Ensenada y Jorge Juan


Había fallecido, en 1746 antes de acabar la guerra, Felipe V, siendo sucedido en el trono de la monarquía española por su hijo Fernando VI, partidario de la paz. Urgía el descanso y la reconstrucción de un imperio sometido a durísimas pruebas, desde principios de siglo. Contaba para ello con un buen plantel de hombres, que emprendieron inmediatamente la tarea.
    Probablemente, el más destacado de aquellos hombres, y para algunos, uno de los mayores estadistas de la historia de España, fue don Cenón de Somodevilla y Bengoechea, posteriormente conocido como marqués de Ensenada. Había nacido en una pequeña localidad riojana, aún discuten Alesanco y Hervías por la titularidad, en 1702, en el seno de una familia modesta. Trasladado a Madrid, Patiño, le dio varios empleos en el Ministerio de Marina. Fue nombrado comisario de varios departamentos en la escuadra que reconquistó Orán, de los ejércitos españoles en Italia, donde Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III, le concedió el título de marqués de la Ensenada en 1736.
    Al año siguiente secretario del Almirantazgo español, poco después intendente de Marina, ingresando en la Orden de Calatrava, y designado por Felipe V en 1743, titular de los ministerios de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, escapándosele solamente Estado y Justicia. Se enfrascó en reconstruir y reorganizar por entero las Fuerzas Armadas y la Hacienda.
    Pensaba Ensenada, que el rey de España, precisaba de una gran Marina, por ser una península y por tener el mayor imperio ultramarino conocido hasta entonces; y también un gran Ejército. Lo ideal hubiera sido tener una Marina tan potente como la inglesa, y un Ejército tan importante como el francés, pero esto estaba muy lejos de las posibilidades españolas de entonces.
    Pero más importante aún que el capítulo presupuestario, que nunca llegó a sobrepasar los dos tercios del gasto en el Ejército, era la Armada, necesitada de una reorganización y potenciación en todos los aspectos. La propuesta de Cenón de Somodevilla, era construir 70 navíos de línea, de 70 a 100 cañones, aparte de embarcaciones menores, capaces de lograr el respeto inglés, que por entonces tenía unos 100 navíos, y la benevolencia de Francia que desearía vivamente, tan importante refuerzo.
    En primer lugar, en 1748, se suprimieron el Cuerpo de Galeras y la Armada de Barlovento. También se suprimió el Almirantazgo, y se dieron las nuevas Ordenanzas de la Armada, tituladas Ordenanzas de S.M. para el gobierno militar, político y económico de su Armada real. Se publicaron las Ordenanzas de Montes, poniendo a disposición de la Armada la explotación de todas las fuentes de madera existente, disponible para la construcción naval. Se dio una importancia vital a la reforestación y mantenimiento de las masas arbóreas existentes. Por otro lado, se creó el Colegio de Cirugía, como centro de investigación y de enseñanza para los médicos de la Armada.
    Se trasladó el arsenal de Guarnizo al Ferrol, aunque el marqués de la Vitoria, no consideraba a esta última, el lugar adecuado. También se dio nueva planta al de Cartagena. Más decisivo aún fue la construcción de diques secos, el de Cartagena, el primero de todo el Mediterráneo y en España, con lo que las carenas se pudieron hacer en seco, no tumbándolos sucesivamente a una banda y otra. Incluso en el de Cartagena se introdujo por primera vez en España, una máquina de vapor para el achique del agua en los diques. En La Carraca se hicieron obras de menor importancia y La Habana se convirtió en el gran arsenal americano.
    En muchas de estas obras tuvo un papel determinante un joven y prometedor oficial de la Armada, don Jorge Juan y Santacilia. Una de sus primeras misiones fue viajar a Inglaterra y estudiar los procedimientos industriales, para implantarlos en España. Su misión era de alto secreto, y duró casi un año y medio, de 1749 a 1750, hasta qué descubierto por el gobierno inglés, tuvo que ponerse a salvo.
