La Masonería en Asturias



          Nace la masonería en Asturias en el año 1850, con la fundación de la logia “Los amigos de la Naturaleza y Humanidad”, en la villa marinera de Gijón.

          Asturias en el siglo XIX, alberga 22 talleres, enmarcándose sus actuaciones, por los intereses de la burguesía progresista, muy interesada en la construcción de las infraestructuras necesarias para consolidar las sectores hulleros y siderúrgicos, además de un cambio político, orientado a instaurar un símil al Liberalismo anglo-sajón o galo, apostando decididamente a ofrecer una alternativa al sistema educativo español, dominado por los religiosos.

          En 1853, se extendió una Real Orden que mandaba perseguir a los miembros de las sociedades secretas. Habría que esperar a 1871 para que la aventura masónica volviera a funcionar en Asturias cuando, coincidiendo con el Sexenio Democrático y la monarquía democrática de Amadeo de Saboya, miembros de la primera logia gijonesa, reanudaran sus actividades. Los ataques desde el Clero, apoyados por la prensa católica, azotaban el ambiente de libertad de reunión y de opinión, con juicios contra masones. La represión no terminaba con el fallecimiento del masón, si no que aparecía la prohibición sacerdotal de reposar en el cementerio católico, dando lugar a escenas humillantes para sus familiares.

          No obstante, el abandono de las actividades masónicas a finales de siglo, no fue como consecuencia de ninguna represión, fue más bien fruto de la crisis colonial que culminó la desorientación política y ontológica, avivada durante tantos años por las divisiones internas de sus miembros, con diferentes intentos por ubicarse en el mundo masónico. La actividad se reavivó en 1911, con la instalación en Gijón del taller Amese, antesala de la logia Jovellanos, logia que fue la de mayor actividad, hasta la entrada del bando nacional en octubre de 1937, que puso fin a todo lo masónico. Durante la dictadura de Primo de Rivera, la masonería pudo desarrollar sus actividades con la suficiente libertad, aunque hacía el final de dicho periodo, apareció una tímida represión, de forma desigual.



La Revolución de Asturias de 1934

          Durante la revolución de octubre de 1934, fueron varios los masones que tomaron el camino del exilio. No por su condición de masones y sí por su condición política. En las memorias del general López Ochoa, masón o exmasón, que era el encargado de la represión de la Insurrección Asturiana, cuenta que pasó entre los prisioneros apuntando quienes eran masones, para dejarlos escapar. La realidad no es esa, ya que los masones que lograron huir lo hicieron sin haber sido apresados. Lo que si tuvo como consecuencia el fin de la Rebelión, fue la implantación del “Estado de Alarma”. En total, al menos once afiliados a la masonería, asturianos fueron encarcelados por su participación revolucionaria.

La Guerra Civil y Asturias

          Llega la Guerra Civil española, y uno de los primeros masones asturianos fue el líder reformista Melquiades Álvarez, de manos de individuos del Frente Popular. De todas formas, el exilio y la represión de la masonería en Asturias, arrancó con la victoria de las tropas franquistas en la región. La sublevación, triunfó desde el primer momento en Oviedo, y a consecuencia de la defensa organizada por el coronel Aranda, en una ciudad cercada por los republicanos, durante más de un año, allí imperó la ley de los golpistas, por lo que la represión antimasónica, se haya producido también desde el principio. En Oviedo el único condenado a muerte, el 20 de febrero de 1937 por “socialista” y por “masón” fue el rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo Alas Argüelles, que no era ni socialista ni masón.

          El 24 de agosto de 1937, con Santander derrumbado, el gobierno asturiano del Frente Popular, el Consejo de Asturias y León, decidió proclamarse “Soberano” en la región. La evacuación se vislumbraba cada día con más claridad, y se solicitó la evacuación de los afiliados y sus familiares. El 30 de septiembre de 1937, a las 05:30 horas, 3.000 personas emprendieron la ruta del exilio en el mercante inglés Thorpebay. El destino fue el poblado de Pauillac, en las cercanías de Burdeos. Desde allí unos siguieron camino hacia Cataluña, otros fueron internados en diferentes campos de concentración construidos por el Gobierno francés. Algunos masones huyeron en pequeñas embarcaciones a lo largo de la costa. Esta huida, sin previo aviso a las autoridades del Gobierno republicano asturiano, les costaría al presidente del Tribunal Popular, Juan Pablo García Álvarez y a José San Martín ser expulsados, por traidores, del PSOE asturiano y a los restantes de Izquierda Republicana.



