Congreso de Verona de 1822

 


Las cuatro grandes potencias vencedoras de las guerras napoleónicas: Austria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña, consideraron una necesidad establecer un nuevo orden europeo basado en el equilibrio entre ellas, que quedó establecido en el Congreso de Viena, y para el cual se estableció un sistema de garantías. Por un lado la Santa Alianza, integrada por los vencedores de Napoleón; Rusia, Prusia y Austria, a la que, en un principio, no se sumó Gran Bretaña, aunque si mostró su simpatía, y por otro la Cuádruple Alianza, integrada por las tres monarquías absolutas, ya mencionadas, y la monarquía británica. En el tratado de la Cuádruple Alianza se establecía el compromiso de sus miembros, de unirse de nuevo si Francia intentaba romper los acuerdos de paz; al tiempo que se acordaba un sistema de congresos encaminado a mantener el «Concierto Europeo». En 1818 se incorporó Francia, dando nacimiento a una Quíntuple Alianza.

    Tras la revolución de 1820, las potencias de la Quíntuple Alianza se reunieron en el Congreso de Troppau en octubre de 1820 y en él Austria, Rusia y Prusia firmaron el Protocolo de Troppau, según el cual, se arrogaban el derecho a intervenir en todos los estados que experimentaran un cambio de Gobierno a causa de una revolución y como resultado de ello amenazaran a otros Estados¸ a causa de lo cual, se autorizó a Austria a intervenir en Nápoles, donde en julio de 1820 había triunfado una revolución, siguiendo el ejemplo de la revolución española de marzo, y que había adoptado la Constitución de Cádiz de 1812. En  marzo de 1821, cuando las tropas austríacas entraban en Nápoles poniendo fin a la revolución, se iniciaba otra en el Reino del Piamonte —que también adoptó la Constitución de Cádiz, y que, así mismo, sería aplastada por los austríacos.

    Sofocadas las revoluciones italianas, la atención de las potencias absolutistas de la Santa Alianza se centró España. El canciller Metternich, principal artífice del nuevo orden europeo consideraba más peligrosa la Revolución española de 1820 que la revolución francesa de 1789, ya que la francesa había sido «local» mientras que la española era «europea». Metternich en el Congreso de Laibach, ya presionó al representante francés, para que interviniera en España,

    A pesar de que, el tema principal debía ser la cuestión surgida por el levantamiento de Grecia contra el Imperio Otomano, el Congreso de Verona, celebrado entre el 20 de octubre y el 14 de diciembre de 1822, se ocupó especialmente de los peligros surgidos por la revolución de España con relación a Europa. Gran Bretaña estaba representada por el duque de Wellington, ya que el secretario del Foreing Office, Castlereagh, artífice junto con Metternich de la Europa de la Restauración, se había suicidado a mediados de agosto; el cual acudió con el encargo de su gobierno de oponerse a cualquier tipo intervención en España; mientras que los más firmes partidarios de dicha intervención, eran Alejandro I de Rusia y el rey de Francia Luis XVIII, que habían recibido peticiones de auxilio por parte de Fernando VII. El resto de potencias se opusieron a la intervención de Francia temiendo que utilizase esa oportunidad para restaurar su control sobre la Península Ibérica y quién sabe si también sobre las colonias españolas y portuguesas en América. Para neutralizar los peligros de dicha intervención, el zar propuso una intervención colectiva con tropas rusas a través de Europa, lo que no resultaba aceptable. El gobierno francés declaró que, bajo ninguna circunstancia, permitiría que una tropa extranjera atravesara su país. Gran Bretaña mantuvo su oposición mientras Austria y Prusia, que apoyaban la intervención, alegaron que no disponían ni de las tropas ni del dinero necesarios para participar en ella. Entonces, el canciller austríaco Metternich propuso que se enviaran «notas formales» a Madrid para que moderara sus posiciones y en caso de no obtener una respuesta satisfactoria romper las relaciones diplomáticas con el régimen español.

    Austria, Prusia y Rusia, sin la participación de Gran Bretaña que se negó a adherirse, se comprometieron el 19 de noviembre a apoyar a Francia si esta se decidía a atacar a España, aunque solo en tres situaciones: en primer lugar si España atacaba a Francia, aunque fuera con propaganda revolucionaria; en segundo, si el rey de España o cualquier otro miembro de su familia, fuera desposeído del trono, o su vida corriera peligro; y en tercer lugar, si se produjera un cambio que pudiera afectar al derecho sucesorio en la familia real española. Aunque no se dio ninguna de estas situaciones, Francia invadió España en abril de 1823 con los Cien Mil Hijos de San Luis. Nada justificaba a la Santa Alianza para la intervención francesa en España. El Congreso de Verona no fue la ocasión para una nueva intervención de la Santa Alianza, mas bien fue su tumba.

