Castillo de Fuentidueña de Tajo
El
castillo, o mejor dicho, sus ruinas, se encuentran en una meseta, teniendo a
sus pies el pueblo y la llanura del valle del Tajo, protegido por un barranco
al oeste y un foso excavado en la roca por el norte. De forma rectangular, está
casi derruido, ya que fue volado durante la guerra de la Independencia.
Estuvo
rodeado por el norte por una barbacana de la que solo queda una torrecilla
semicircular con dos niveles, delante del foso. Quedan algunos restos de la
torre del Homenaje o de Los Piquillos, construida en tapial y sillarejo, con decorativos
en su parte norte. En el castillo hay restos de ocho torres, de planta cuadrada,
exceptuando las dos del lado norte que son circulares con restos de barbacana
en alginas de ellas. Se puede apreciar un foso interior con restos de un muro
divisorio entre la Torre del Homenaje y el resto del castillo.
Sus ruinas forman un gran recinto y dominan el amplio valle del Tajo destacándose su silueta en lo alto del cerro.
Surge Fuentidueña como nueva población cristiana, frente al antiguo castillo árabe de Alarilla, al otro lado del Tajo. A partir de 1118, son expulsados los almorávides de Alcalá de Henares al otro lado del Tajo, y entonces se estudiará la conveniencia de edificar un castillo, en esta zona, orientado hacia el sur para prever un nuevo ataque, ya que los almorávides retuvieron la importante base del castillo de Oreja hasta el año 1139 en que, tras largo asedio, pudo ser tomada por Alfonso VII. Hay documentos que demuestran que, en el año 1153 el rey Alfonso donó el castillo de Alboer al conde don Ponce, ese castillo estaba situado frente a Fuentidueña y un año después Villafandin, lo cede a Gonzalo Aguacil, poblando Alarilla y formando un albergue junto al vado del Tajo, organizando la explotación de las salinas de Belinchón, repoblando Torrique y Ocaña. Encargó la defensa de Fuentidueña a la Orden de Santiago, junto a la mayoría de las poblaciones de ambas márgenes del Tajo.
En este
castillo, en 1204, hizo testamento Alfonso
VII, siendo habitado después por Alfonso
X durante algún tiempo. En el siglo XV paso
a don Álvaro de Luna, como Comendador de la Orden
de Santiago.
En las
relaciones de Felipe
II se cita: “Hoy una fortaleza de cientos
de tiros viejos, propiedad del Rey y provisión de Alcaide pertenece al
Comendador Mayor de Castilla, que le paga 25.000 maravedís u ocho ducados. El
alcaide se beneficia con una tierra de secano y un huertecillo cercanos al
castillo. Todo de poco valor; escasamente supondrá un ingreso de dos ducados al
año al referido beneficio”.
Este
castillo estuvo vinculado históricamente con la orden militar de la Encomienda
Mayor de Castilla de la Orden
de Santiago, razón por la cual también es conocido
como castillo de Santiago. Otras denominaciones son Torre de Doña Urraca
y Torre de Los Piquillos, en referencia a la torre del homenaje, uno de
los elementos de la fortaleza que mejor se conservan. Aquí estuvo recluida doña
Urraca, la mujer de Alfonso
I el Batallador, que, según la leyenda, por
las noches pasaba a través de los pasadizos a visitar a los moriscos. También
estuvo prisionero el adelantado Pedro Manrique, por orden de Juan
II.
En 1474, don Gabriel Manrique, conde de Osorno y comendador Mayor de Castilla, hizo prisionero y confinó en el castillo de Fuentidueña a don Diego López Pacheco, segundo marqués de Villena, en las pugnas que ambos mantenían por la obtención del Maestrazgo de Santiago a la muerte del padre de don Diego, don Juan de Pacheco, primer marqués de Villena.
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