Gonzalo Queipo de Llano y Sierra
Nació en Tordesillas
(Valladolid), el 5 de noviembre de 1875. Era hijo del juez municipal de
Tordesillas, don Gonzalo Queipo de Llano y Sánchez y de María de las
Mercedes Sierra y Vázquez de Novoa. En 1887 ingresó en el Instituto de
Bachillerato de Ponferrada, aprobando los tres primeros cursos en el de León
mientras compaginaba sus estudios en el Seminario Diocesano. En 1891 se fugó
del seminario marchando a Ferrol, donde se alista en el 4.º Batallón de
Artillería de Plaza como educando de trompeta. Cumplidos dieciocho años sentó
plaza de artillero de segunda en esa unidad y comenzó a preparar la oposición
de ingreso en la Academia de Caballería de Valladolid, adonde se incorporó el 1
de septiembre de 1893.
El 21 de febrero de 1896, el
Gobierno de CÁNOVAS,
ante las vacantes de oficial producidas por la GUERRA
DE CUBA, decidió anticipar la entrega de despachos a los alumnos de las
academias militares, por lo que la promoción de Queipo fue promovida a segundo
teniente, siendo él destinado al Regimiento de Dragones de Santiago, en
Granada. Ese mismo año solicitó pasar al Ejército de Operaciones de Cuba, al
Regimiento de Caballería Pizarro, en La Habana, entrando en combate. En octubre
fue ascendido a primer teniente por méritos de guerra. En febrero de 1897 fue
destinado al Regimiento Expedicionario del Príncipe, interviniendo en diversas
acciones, por las que fue promovido a capitán. Continuó en aquella zona hasta
la capitulación de Santiago de Cuba a primeros de julio de 1898, siendo
recompensado con la cruz de María Cristina, En octubre regresó a la península
en el Regimiento de Reserva de Valladolid, como excedente de plantilla. En
noviembre de 1900, es destinado al Regimiento de Lanceros de Villaviciosa, en
Jerez de la Frontera, de donde paso al de Lanceros de Borbón, en Salamanca, en 1901
a Salamanca, y poco después al de Farnesio de vuelta a Valladolid. Los
frecuentes cambios de unidad caracterizarán su carrera militar. En Valladolid, contrajo
matrimonio en la parroquia de San Pedro con Genoveva Martí y Tovar, hija
del magistrado juez presidente de la Audiencia Territorial; al no haber
solicitado la preceptiva licencia al Ministerio de la Guerra, el enlace no se
regularizó hasta que se acogió a la amnistía de mayo de 1918. En octubre de
1902 solicitó el traslado al Regimiento de Lanceros de la Reina en Alcalá de
Henares y en noviembre de 1909, marchó a Melilla con su unidad tras la masacre
del Barranco del Lobo.
A su regreso a Madrid
protagonizó el primero de los numerosos conflictos con el mando y con el poder
constituido que jalonarán su trayectoria. La guarnición de Madrid se encontraba
crispada al conocer la prodigalidad del ministro de la Guerra, general Agustín
Luque, en algunos casos y su cicatería en otros para recompensar los hechos
de armas de la campaña de Melilla. El diputado carlista Joaquín Llorens aprovechó
para criticar en la prensa y en el parlamento la citada política de recompensas
y Queipo de Llano, bajo el seudónimo de Santiago Vallisoletano, Se
dirigió en portavoz de sus compañeros, firmando dos cartas dirigidas a Llorens.
El director de El Ejército Español, órgano oficioso de Luque, también
replicó airadamente y Queipo respondió organizando una manifestación de
oficiales. El incidente le costó dos meses de arresto en el Castillo de
Santa Catalina de Cádiz y la pérdida de su destino, quedando en situación de
excedencia forzosa en Madrid. Cumplido el arresto, solicitó un año de licencia
sin sueldo, trasladándose a Buenos Aires, a su regreso, ascendió en noviembre
de 1911, a comandante por antigüedad.
