Comparativo entre las Armadas en siglo XVIII
Cifras de la Royal Navy
Año 1685, 108 navíos y 19 fragatas
Año 1702, 130 navíos y 45 fragatas
Año 1739, 124 navíos y 51 fragatas
Año 1753, 132 navíos y 78 fragatas
Año 1777. 142 navíos y 102 fragatas
Año 1783, 197 navíos y 175 fragatas
Año 1805, 199 navíos y 222 fragatas
Como podemos ver, partiendo de
finales del siglo XVII, la evolución fue en aumento continuo, tanto en navíos
como en fragatas.
Cifras Armada Francesa
Año 1689, 112 navíos y 33 fragatas
Año 1700, 114 navíos y 26 fragatas
Año 1720, 27 navíos y 10 fragatas
Año 1750, 50 navíos y 26 fragatas
Año 1780, 78 navíos y 67 fragatas
Año 1786, 67 navíos y 77 fragatas
Año 1814, 50 navíos y 36 fragatas
En este caso, la evolución es a
menos, la Armada Francesa vio cómo, con el paso de los años, el potencial en
barcos iba siendo cada vez más pequeño.
Cifras Armada Española
Año 1700, 7 navíos y 14 fragatas
Año 1730, 26 navíos y 18 fragatas
Año 1739, 29 navíos y 17 fragatas
Año 1762, 53 navíos y 20 fragatas
Año 1770, 58 navíos y 26 fragatas
Año 1789, 76 navíos y 51 fragatas
Año 1805, 49 navíos y 25 fragatas
Como podemos comprobar, en lo que
respecta al número de unidades, la superioridad británica era considerable con
respecto a españoles y franceses. Veamos ahora cómo estaban en cuanto a
hombres.
En lo que respecta a la oficialidad,
en la Royal Navy eran necesarios seis años embarcados y al menos dos como
guardiamarina o Primer Oficial. Mientras que los españoles o franceses, menos
rigurosos, tenían un mayor bagaje cultural náutico y en otros aspectos, sin embargo,
los británicos eran verdaderos "lobos de mar". Tendremos
aquí en cuenta, como veremos más adelante, que los barcos británicos estaban
continuamente en movimiento, cosa que no ocurría con los barcos españoles y
franceses.
Aunque en la Armada Española,
personas de humilde condición, como Antonio Barceló o Mourelle de la Rúa,
llegaron a los más altos cargos, tanto en esta como en la Francesa se exigió a
los aspirantes pruebas de nobleza, cosa que no pasaba en la Royal Navy.
Veamos y analicemos estos aspectos en un marino británico de la talla de Horatio Nelson:
-Obtuvo ascenso gracias a su tío
materno Maurice Suckling, un capitán de navío muy bien relacionado.
-Le asignaron el primer mando con
20 años, en la corbeta Hinchinbrook.
-En la operación anfibia en Las
Honduras Españolas, cayó enfermo y fue repatriado.
-Razones por las que no participó
en los combates de la Independencia de E.E.U.U.
-En la Guerra contra los
revolucionarios franceses, fue nombrado Capitán de Navío comandante del Agamenón,
en 1793.
-En la Batalla del Cabo San Vicente,
Jervis le concede mando de destacamentos, pasando por encima de oficiales de
mayor antigüedad.
-Fracasó en el intento de desembarco en Tenerife.
-Adquirió gran parte de su fama en
Abukir.
Hay que tener en cuenta que, en la
Royal Navy se castigaban las malas conductas y los errores, mientras que, en la
Armada Francesa y en la Española, no. En la Royal Navy, se separaba del mando a
los dos capitanes que menos hubieran hecho en el combate, aunque acabara en
victoria; el almirante Byng fue fusilado por perder un combate, haciendo caso
omiso a los principios tácticos imperantes en el momento; o Mathews que,
incapaz de vencer a una fuerza mucho menor en Sicié, fue separado del mando.
Los auténticos titulados en la
Armada Española eran más o menos un 4% de la oficialidad, muchos oficiales y
aspirantes no habían sido guardiamarinas, y con frecuencia pasaban del ejército
a la Armada, donde estaban mejor considerados.
