María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V


En los principios del siglo XVIII en España, moría una dinastía y otra se aposentaba en el trono a golpe de cañón, una joven italiana fue capaz de dirigir los designios de nuestro país con rigor y contundencia. María Luisa Gabriela de Saboya encabeza la larga lista de reinas consortes de la dinastía borbónica en España y aunque no inició la genealogía de esta casa real su papel en la historia fue determinante.

María Luisa Gabriela de Saboya nació en Turín el 13 de septiembre de 1688. Era hija del duque de Saboya y rey de Cerdeña, Víctor Amadeo II, y de Ana María de Orleáns, sobrina del rey Luis XIV de Francia. Fue la menor de tres hermanos, y tuvo una infancia feliz pero breve. Pronto el rey francés puso su atención en ella y su hermana María Adelaida para utilizarlas como peones estratégicos en aquella Europa a punto de levantar las armas.

En el testamento de Carlos II, se estipulaba que Felipe de Anjou, el futuro Felipe V, debía casarse con alguna hija del emperador Leopoldo I para sellar con una alianza matrimonial una paz que no se conseguiría hasta pasados unos cuantos años. El emperador no se conformó y prefirió intentar conseguir el territorio español con las armas. Dada esta situación, Luis XIV decidió utilizar a María Luisa para afianzar una alianza entre Francia, España e Italia. Así fue como el destino de una niña de 12 años pasó de sus felices veladas en su tierra natal a tener que convertirse de la noche a la mañana en la reina de un reino débil gobernada por un rey todavía más débil.

El 8 de mayo de 1701, el mismo día en que Felipe V era jurado como rey a la edad de 17 años, se anunciaba su compromiso matrimonial con María Luisa. Tres meses más tarde, el 11 de septiembre, se celebraba la boda por poderes en la capilla de la Sábana Santa de Turín. Fue el tío de la novia, el príncipe de Saboya-Carignan, el que representó al novio en la ceremonia.

En el camino hacia su nueva patria y su nueva vida estuvo acompañada por toda su familia, hecho del todo inusual, María Luisa tuvo que despedirse no sólo de sus seres queridos sino también de todas las damas de su séquito. Por orden del Rey Sol, solamente sería una dama la que aconsejaría y controlaría los movimientos de la nueva reina en España: Anne-Marie de la Trémoille, más conocida como la princesa de los Ursinos. Luis XIV consciente de la debilidad de carácter de su joven nieto, temía que, a pesar de que María Luisa era tan sólo una niña, llegara a dominar a su marido, como efectivamente se comprobaría poco tiempo después. Además, Anne-Marie se convirtió en la confidente del rey francés y de su entonces esposa, Madame de Maintenon.

Cuando en Figueras se celebró la ceremonia nupcial, Maria Luisa le negó el acceso a la habitación la noche de bodas como protesta por la decisión tomada por su abuelo. Con el paso del tiempo la princesa de los Ursinos y María Luisa estrecharían lazos y se convertirían en grandes aliadas, ya en los inicios demostraron ambas que tenían las cosas mucho más claras que el recién nombrado rey de España.


Pero Felipe y María Luisa terminaron enamorándose y haciéndose inseparables el poco tiempo que la Guerra de Sucesión Española les permitió. Cuando Felipe tuvo que marchar a Italia a defender sus posiciones, María Luisa tuvo que aceptar su papel como regente, cargo que asumió el 8 de abril de 1702. Con la ayuda del cardenal Portocarrero y la Junta de Regencia, la nueva reina empezó a gobernar ganándose el respeto de todos los que la rodeaban.

La vuelta del rey en 1703, la proporcionó un leve descanso de su tarea gubernativa, mas los nuevos ataques del archiduque Carlos de Austria, el otro pretendiente al trono español, hicieron que al año siguiente volviera a quedarse sola, ya que Felipe V tuvo que trasladarse a las zonas en conflicto. De nuevo en 1710 volvería María Luisa a coger en solitario las riendas del gobierno.

María Luisa no sólo cumplió con su papel de reina y regente sino que también consiguió darle herederos al rey. El primogénito, Luis, sería el primero en llevar este nombre en la rama española de los Borbones. Dos años después de su nacimiento, en 1709 llegaba Felipe, que sólo conseguiría vivir escasos 6 días. Felipe Pedro, nacido en 1712 tampoco llegaría a la edad adulta, pues murió en 1719. Finalmente, Fernando, también llegaría a ser rey de España como Fernando VI. Pero a pesar de dar a la nueva dinastía dos reyes, ninguno de los dos iniciaría el árbol genealógico principal de la familia real. Sería Carlos III, el hijo de la segunda esposa de Felipe, Isabel de Farnesio, quien terminaría afianzando la dinastía.

La joven reina vivió los últimos años de su vida luchando contra la tuberculosis que no sólo la debilitó por dentro sino que destruyó su belleza y encanto externos. Los terribles dolores de cabeza que sufría llevaron a los médicos a raparle el cabello, que nunca más le volvería a crecer, viéndose condenada a tener que usar pelucas. La debilidad de su rostro y los dolorosos y abultados ganglios de su cuello hicieron que mudara su aspecto y tuviera que hacer un gran esfuerzo por ocultar su débil y enfermiza apariencia.

Después de 7 años de sufrimiento, en los que tuvo la fuerza de voluntad necesaria para seguir gobernando y seguir teniendo hijos, María Luisa Gabriela de Saboya moría sin que los médicos nada pudieran hacer por ella, el 14 de febrero de 1714, sin haber alcanzado los 20 años de edad. A pesar de que Felipe V lloró sinceramente la muerte de su esposa, aquel mismo año se casaba con Isabel de Farnesio.

María Luisa Gabriela de Saboya formó parte de una de las páginas más tristes y conflictivas de la historia de España. Desde el primer momento aceptó su papel con responsabilidad y madurez y ayudó a su esposo a gobernar su nuevo reino como él nunca hizo.



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