    De los constructores contratados por Jorge Juan, se asignó uno a cada arsenal: Richard Rooth a Ferrol, Matthew Mullan a Cádiz, Eduard Bryant a Cartagena y David Howell a Guarnizo. Se trataba de cambiar el obsoleto sistema de construcción de Gaztañeta. El nuevo sistema fue bautizado como “el inglés”, aunque injustamente, pues el diseño de los nuevos buques fue del propio Jorge Juan. Curiosamente, no era entonces, la construcción inglesa, la puntera en Europa, por lo que estos constructores se inspiraron, en muchos casos en buques franceses o españoles, adaptándolos a sus propias necesidades.
    En cualquier caso los buques resultaban magníficos, prolongándose su duración media a más de treinta años, llegando alguno a participar en Trafalgar. El mismo Victory de Nelson se construyó por esta época. Cabe señalar, entre los cambios más aparentes, la desaparición de las grandes fragatas de dos puentes, sustituidas por unidades más ligeras de un solo puente de batería y sin cañones en cubierta, por lo general eran de 30 cañones.
    El otro colaborador de Ensenada, don Antonio de Ulloa, realizó misiones análogas a las de Jorge Juan, en Francia, Holanda, Suecia y Prusia.
    Se realizó en 1751 la nueva ordenanza de Matrícula del Mar, la anterior era de 1737 y provisional, organizando y sistematizando así el problema de la recluta de marineros. Ensenada, sin embargo, supo crearse numerosos enemigos, siendo desposeído de sus cargos y conducido al destierro en julio de 1754. En Inglaterra se recibieron las noticias de su caída con gran alegría y hasta celebraciones. Tras la caída de Ensenada, no hubo grandes cambios, pues su sucesor, Arriaga, también hombre de Patiño, siguió las directrices de su antecesor.
    En 1756, comenzó otra gran guerra europea, la llamada “De los Siete Años”, que enfrentó a Inglaterra y a Francia en los mares, y aunque ambas potencias quisieron la intervención de la Armada Española a su favor, Fernando VI se mantuvo en una estricta neutralidad.
    Los franceses con una escuadra al mando de La Galissonniere recuperó Menorca de los ingleses, derrotando de paso a la escuadra inglesa de socorro, mandada por Byng, hijo del tristemente famoso almirante de cabo Passaro. Byng, ante la derrota, fue encausado y fusilado en la cubierta del Monarch, delante de toda la escuadra fondeada en Portsmouth.
    Fernando VI se mantuvo neutral, a pesar de los ofrecimientos franceses, no así su hermanastro Carlos III, que tenía una visión bien distinta del problema. Por ello, a comienzos de 1761, se decidió a apoyar a Francia, firmándose en agosto de aquel año el “Tercer Pacto de Familia” Lo que se puede considerar como un error, fue la proposición de las cortes francesa y española de alianza a la portuguesa, en términos tan perentorios que equivalían a un ultimátum, lo que provocó la respuesta portuguesa. Tal vez se pensó que Portugal no estaba recuperado del tremendo terremoto de Lisboa, y sería un bocado fácil. El ejército español, apoyado por uno francés, con grandes problemas de mando y organización, tomaron las plazas fronterizas de Miranda y Almeida, pero dieron tiempo a la llegada de los refuerzos ingleses que estabilizaron la situación.
    En otro escenario, el gobernador y capitán general de Buenos Aires, don Pedro de Ceballos, impidió el ataque anglo-portugués, a la citada población, y pasando al ataque, tomando la colonia del Sacramento, volando al buque insignia de la escuadra anglo-portuguesa, el Lord Clive.
    Hubo otros proyectos hispano-franceses, aunque ninguno se llevó a cabo, como desembarcar en Irlanda, o poner sitio a Gibraltar para que la escuadra inglesa abandonara el Canal de La Mancha y poder hacer pasar un potente ejército francés, de Dunquerque a Calais.
    Al menos aparentemente, España era mucho más fuerte en esta guerra que, en la anterior. En cuanto a fuerzas navales, se disponía de 53 navíos y 20 fragatas, aunque solo dos de los primeros eran de 80 cañones, el Real Fénix y el Rayo.
Ramón Martín

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