Meses después en enero de
1912 logró acomodo en la Junta Provincial del Censo de Ganado Caballar y Mular
de Albacete, donde permaneció hasta septiembre, cuando fue destinado al
Regimiento de Cazadores de Vitoria, en Granada, embarcando inmediatamente hacia
Alcazarquivir donde se hizo cargo de los tres escuadrones destacados en el recién
constituido Protectorado de Marruecos. En febrero de 1913 vuelve a
cambiar de destino, esta vez al Grupo de Caballería de Larache. Al alzarse en
armas El Raisuni, participó en diversos combates, siendo recompensado con una
segunda cruz de María Cristina. Sus acciones al frente de una columna montada le
valieron el ascenso a teniente coronel por méritos de guerra en abril de 1914
y, al mando de un Grupo de Caballería traído de la península, volvió a combatir
en la misma zona. Al regresar los escuadrones que le componían a la Península, en
noviembre de 1915, se hizo cargo de la Yeguada Militar de Larache, donde cesó en
abril de 1916 y pasó a encargarse del Juzgado Militar de dicha plaza, puesto donde
estuvo hasta que, en noviembre, afectado por una grave enfermedad regresó a
Madrid e ingresó en el Hospital Militar de Carabanchel, donde será dado de alta
en febrero de 1917 y destinado al Establecimiento de Remonta de Córdoba. Tras
dos meses, solicitó la excedencia y se estableció en Ávila.
En abril de 1918 volvió al
servicio activo, destinado al Regimiento de Húsares de Pavía de Alcalá de
Henares, desde donde fue trasladado al Depósito de Reserva de Lugo, ascendiendo
a coronel en agosto, volviendo a Alcalá de Henares para mandar el Regimiento de
Lanceros de la Reina, donde permaneció cuatro años hasta que, en diciembre de
1922, NICETO
ALCALÁ-ZAMORA le ascendió a general de brigada y le nombró 2.º Jefe de la
Zona de Ceuta. Entre 1923 y 1924, al frente de su columna de operaciones, sofocó
los focos rebeldes que hostigaban los movimientos de las tropas españolas en
Gomara. En mayo de este último año, PRIMO
DE RIVERA, le trasladó al Gobierno Militar de Cádiz, aunque, al poco
tiempo, el general Aizpuru, alto comisario de España en Marruecos, le
reclamó para que se hiciera cargo de la Zona de Ceuta, operando en la zona de
Tetuán. Aquí, junto al teniente coronel FRANCISCO
FRANCO, fundó la Revista de Tropas Coloniales. PRIMO
DE RIVERA debió pensar que Queipo representaba un peligro potencial al
frente de esa publicación, que había adquirido un gran predicamento en
ambientes castrenses.
Conocidos sus conciliábulos
con FRANCO
para deponer a PRIMO
DE RIVERA, este le destituyó, fulminantemente, en septiembre de 1924 y le
impuso un mes de arresto en el castillo de Ferrol, lo que trajo consigo su
enemistad visceral con el Dictador, que decidió alejarle de Madrid y le envió a
mandar la III Brigada de Caballería, al tiempo que era el gobernador militar de
Córdoba. En julio de 1926, tras conocerse que, junto con el general López
Ochoa, había constituido la Asociación Militar Republicana, fue de nuevo
cesado, quedando como disponible forzoso en Madrid. En mayo de 1928, el general
Martínez Anido, vicepresidente del Gobierno, decretó su pase a la primera
reserva, lo que en la práctica suponía su baja en el ejército. A partir de ese
momento, sus actividades sediciosas se incrementaron. En enero de 1929, se implicó
en la intentona golpista encabezada por el expresidente SÁNCHEZ
GUERRA, con el apoyo de LERROUX
y del general López Ochoa, encargado de declarar el estado de guerra en Albacete
y Murcia. En agosto de 1930 tras firmarse el Pacto de San Sebastián, promovido
por Alianza Republicana, se formó un comité revolucionario para derrocar la
Monarquía, en el que se integró, acordando alzarse en armas para proclamar la
República el 15 de diciembre. Tres días antes, los capitanes Fermín Galán
y Ángel García Hernández la proclamaron en Jaca. Alzamiento sofocado por
el gobierno de BERENGUER,
que mandó fusilar a los dos capitanes y encarcelar a ALCALÁ-ZAMORA,
CASARES
QUIROGA y Miguel Maura. El día 15, en Madrid, Queipo y el comandante
Ramón Franco se apoderaron del aeródromo de Cuatro Vientos. Queipo, por la
radio, proclamó la República en toda España y Ramón Franco se apropió de un
avión para bombardear el Palacio Real e inundar la capital de octavillas, pero
al comprobar que las centrales sindicales no habían declarado la huelga general,
regresó a Cuatro Vientos y, junto con Queipo, Hidalgo de Cisneros y otros
aviadores, volaron hacia Portugal, pasando después a Francia.