    En junio de 1823, cuando la invasión francesa cumplía dos meses de su comienzo, un periódico británico publicó un supuesto tratado secreto firmado en Verona el 22 de noviembre por los representantes de Austria, Prusia, Rusia y Francia en el que se encomendaba a esta última invadir España. España dio por bueno dicho tratado, incluso una vez demostrado en 1935 que se trataba de una falsificación periodística; que desmontaba el mito de que la invasión francesa se había decidido en el Congreso de Verona. Según la historiadora española Rosario de la Torre, en 2011 insistió en la falsedad del Tratado Secreto de Verona, afirmando que dicha invasión fue decidida por Luis XVIII de Francia y por su gobierno, una vez que, el 28 de diciembre de 1822 François-René de Chateaubriand, dirigiera la política exterior francesa, con el objetivo de volver a colocar a su país dentro de la categoría de las potencias militares; eso sí, con la aprobación o neutralidad de las otras cuatro potencias de la Quíntuple Alianza.  Años después de la invasión Chateaubriand escribió: «Mi guerra de España, el gran acontecimiento político de mi vida era una empresa descomunal. La legitimidad iba por primera vez a quemar pólvora bajo la bandera blanca [de los Borbones]… Cruzar de un salto las Españas, triunfar en el mismo suelo donde hacía poco los ejércitos de un hombre fantástico habían sufrido reveses, hacer en seis meses lo que él no había podido lograr en siete años, ¿quién hubiera podido aspirar a lograr tal prodigio? Sin embargo, es lo que yo hice…».



    Según T.R. Schellenberg en un artículo de 1935, la falsificación fue obra del periódico londinense Morning Chronicle y respondía a la preocupación que la actitud de las potencias continentales absolutistas estaba causando en el gobierno británico y que Austria, Rusia y Prusia no habían hecho sino acrecentar. El falso tratado fue publicado el 11 de junio de 1823, explicando que había sido conseguido por su corresponsal en París. Según Schellenberg en el documento encontró varias incoherencias; el primer artículo expresaba el convencimiento popular británico del carácter reaccionario de las potencias continentales; el tercer artículo, mezclaba religión y papado con la defensa de la legitimidad, ofrecía el espectáculo del herético rey de Prusia y el cismático zar de Rusia declarando junto a los católicos emperador Habsburgo y rey Borbón; el sexto hacía referencia a una guerra con España, que todavía no había estallado el 22 de noviembre de 1822, cuando supuestamente se firmó el tratado.

    La historiadora Rosario de la Torre del Río en un artículo de 2011, aportó más datos que demostraban su falsedad: Recordó que el 11 de junio de 1823 cuando el Morning Chronicle publicó el supuesto tratado secreto de Verona, los representantes en Londres de las cuatro potencias afirmaron que era una falsificación. De la Torre del Río también recalcó que, cuatro días después de la aparición en Londres, el supuesto tratado secreto fue traducido al francés y publicado por el parisino Pilote. La ley de prensa francesa de 13 de marzo de 1822, que colocaba los periódicos bajo la vigilancia del gobierno, sentenció a su editor, sumariamente, a un mes de prisión y al pago de una importante multa; además, el periódico fue suspendido por quince días.

    Las «Notas formales» propuestas por Metternich fueron entregadas en Madrid a principios de enero de 1823 o entre noviembre y diciembre de 1822. Francia fue la primera en entregar la suya, reclamando que se introdujera una segunda Cámara y una libertad juiciosa. La nota estaba redactada en términos no demasiado contundentes, pero como las de las otras potencias de la Santa Alianza contenía una condena explícita y hasta insultante del sistema constitucional. La nota francesa concluía con una amenaza de invasión en el caso de que la noble nación española no fuera capaz de encontrar remedio a sus males, males que inquietan tanto a los Gobiernos de Europa que les fuerza a tomar precauciones. La nota austríaca decía que la revolución española había provocado grandes desastres (revoluciones de Nápoles y de Piamonte) y exhortaba a España a que pusiera fin a esta separación del resto de Europa. La respuesta del secretario del Despacho de Estado Evaristo San Miguel, no dejó margen para la negociación: manifestaba la adhesión gubernamental al código fundamental jurado en 1812  y rechazó toda intromisión en los asuntos internos españoles. El rey dio su apoyo a la postura del gobierno, igual que la mayoría del país. Por su parte, los británicos, se negaron a enviar ninguna «nota», retirándose del Congreso de Verona. 

    Las Cortes españolas se reunieron el 9 de enero de 1823 para apoyar la rotunda respuesta que había dado San Miguel y para denunciar las injerencias en los asuntos internos españoles por parte de las potencias absolutistas; reafirmando que las únicas que tenían la potestad de reformar la Constitución eran las propias Cortes. En los días siguientes los embajadores de Austria, Prusia y Rusia abandonaban Madrid, mientras que, el 26 de enero, lo hacía el embajador francés. Sólo permaneció en Madrid el embajador británico. España quedaba aislada en el contexto internacional, pendiente únicamente de saber cómo habría de materializarse la amenaza y cuál sería la postura de Inglaterra. El gobierno británico hizo un último intento para evitar la invasión y envió a Madrid a una comisión para que consiguiera que, el Gobierno español, abordara una reforma constitucional que la acercara a la Carta de 1814, tal como habían propuesto los franceses, lo que supondría devolver gran parte de sus poderes al rey Fernando VII, FitzRoy Somerset llegó a la capital española el 21 de enero de 1823 pero no logró su objetivo. Dos meses después, el 21 de marzo, el secretario del Foreing Office, George Canning comunicaba a París que, el Reino Unido no se opondría a la invasión con tres condiciones: que el ejército francés abandonara España en cuanto hubiera completado su misión; que no intervendría en Portugal y que no ayudaría a España a recuperar sus colonias americanas. Una semana después Francia invadía España.

Ramón Martín

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