Abderramán IV, Califa de Córdoba en 1018



Este bisnieto de Abderramán III, en realidad nunca llegó a gobernar. Es su época el final del califato omeya en al-Ándalus, dando comienzo los reinos de taifas. Dos de estos régulos, cuando aún no se habían independizado del poder cordobés, Jayran de Almería y Mundir b. Yahya, los que lo proclamaron en Játiva el 29 de abril de 1018, califa de Córdoba, con el nombre de al-Murtada (el que goza de la satisfacción divina). 

Gobernaba en Córdoba, como califa, el beréber de origen africano al-Qasim b. Hammud, tras sustituir en el califato a su hermano Ali b. Hammud, que había sido asesinado en 1018, cuando se disponía a dirigirse a Jaén para cortar el paso a al-Murtada. El levantamiento de al-Murtada se produjo en el Levante de al-Ándalus, adonde se había retirado en época de las revueltas habidas al final del califato de Hisham II. Desde allí salió en compañía de sus partidarios con dirección a Córdoba. Antes, decidieron pasar por Granada, donde gobernaba el beréber sinhaya Zawi b. Ziri, que había participado en el ejército y en la política cordobesa desde tiempos de Almanzor. Al acercarse a Granada le envió una misiva, exhortándolo a sometérsele, pero Zawi b. Ziri, respondió negativamente. Al-Murtada, enojado, decidió atacar, pero los bereberes se habían organizado para recibirlo y tras varios días de enfrentamientos, derrotaron al pretendiente y a los ejércitos que lo apoyaban, además de poner en fuga a los adversarios, consiguieron grandes riquezas como botín, pues tan seguros de la victoria estaban los atacantes que habían acudido a la batalla con los pabellones llenos de alhajas. 

El primero en huir fue Mundir b. Yahya, seguido de Jayran, mientras que los amiríes con al-Murtada al frente resistieron algo más, ambos le traicionaron, y encargaron matarlo. Mientras ellos llegaban a Almería, Abderramán fue asesinado cerca de Guadix, sin haber reinado un solo día. Su cabeza fue enviada a los traidores, quienes, no conformes con haberle eliminado, la escarnecieron mientras bebían de alegría por su muerte. 

En cuanto a su adversario, Zawi b. Ziri, envió el pabellón real de al-Murtada a Qasim b. Hammud, en concepto de botín. Unos años más tarde, en 1025-1026, regresó a Ifriqiya (actual Túnez), de donde era originario y donde acabó sus días honrado por los suyos. 

Al-Murtada es alabado en las fuentes por sus virtudes, como ejemplo de su austeridad, se dice que nunca vistió de seda. De su familia se conocen dos hermanos, al Hakam el Ciego y Hisham III. Este último, después de la batalla de Granada, en la que también participó, se refugió en Alpuente, donde residió acogido por el emir Abdallah b. Qasim hasta 1029, aunque en 1027 había sido proclamado califa con el nombre de al-Mutadd. Respecto a sus descendientes, no se menciona más que a su nieto Abderramán b. Sulaymán b. al Murtada con el que se interrumpe su linaje.


FUENTE: Nubeluz

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