En los primeros meses de
1931, se limitó a frecuentar las reuniones que en París mantenían Marcelino
Domingo, DIEGO
MARTÍNEZ BARRIO, INDALECIO
PRIETO y algunos políticos vascos y catalanes. El 24 de febrero, el Presidente
del Consejo de Ministros, el general BERENGUER,
dispuso su baja definitiva en el ejército. El 14 de abril, nada más conocerse
la proclamación de la República, regresó a España y AZAÑA
decretó su vuelta al servicio activo, su ascenso a general de división y su
nombramiento como jefe de la 1.ª División Orgánica, en Madrid. El 25 de abril, prometió
por su honor ser leal a la República, obedecer sus leyes y defenderla con
las armas, promesa que vulneraría en 1936. En julio, AZAÑA
le confió la Inspección General del Ejército, recién creada, y en diciembre, elegido
NICETO
ALCALÁ-ZAMORA Presidente de la República, le nombró jefe de su Cuarto
Militar. En marzo de 1933 se decretó su cese en aquel puesto y pasó a la
situación de disponible forzoso, y en septiembre, al ganar las elecciones la
derecha, LERROUX
le nombró inspector general de Carabineros, cargo del que fue cesado a los ocho
meses. El matrimonio de su hija Ernestina con el hijo mayor del Presidente de
la República el 29 de diciembre de 1934 le volvió a sacar del ostracismo en la
que se encontraba y, de nuevo con LERROUX
al frente del gobierno, volvió a ser nombrado inspector general de Carabineros
en febrero de 1935, puesto que conservaría cuando la coalición electoral del
Frente Popular ganó las elecciones en febrero de 1936.
A partir de ese momento,
se desencadenan varios procesos insurreccionales: el organizado por la Junta de
Generales, encabezada por el general Rodríguez del Barrio, que
terminaría bajo la dirección de MOLA;
el de la Junta Suprema de la Comunión Tradicionalista, que ofreció a Sanjurjo
la jefatura del Requeté, y el que preparaba Queipo de Llano. A finales de
abril, MOLA
decidió integrar a Queipo en la trama golpista, pese a las muchas reticencias
que despertaba su figura, ambos se entrevistaron en Pamplona. Se le encomendó
sublevar Sevilla, ciudad donde eran muy pocas las esperanzas de éxito. A
primeros de julio, con la excusa de revistar las unidades de Carabineros
andaluzas y acompañado por su mujer y sus dos hijos solteros, inició el periplo
que le conduciría a Sevilla, el día 11 comenzó a sondear la actitud de los
jefes de cuerpo. El día 18 partió de Huelva y, acompañado por un capitán, se
presentó en el palacio de Capitanía, y exigió al general Villa-Abrille que
declarara el estado de guerra. Ante su negativa, le arrestó, se autoproclamó
jefe de la División y se dirigió con su ayudante al cercano Regimiento de
Infantería n.º 6, donde se identificó como jefe de la División. Formó en el
patio a los soldados presentes aquel domingo en el cuartel, les arengó y
organizó dos secciones para que leyeran por la ciudad el bando declarando el
estado de guerra, pero se vieron obligadas a replegarse al ser tiroteadas por
la Guardia de Asalto. De vuelta en Capitanía, telefoneó al coronel Mateo, jefe
del Regimiento de Caballería, quien rechazó sublevarse, por lo que fue arrestado,
tomando el mando de la unidad un comandante. Después llamó al del Regimiento de
Artillería Ligera n.º 3, que se puso a sus órdenes. Y por último, a los
comandantes militares de todas las provincias andaluzas, solo los de Cádiz y
Córdoba le obedecieron; el de Málaga se mostró dubitativo, y los demás se
negaron. A continuación, se inició una lucha por el dominio del centro de la
ciudad. El enfrentamiento con la Guardia de Asalto, que acató las órdenes del
gobernador civil, José María Varela Rendueles, tuvo lugar en los alrededores
del Ayuntamiento. Las ametralladoras y las dos baterías emplazadas por los
rebeldes decidieron la lucha a su favor, logrando hacerse con el Gobierno Civil
y con los barrios más céntricos de la capital.