Los británicos, podríamos decir que
estaban más entrenados, puesto que navegaban más debido a su superioridad,
obligando a sus enemigos a permanecer en puerto, bloqueados.
El reclutamiento en la Armada
Española y en la Armada Francesa, se basaba en la "Matrícula de
Mar", por la que estaban obligados al servicio todos los hombres que
trabajasen en el mar y todos los residentes en poblaciones costeras. Cuando
éste no era suficiente se empleaban voluntarios atraídos por prima de enganche,
La Leva. La mayor carencia fue, siempre, de suboficiales y clases veteranas.
Los buques de la Armada Francesa y
la Armada Española llevaban más hombres embarcados que en la Royal Navy, de su
mismo porte; pretendían que cada buque llevara las dotaciones completas de las
piezas de cada banda, mientras que los de la Royal Navy, no. Esta mayor
cantidad de hombres embarcados tendrá como consecuencia que en combate tuvieran
más bajas.
La Infantería de Marina: Los soldados más los mandos
componían la guarnición del buque, los marineros la tripulación, la suma de
ambos era la dotación. Para la Royal Navy la Infantería de Marina era una
fuente de problemas en tiempos de Drake, mientras que en el siglo XVIII eran
imprescindibles. A finales de este siglo estaban embarcados diecinueve
regimientos del ejército británico, los Royal York Rangers y los Royal
Newfounland Fencibles, más dos regimientos de caballería, el 12 y el 17 de
Dragones Ligeros.
La superioridad en combate de los
británicos se pone en tela de juicio, pues abundan sus derrotas en el siglo
XVIII: Almansa y Brihuega, Cartagena de Indias y Florida, Tenerife, Puerto Rico
y los dos ataques a Buenos Aires en 1806 y 1807, en que un numeroso ejército de
invasión fue completamente vencido por tropas de milicias reforzadas por
algunas regulares y de marinería.
Estratégia y Táctica: Era enorme la superioridad en
buques, y en buques de tres puentes de los británicos sobre los aliados
franco-españoles, los cuales solo podían reunir, en torno a unos 80 navíos,
frente a unos 130 de los británicos. Ante el balance de fuerzas, era suicida
una confrontación directa. Dada la correlación de fuerzas, cualquier victoria
franco-española, era pírrica, ya que los británicos podrían reunir otra
escuadra, mientras que los aliados, difícilmente podrían recuperarse de las
pérdidas. Debido a esto, los franco-españoles procuraban evitar cualquier
enfrentamiento directo, o afrontarlo en línea de combate a sotavento.
Ambos bandos practicaban la táctica
acuñada por Paul Hoste, S.J., que no era marino, sino el limosnero del
almirante francés Touville, recogida en su Tratado de las evoluciones
navales, de 1696. La idea básica es que todo dependía de formar una línea
de combate y de la solidez y continuidad de ésta. Cada escuadra debía dividirse
en tres agrupaciones: vanguardia, centro (que constituía el cuerpo de batalla)
y retaguardia, cada una regida por un almirante que llevaría su insignia en el
buque más poderoso. El mando de la agrupación correspondía al almirante que
mandaba el centro. La fragatas una vez descubierto el enemigo, se situarían a
sotafuego, con la misión de repetir las señales de banderas. Con el espeso humo
producido por la pólvora y combatiendo en una larga línea, era obvio que muchos
buques tuvieran dificultades para ver las señales.
Todo dependía de las órdenes del
buque insignia, ningún buque o agrupación, podía actuar por su cuenta.
Abandonar la línea, se consideraba un gravísimo delito. Se prefería estar a
barlovento del enemigo, lo que permitía iniciar o rehuir el combate. El combate
se prefería a unos 100 metros, y si es posible a 500 o más, ya que a menos
distancia se corría el peligro de romper la línea. Claro que combatir a grandes
distancia, traía el problema de que la artillería de la época, a grandes
distancias era poco resolutiva, pues carecían de la potencia necesaria. Los
españoles llamaban a los combates a distancia “guerra galana”,
prefiriendo combatir a corta distancia, barrer las cubiertas enemigas con su
fuego y pasar al abordaje.
