Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro
Lejos de los héroes cinematográficos a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, hoy podemos conocer, o en su caso recordar, la azarosa historia de un madrileño que, procedente de una inclusa, llegó a convertirse en un héroe.
Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro
Es diciembre de 1868, el pasado 8 de mayo se ha constituido un gobierno provisional, que preside Serrano y del que forman parte Prim y Sagasta, que durará hasta el 18 de junio del año siguiente. El 10 de octubre, en Cuba, Carlos Manuel de Céspedes se lanza a luchar por la libertad y la independencia de la isla. Mientras que nueve días más tarde, el 19 de octubre, un decreto adopta la peseta como sistema monetario. Pero todo esto, Luisa García, solo lo conoce de oídas y, en realidad, tampoco le ha prestado demasiada atención, analfabeta, es una habitante de la nada, cuya principal urgencia es sacar adelante a su pequeño Eloy.
Inclusa
Dada su situación decide abandonar a su suerte al recién nacido, por lo cual, el martes 1 de diciembre de 1868, se dirige a la Inclusa de Embajadores, en el Barrio de Lavapiés, para depositar un pequeño bulto, cubierto por una pequeña manta y con una escueta nota, escrita por algún anónimo escribano, que dice: “Se llama Eloy Gonzalo García, está sin bautizar y es hijo de Luisa García”. Luisa dejó a su pequeña criatura a las puertas de la iglesia, donde pensó que saldría adelante y, con su desgraciada existencia a cuestas, se alejó sin mirar atrás para no constatar el sinsentido de lo cotidiano.
El pequeño Eloy, será criado por Braulia Miguel, esposa de un guardia civil, Francisco Díaz, en Chapinería (Madrid) hasta los once años cuando fue, de nuevo, abandonado al dejar de enviarles la renta que la inclusa, les pagaba mensualmente para su manutención. A partir de ahí, se va ganando el sustento ejerciendo como jornalero, albañil, barbero y carpintero. Cansado de malvivir, ingresó en el Regimiento de Dragones de Lusitania número 12, donde pronto, gracias a su buena actitud y eficiencia, fue ascendido a cabo en 1891. Un año después, se incorporó al Cuerpo de Carabineros, siendo destinado en el verano de 1894 a la Comandancia de Algeciras.
Pero uno de los momentos más felices de su vida se convirtió en tragedia: tras obtener un permiso de doce días para visitar a su pareja, que vivía en Palmones, la halló siéndole infiel con un teniente de Carabineros, Eloy irritado, le insultó, llegando a sacar la pistola, con la intención de dispararle, cosa que no hizo por impedírselo los presentes. Por este suceso sería condenado a doce años de cárcel, siendo trasladado a la prisión de Valladolid.
El Grito de Baire, 23 de febrero de 1895, marca el inicio de la insurrección en Cuba. La necesidad de reforzar las tropas españolas, en la isla, llevaron al Gobierno de Cánovas a indultar por Real Decreto a todo el personal militar que se hallase en prisión, siempre que solicitase destino a la isla del Caribe. Eloy Gonzalo fue uno de los que se acogieron a dicho indulto, embarcando en el puerto de A Coruña el 22 de diciembre de 1895, en el vapor León XIII, con destino a Puerto Príncipe (Camagüey), en donde se incorporará al Regimiento de Infantería María Cristina número 63.
Mambises
El 22 de septiembre de 1896 unos tres mil mambises, armados con dos cañones, al mando de Máximo Gómez y Calixto García, cercaron el pueblecito de Cascorro, cercano a Puerto Principe y a 60 kilómetros de La Habana. Los españoles, unos 170 soldados al mando del capitán Francisco Neila y Ciria, entre los que se encontraba Eloy Gonzalo, estaban dispuestos a defenderse. El bombardeo de los cañones insurrectos era constante y las bajas se sucedían dentro del grupo español. El enemigo pide la rendición de la plaza, a lo que el capitán Neila, se niega. El 26 de septiembre la situación era tan comprometida que, se hace necesario volar un bohio, casa rural típica de la zona, desde donde les causan graves daños.
Eloy se presentó voluntario, alegando que no tenía parentela alguna ni novia que le esperase, a lo que su capitán accedió. Pertrechado con un fusil máuser, una lata de petróleo y una caja de cerillas, tras hora y media arrastrándose por la tierra de nadie, se plantó ante el bohío, donde se hacían fuertes los guerrilleros cubanos. Cuentan que puso una sola condición: que le ataran a una cuerda para, poder traerlo de vuelta a las líneas españolas por si moría en el acto. Eran las cuatro de la madrugada, cuando la roció de líquido inflamable, prendiéndolo fuego a continuación. La deflagración fue antológica, ocasionando la muerte de un centenar de caribeños, debido a la munición almacenada en su interior. Afortunadamente, nuestro protagonista, ya se encontraba a una distancia prudencial.
El depósito de municiones había sido destruido, en medio de la algarabía de los sitiados, que lograron salir de la posición que ocupaban y ocupar otra más ventajosa. A pesar de ello, los fusiles no dejarían de resonar hasta el 6 de octubre, en que llegó la columna de socorro, al mando del general Adolfo Jiménez Castellanos, para liberar a la guarnición. El héroe de Cascorro, siguió luchando en Cuba hasta su muerte en el Hospital Militar de Matanzas el 18 de junio de 1897, víctima, como otros miles de soldados españoles, de la enterocolitis ulcerosa.
El soldado Eloy Gonzalo García, fue condecorado por su acción con la Cruz de Plata al Mérito Militar, pensionada con 7,50 pesetas mensuales. También la recibió el soldado Carlos Climent Garcés, natural de Algemesí (Valencia), que salvó la vida a varios heridos llevándolos a la enfermería, bajo el fuego de los mambises; el capitán don Francisco Neila y Ciria fue ascendido a comandante y condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando. Los restos de nuestro Eloy fueron repatriados en el vapor San Ignacio, llegando a Santander en diciembre de 1898 junto a los restos de los generales Santocildes (que tiene una calle en el Portillo de Embajadores) y Vara del Rey (con una plaza cercana a la de Cascorro). Su cuerpo reposa en un mausoleo del Cementerio de la Almudena de Madrid junto a otros muertos en las guerras de Cuba y Filipinas. El Ayuntamiento de Madrid, decidió homenajearlo, dando su nombre a una calle en el barrio de Chamberí sufragando una escultura.
La estatua fue esculpida por el escultor segoviano Aniceto Marinas, siendo el pedestal del arquitecto madrileño José López Sallaberry. Fue inaugurada en 1902 por Alfonso XIII, en la antigua plaza de Nicolás Salmerón, que en 1941 pasó a llamarse plaza de Cascorro, como ya entonces, la llamaban los madrileños.
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