Llegada la noche, Queipo
pronunció la primera de sus charlas radiofónicas a través de la emisora Unión
Radio, informando a los sevillanos de que se había hecho cargo del mando y
había encarcelado a las autoridades civiles y militares, Tras anunciarles la
inmediata llegada de legionarios y regulares desde Marruecos, les comunicó que
el golpe había triunfado en Navarra y en Castilla y León, y que sus tropas
estaban a punto de entrar en Madrid. Daba como seguro que se habían cumplido
los planes de MOLA,
lo cual no era cierto. Las charlas radiofónicas se repitieron día tras día. El
foco de atención se trasladó, el día 19, al aeródromo de Tablada. Aunque su
jefe, inicialmente, se mostró leal a la República y arrestó a los oficiales que
le instaban a unirse a Queipo, a medianoche puso aquella instalación al
servicio de los rebeldes. Ello permitió que, en la mañana del día 20,
aterrizasen los tres Fokker que transportaban a 42 legionarios
procedentes de Tetuán. Queipo se anunció por la radio que ya estaba en Sevilla
el ejército de África, embarcándoles en cinco camiones que recorrieron una y
otra vez las calles del centro de la ciudad, dando la sensación de que contaba
con gran número de tropas legionarias. No obstante, la situación en Triana y los
barrios humildes de la zona norte de la ciudad era abiertamente revolucionaria
desde el día 18. Para neutralizarla, Queipo formó tres columnas, integradas
cada una de ellas por unos 100 soldados, junto a medio centenar de falangistas
y requetés, que entraron a sangre y fuego en Triana en la tarde del día 20. La represión
fue terrible. El día 22, las mismas tres columnas se desplegaron ante las
murallas de la Macarena dispuestas a sofocar los focos de resistencia del norte
de la ciudad. Al caer la tarde, las barriadas del Pumarejo, San Julián y San
Luis habían caído en manos de los sublevados, iniciándose una oleada de
homicidios y detenciones.
Nada más dominar Sevilla,
Queipo puso en marcha varias columnas para someter la provincia y la de Huelva,
y enlazar con los núcleos de Córdoba y Granada. La operación se culminó a
primeros de septiembre, formándose una línea de frente que no experimentaría
grandes cambios hasta el final de la guerra, excepto por la ocupación de la
provincia de Málaga mediante una operación conjunta hispano-italiana en
enero-febrero de 1937, y en la occidental, con el cierre de la llamada bolsa de
La Serena de junio a agosto de 1938. El 12 de agosto de 1936, el general CABANELLAS,
presidente de la Junta de Defensa Nacional, le había confirmado en el
cargo de inspector general de Carabineros y nombrado jefe de la 2.ª División
Orgánica y de las fuerzas que operaban en Andalucía, a los que añadió el de
vocal de la citada Junta el 17 de septiembre. El 12 de diciembre FRANCO,
a los dos meses de ser designado generalísimo y jefe del Estado, articuló sus
tropas en tres grandes unidades tipo ejército: el del Norte, mandado por MOLA;
el del Sur, por Queipo, y el de Marruecos, por Orgaz.
Es muy difícil saber con precisión
el número de las personas asesinadas y ejecutadas en el territorio dominado por
Queipo, las estimaciones lo cifran en alrededor de 40.000. Solo en la ciudad de
Sevilla se han contabilizado 4.200 ejecuciones, entre ellas la del general Campins,
comandante militar de Granada que le negó su apoyo el 18 de julio, y otras
9.000 en la provincia. A estas muertes habría que añadir decenas de miles de
encarcelamientos y los padecimientos sufridos por la población malagueña
durante su masiva huida en febrero de 1937, la llamada Desbandá, en la
que, en los cálculos más optimistas, murieron unos 3.000 civiles.