Sin necesidad de romper la línea,
un almirante podía intentar envolver la línea contraria, cosa que se
consideraba muy peligroso, por lo que cada maniobra en ese sentido era anulada
por contramaniobras del enemigo, con lo que se restablecía el combate en líneas
paralelas. Un aspecto curioso, es que se daba la batalla por ganada o por
perdida, cuando uno de los dos bandos, se veía en inferioridad, retirándose en
el mayor orden posible, mientras que el vencedor no le acosaba ni remataba la
victoria, se limitaba a permanecer en aguas del combate.
El esquema clásico de combate, con
españoles y franceses combatiendo a la defensiva a sotavento y los ingleses a
la ofensiva a barlovento, explica el que los primeros disparaban
preferentemente alto y a las arboladuras, mientras que los ingleses lo hacían a
los cascos enemigos. En realidad, todo barco que disparara desde barlovento lo
hacía inclinado hacia la banda que daba al enemigo, por lo que los cañones de
esa banda tendían a disparar bajo, dentro de un ángulo de vaivén por el
balanceo, mientras que los situados a sotavento sucedía justamente lo
contrario.
Cuestión diferente y a tener en
cuenta es la velocidad y precisión del tiro. Se insiste que los artilleros
ingleses eran capaces de hacer tres disparos en dos minutos, mientras que los
españoles solo hacían uno en el mismo tiempo. Pero en el siglo XVIII, los
buques no llevaban más que unas sesenta balas por pieza, hasta noventa si
contamos palanquetas y sacos de metralla, con lo que a la velocidad mencionada,
los buques ingleses consumirían su munición en unos sesenta minutos. Pero las
batallas duraban largas horas, lo que arroja una seria duda sobre tal
afirmación. Además, hay que tener en cuenta que era muy difícil mantener ese
ritmo, debido al lógico cansancio, que suponía manejar piezas de entre una y
tres toneladas de peso, enteramente a mano. En tercer lugar, es difícil
entender cómo se dieron tal cantidad de combates equilibrados, e incluso
favorables a los hispanofranceses, si había tal ventaja a favor de los
británicos. Con tal ritmo de fuego, una fragata de 40 cañones se impondría a un
navío de dos puentes, en caso de un combate en paralelo, cosa que nunca se dio
en este periodo. En cuarto lugar, hay que tener en cuenta el calentamiento de
los cañones. Tras cada disparo no solo había que escobillar y limpiar los
cañones, luego volverlos a cargar y situarlos en batería, sino que había que
refrigerarlos, de no hacerlo, el ánima del cañón se ponía al rojo, se deformaba
y podía reventar, además la pólvora entraba en ignición nada más introducirla
por la boca, con graves quemaduras y lesiones para el cargador y para el resto
de la dotación de la pieza. Por lo que el ritmo de disparo no podía variar
mucho de lo que imponía la técnica.
En cuanto a la puntería, debemos
considerar que, disparando las piezas con una mecha encendida o botafuego, con
cañones de ánima lisa y gran huelgo entre la bala y el calibre, y sin alzas,
debemos concluir que era problemático hacer puntería, consiguiéndolo las más de
las veces por tanteo o verdadera fortuna.
Por lo tanto, la superioridad
táctica inglesa, es más que discutible, al menos hasta que en el combate de Los
Santos en 1782, se implantó la idea de atravesar y envolver la línea enemiga,
sus éxitos hasta entonces se debieron a actuar por sorpresa, incluso sin mediar
declaración de guerra, como en Pássaro en 1718, o con gran superioridad,
aunque incluso así sufrieron el revés de Sicié en 1744.
Ramón Martín
Pero los navíos ingleses eran más ágiles de maniobrar frente a los pesados españoles. Me gustó mucho la novela Trafalgar de Pérez Reverte que te una idea de la superioridad británica. Saludos
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