María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV
Nace la futura reina el 9 de diciembre de 1751 en Parma, siendo la hija menor del infante Felipe I de Parma, uno de los hijos de Felipe V de España y de Isabel de Farnesio, además de fundador de la dinastía Borbón y Parma. Su madre, Luisa Isabel de Francia, que era hija de Luis XV, nunca se acostumbró a vivir en Parma, habida cuenta de su gran ambición por convertirse en reina de Francia, lo que la llevó a abandonar Italia rumbo a Versalles al poco tiempo de dar a luz a María Luisa. Así, ésta fue educada por Marie-Catherine de Bassecourt-Grigny, Marquesa de Gonzales. María Luisa tuvo dos hermanos: Isabel, que más tarde casaría con José II del Sacro Imperio Romano Germánico, y Fernando, heredero del Ducado. En 1758 a Fernando le fue asignado como instructor el filósofo galo Étienne Bonnot de Condillac quien no solo le aleccionó en los asuntos de gobernación sino que también se dedicó de lleno a la educación sentimental, de María Luisa. Condillac era conocido por sus ideas extremadamente progresivas en el terreno de las relaciones sociales. Hay quienes apuntan a Condillac como la pieza clave en el comportamiento disoluto de la Soberana.
Pronto el destino de quedó marcado para siempre. En la corte española se buscaba a una candidata que esposara con el príncipe de Asturias Carlos y María Luisa resultó ser la aspirante perfecta. Tanto es así que en 1765 se celebró la boda del futuro rey español con la hija del Duque de Parma. Pese a su extrema juventud, apenas 14 años, la fuerte personalidad de la nueva Princesa hizo acto de presencia de forma inmediata en el matrimonio. El príncipe Carlos, poco interesado en la política y más ocupado en cazar, su gran pasión, hasta el punto de ser conocido popularmente como “El cazador”, dejó el cuidado de los asuntos de estado a su esposa, quien comenzó a desarrollar una nada desdeñable ambición.
Pronto el destino de quedó marcado para siempre. En la corte española se buscaba a una candidata que esposara con el príncipe de Asturias Carlos y María Luisa resultó ser la aspirante perfecta. Tanto es así que en 1765 se celebró la boda del futuro rey español con la hija del Duque de Parma. Pese a su extrema juventud, apenas 14 años, la fuerte personalidad de la nueva Princesa hizo acto de presencia de forma inmediata en el matrimonio. El príncipe Carlos, poco interesado en la política y más ocupado en cazar, su gran pasión, hasta el punto de ser conocido popularmente como “El cazador”, dejó el cuidado de los asuntos de estado a su esposa, quien comenzó a desarrollar una nada desdeñable ambición.
Uno de los primeros problemas a los que tuvo que hacer frente la Princesa fue la falta de descendencia y especialmente la de engendrar a un varón que garantizara la continuidad de la Casa Real española. Si bien en 1771 la princesa había dado luz al príncipe Carlos Clemente, éste moriría a los tres años. No sería hasta 1784 con el nacimiento de Fernando, el futuro rey Fernando VII, que este asunto no se resolvería, antes de Fernando, María Luisa había tenido otros tres niños, Carlos Domingo, Carlos Francisco y Felipe Francisco, si bien muertos todos ellos en la más tierna infancia. En total, el matrimonio de Carlos IV y María Luisa de Parma engendró a 14 vástagos.
Ya desde los primeros años de matrimonio comenzaron a correr en Madrid los rumores de supuestos romances de la futura reina con miembros de la nobleza capitalina. Tanto es así que el propio rey Carlos III empezó a desconfiar de su nuera a la que, por otro lado, consideraba una intrigante nata. Esta animadversión del Rey cristalizó en 1781, cuando el secretario de estado el conde de Floridablanca desbarató un supuesto complot palaciego de la Princesa, ávida al parecer de ocupar el trono. En 1788 con la muerte de Carlos III la princesa María Luisa se convierte en Reina de España, a la vez que comenzaba un duradero romance, con Manuel Godoy, guardia de corps y poco después consejero privado de la Soberana.
La relación de Godoy con la Reina ha sido objeto de debate durante décadas. Actualmente se cree que la reina María Luisa y Godoy, quien fue nombrado Primer Ministro de España en 1792, formaron una suerte de matrimonio en la sombra que dirigía los designios de España, mientras que Carlos IV se limitaba a aceptar el criterio de su esposa en las más diversas cuestiones de calado político y económico. En los mentideros se decía que la infanta Isabel, era hija de Godoy y no del Rey.
No fue el idilio un camino de rosas, la Soberana, muy celosa, comenzó a sospechar de Godoy, convencida de que mantenía affaires con diferentes damas. Especialmente dolorosa fue la relación de Godoy con Pepita Tudó, Princesa de Bassano. La Reina, desesperada por alejar a su amante de Tudó, propuso a Godoy contraer matrimonio con su prima María Teresa de Borbón y Vallabriga, Condesa de Chinchón. Manuel Godoy, encantado con la idea de emparentar con la Familia Real, aceptó, si bien el matrimonio fue un desastre desde los primeros momentos. Finalmente la Reina, enfurecida con Godoy por persistir éste en su relación con Tudó, se desprendió de él, si bien siempre le protegió de sus enemigos.
Una muestra del amparo de la Reina a Godoy fue el golpe de estado de Fernando VII contra su padre, Carlos IV, en 1808. La Reina, conociendo que su hijo odiaba a su antiguo amante, hizo uso de sus influencias en el exilio francés para que Godoy fuera liberado de la cárcel. La Familia Real española ha comenzado un difícil exilio. Carlos IV, además de tener una cada vez más frágil salud, suponía un fastidio para Napoleón por lo que éste finalmente decidió que el Rey español y los suyos se instalaran en el Palacio Borghese de Roma.
Con el regreso de Fernando VII al trono español, la situación de los Reyes en la capital italiana empeoró. Su hijo se negó a ayudarles económicamente por lo que su estilo de vida, normalmente elevado, tuvo que moderarse de forma considerable. La salud de la Reina además se debilita. En 1818 sufre la fractura de las dos piernas tras un accidente, mientras que Carlos IV decidió marcharse a Nápoles. Sola, María Luisa de Borbón y Parma enferma de pulmonía y finalmente fallece el 2 de enero de 1819, con 67 años, acompañada de su, pese a todos los avatares, inseparable Manuel Godoy. Apenas dos semanas más tarde, Carlos IV moría a causa de un grave ataque de gota.
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