabilidad de estado; incluso la duradera relación con la marquesa de
Montespan. Es muy probablemente que, desilusionada, comenzara a
desinteresarse por la Corte, y a concentrarse en el juego. Por su parte, el rey,
comenzará una nueva relación con madame de Maintenon, en 1670, a la que
conoció cuando era la institutriz de uno de sus hijos ilegítimos con la de
Montespan, el duque de Maine.
La reina, completamente desplazada
del centro del poder, y poco menos que repudiada por su marido, sufrió un
decaimiento físico que se agravaría en julio de 1683. A consecuencia de lo
cual, moriría en Versalles, el 30 de julio de ese año. No obstante, su marido,
con quien apenas tenía trato, la recordaría con ternura, describiéndola como una
mujer buena y discreta que jamás le ocasionó problema alguno. Sin embargo, pronto,
posiblemente ese mismo año, contraería matrimonio secreto con madame de
Maintenon, con la que compartiría su vida hasta el fin de sus días en 1715.
Los restos mortales de la reina María Teresa fueron enterrados en la cripta de
la Basílica de Saint-Denis, aunque su corazón, fue llevado a la Iglesia
de Val-de-Grâce.
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