El 15 de mayo de 1939, en
vísperas del Desfile de la Victoria que habría de recorrer, por primera vez, el
paseo de la Castellana, FRANCO
ascendió a Queipo a teniente general. Éste no lo consideró suficiente,
solicitándole la gran cruz laureada de San Fernando pero la petición fue desatendida,
lo que ahondó la brecha que se había abierto entre ellos. Un mes más tarde, el
20 de julio, sus críticas hacia el Caudillo acarrearon su destitución de los
cargos de inspector general de Carabineros y jefe de la 2.ª División Orgánica.
Queipo debió de advertir que enemistarse con FRANCO no
le reportaba ningún beneficio y, a través de la agencia EFE, manifestó su
admiración y fidelidad hacia el Caudillo. Este respondió quitándole de en medio,
nombrándole presidente del ente denominado Misión Militar Especial en Italia y
su Imperio. El 17 de diciembre se instaló en Roma, percatándose de que su cargo
carecía de contenido, por lo que reanudó sus críticas y lamentos. En marzo de
1940, el general Varela, ministro del Ejército, creyó poder apaciguarle
con la concesión de la Medalla Militar individual, pero Queipo no se conformó y
volvió a solicitar la laureada en tono más intempestivo. Al dársele la callada
por respuesta, insistió en ello y, al seguir siendo ignorado, solicitó ser
relevado de su cargo, alegando que la humedad de Roma quebrantaba su salud.
En enero de 1942 solicitó dos
meses de licencia para someterse a una revisión médica en Madrid. Varela
se los concedió y Queipo aprovechó la ocasión para darse un baño de masas en
Sevilla. Vigilado en todo momento por un comandante, la policía seguía
estrechamente sus pasos, informando de todos sus movimientos, e incluso su
correspondencia. Al cumplirse los dos meses, Varela le ordenó regresar
inmediatamente a Italia. La respuesta fue un certificado médico acreditativo de
su mal estado de salud, por lo que, finalmente, el 18 de junio FRANCO
decretó que quedara en situación de disponible forzoso en Málaga. En febrero de
1943, al cumplir sesenta y ocho años, se decretó su pase a la situación de
reserva y FRANCO,
no le nombró procurador de las recién creadas Cortes Españolas, cosa que había
hecho con casi todos los generales que combatieron a su lado. Sin embargo, en
septiembre de ese mismo año, Queipo fue uno de los pocos tenientes generales
que se resistieron a firmar el escrito promovido por Aranda y Kindelán
exigiendo la restauración de la monarquía. Debido a ello, al año siguiente le
concedió la ansiada laureada, precisando que se recompensaba únicamente su
actuación en Sevilla durante los días 18 al 26 de julio de 1936, es decir, no
su comportamiento a lo largo de toda la guerra, como él deseaba. En abril de
1950, al conmemorarse el XI aniversario de la victoria, le concedió el título
de marqués de Queipo de Llano.
En el invierno de 1951, al
agravarse su estado de salud, pidió ser trasladado en ambulancia a Sevilla,
donde falleció el 9 de marzo, recién cumplidos los ochenta y seis años, en su
cortijo de Gambogaz, en el término municipal de Camas. La capilla ardiente se
instaló en el Ayuntamiento de Sevilla y sus restos fueron inhumados en la
capilla del Cristo de la Salvación de la basílica de la Macarena. En 2008, el
Juzgado Central de Instrucción n.º 5 de la Audiencia Nacional, que presidía
Baltasar Garzón, le imputó los delitos de detención ilegal y crímenes contra la
humanidad, declarándose extinta su presunta responsabilidad al constatarse su
fallecimiento.
Para la
realización de la presente biografía, se ha consultado WikipediA y la Real
Academia de la Historia. Las imágenes provienen de diversas fuentes, entre
ellas WikipediA y Pinterest.
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