Jaime Pio de Borbón y Borbón-Parma. Pretendiente Carlista como Jaime II, desde 1909 a 1931
Jaime de
Borbón y Borbón-Parma, nació en Vevey (Suiza) el 27 de junio de 1870. Era el
segundo hijo y único varón de Carlos de
Borbón y Austria-Este y Margarita de Borbón-Parma. Estudió
en los Colegios de Jesuitas de Vaugirard (París) y de Beaumont (Inglaterra);
cursando estudios militares en la Academia Militar Teresiana de Wiener-Neustad
(Austria), obteniendo el título de oficial en 1893. Ese mismo año emprendió un
viaje a la India, visitando Filipinas. En julio de 1894 realizó un viaje de
incógnito por España, a donde regresaría en varias ocasiones, especialmente a
Barcelona. En 1896 el zar Nicolás I, lo nombró alférez del Ejército Imperial
Ruso, siendo destinado al Regimiento de Dragones de Loubuy núm. 24. Un año
después, en diciembre, fue trasladado al Regimiento de la Guardia Imperial de
Húsares de Grodno; y en el verano de 1899 formó parte de una comisión militar
rusa enviada a Afganistán, Turquestán y Persia, pasando después de guarnición a
Varsovia. En 1900 participó en la expedición contra los boxers como agregado
del Estado Mayor del ejército ruso, donde se distinguió en el ataque a los
fuertes de Peitan, siendo condecorado.
En
1904, intervino en la guerra rusojaponesa. Según cuenta el barón de Artagan,
en el trascurso de la Batalla de Liaoyang, permaneció tres días seguidos
a caballo bajo el fuego enemigo. Debido a sus méritos en esta guerra, fue
ascendido a comandante de Caballería.
A
la muerte de su padre, en 1909, presentó la renuncia en el Ejército ruso;
renuncia que no fue aceptada por el zar, que le nombró coronel de húsares de la
Guardia Imperial, aunque autorizándole a salir de Rusia. Nombrado sucesor de su
padre redactó un manifiesto que daría respuesta a las cuestiones, surgidas en
España, con posterioridad al Acta de Loredan, especialmente en lo
referente a la cuestión social, que había ido adquiriendo importancia
desde 1897, y la irrupción, en la vida política, de los regionalismos. Pero
tal manifiesto no llegó a ver la luz. El 4 de noviembre de 1909, mientras tenía
lugar la Guerra de Melilla, don Jaime dirigió un manifiesto a sus
partidarios, en el que decía recoger la herencia de su padre. Los
tradicionalistas le regalaron una espada de honor.
El
tiempo que duró su jefatura de la Comunión Tradicionalista, el carlismo
será conocido como jaimismo. En esa época, los jaimistas se
encontraban enemistados con los lerrouxistas y los bizkaitarras,
con quienes mantenían frecuentes enfrentamientos cargados de violencia, especialmente
en Cataluña y Vizcaya. Don Jaime destacó por su afecto hacia los veteranos de
la Tercera
Guerra Carlista y en 1913 presidió un aplec
tradicionalista en Lourdes con motivo de la repatriación de los restos
mortales de Rafael Tristany, que resultó ser un multitudinario acto de
afirmación carlista para los jaimistas catalanes.
Durante la Primera Guerra Mundial vivió bajo arresto
domiciliario en Austria, sin apenas comunicación con la dirección política
carlista en España. Tras la guerra, el 30 de enero de 1919 publicó un
manifiesto en el que desautorizaba a la Junta Central por su campaña germanófila.
El documento fue replicado por Vázquez de Mella, principal dirigente de la
campaña a favor de los Imperios Centrales, y que encabezaría una
escisión en el partido. Desde Francia, asumió la dirección de su partido,
disolviendo su junta de gobierno y provocando la salida de Vázquez de Mella y sus
partidarios del partido y del periódico jaimista, El Correo Español. En
1923 creó la Orden de la Legitimidad, que premiaba a los leales por sus
sufrimientos o servicios a la causa legitimista.
Al igual que el resto de los tradicionalistas españoles, en
septiembre de 1923 don Jaime acogió con simpatía el Directorio militar de Primo de Rivera, en cuya
implantación habían colaborado algunos jaimistas de Barcelona afiliados a los Sindicatos
Libres. Más, al ser relevados los concejales y diputados provinciales, los
jaimistas fueron tratados del mismo modo que los partidos liberales, sufriendo
la prensa jaimista, la censura por parte del nuevo régimen, que suspendió también,
algunos de los actos programados en homenaje a los veteranos de la Tercera
Guerra Carlista. El 6 de marzo de 1925, don Jaime publicaría un manifiesto
en el que constataba el fracaso del Directorio militar, ya que no había puesto
fin a la Guerra del Rif y había agraviado los sentimientos regionalistas
disolviendo la Mancomunidad de Cataluña, al tiempo que señalaba el
peligro que amenazaría a España el día que terminara la Dictadura. Este
documento motivó una fuerte reacción por parte del régimen; a partir de entonces,
el jaimismo estuvo contra la Dictadura. Su defensa del regionalismo y su
voluntad de restaurar una monarquía española federativa, basada en los
principios del tradicionalismo, no fue óbice para que se opusiera, con firmeza al
separatismo, especialmente a las exaltaciones de Francesc Macià.
Tras la proclamación de la Segunda República Española en 1931,
publicó, el 23 de abril, un manifiesto exponiendo sus criterios políticos ante
la nueva situación, solicitando a sus partidarios que apoyasen al Gobierno
provisional en todo lo que no fuese contrario a sus tradiciones para evitar
desórdenes. En el mismo manifiesto deploraba la pérdida de la bandera bicolor
como bandera nacional, al tiempo que afirmaba su voluntad de aunar a
todos los tradicionalistas y monárquicos en un único partido monárquico,
defendía el federalismo para España y pedía unas elecciones constituyentes
plebiscitarias, además de advertir del peligro comunista y declararse contrario
al separatismo. Dicho llamamiento fue escuchado por los integristas y mellistas,
que acercaron posiciones con los jaimistas. El tradicionalismo experimentó un
gran crecimiento, engrosando sus filas con nuevos adeptos procedentes del
derechismo alfonsino. Don Jaime mantuvo conversaciones con Alfonso
XIII para unificar las dos ramas de la dinastía borbónica, pero su
muerte en París, el 2 de octubre de 1931, impidió que prosperasen.
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