Represión en Asturias tras la Guerra Civil

          Nada más instalarse en Gijón, los llamados nacionales, dictaron ordenes de detención sobre todo aquél que se hubiera visto implicado con la Masonería, según los informes realizados por FET-JONS de Asturias. La mínima suspicacia de afiliación masónica bastaba para entrar en la cárcel. Este método condenó a la mayoría de los masones asturianos de la Segunda República, al menos a dos años de prisión, mientras se procedía a investigar a familiares y hermanos.

          Tras los primeros meses en las cárceles asturianas, los masones fueron trasladados a diferentes penales. El grupo trasladado a Valladolid fue el de mayor importancia. Este grupo fue arrestado entre finales de octubre de 1937 y principios de 1938, procesados a partir de marzo de 1938 y trasladados a  Valladolid en agosto de 1939. Tras múltiples informaciones cruzadas entre Valladolid y Oviedo, los masones presos en Valladolid, consiguieron la ansiada libertad provisional en enero de 1940. Pero eso no supuso la integración en la vida civil. Era necesario humillarles. Para ello el régimen dictatorial promulgó, el 1 de marzo de 1940, una Ley de Represión en la que incluía a todos los masones, estableciéndose, como medio de llevar a cabo esta caza de brujas, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo. A partir de entonces se exigió a todos los masones la firma de una carta, donde se retractasen de sus pecados masónicos.

          La retractación funcionó como trampa para acercar nuevos masones que aún no estaban arrestados. La maquinaria franquista se represión funcionaba a pleno rendimiento. Esta continuará funcionando hasta finales de los años 50, aunque en el caso de Asturias existe un informe de 1961, de Juan Pablo García Álvarez.

          Pero, volviendo a los años cuarenta, tanto el grupo de masones asturianos, como el resto de los masones vivos, tras disfrutar de momentos de libertad, volverían a los interrogatorios, para al final, someterse a una nueva sentencia. La sentencia más leve era de 12 años de reclusión, mas la inhabilitación perpetua para ejercer responsabilidades en la Administración Pública y en cualquier empresa privada. Tan solo siete masones fueron condenados únicamente a la inhabilitación, por haber purgado varios años de cárcel, y porque sus sentencias, databan de finales de 1942 y, curiosamente, todos eran partidarios de Melquiades Álvarez o de Alejandro Lerroux, políticos comprometidos durante la Segunda República con la CEDA.

          A pesar del frenesí antimasónico de Franco, la represión en Asturias, fue menor a la ejercida en otras provincias españolas, Al menos 33 masones asturianos (26 presos, 5 condenados a muerte y 2 fusilados) sufrieron la represión franquista, tras la caída del Frente Norte, aumentados con otros 25 a partir de 1938.

La Masonería actual

          La situación actual es diferente de la vivida en otros países cercanos. Tras la dictadura, no fue legalizada -como lo fue, por ejemplo, el Partido Comunista de España-. La petición fue denegada por Martín Villa. Ruiz Jiménez defendió el caso, y el Tribunal Supremo dio, finalmente, la razón. La trayectoria en los últimos veintitrés años, es la siguiente. Inicialmente la Masonería salió con sus miembros "domesticados", lo que fue un fracaso: eran pobres, pocos y mal avenidos, con graves problemas y discusiones. España había cambiado, las visiones eran diferentes. En la actualidad son unos tres mil masones, en todo el territorio español cuando en un elemental examen prospectivo deberían llegar a los cincuenta mil para equipararse con otros países.

          A pesar del aletargamiento, se ha notado que en los dos últimos años, que mucha gente se va acercando, aunque se desconocen los motivos. Es indudable que la situación política nos es favorable. En cuanto al patrimonio -y salvo el reconocimiento moral, realizado por el Parlamento de Cataluña hace unos años, de que la masonería había ayudado en el campo de las relaciones humanas-, no se ha recibido ningún desagravio moral ni económico. Cuando Felipe González ganó las elecciones, la masonería reclamó su patrimonio, pero nadie hizo caso. Hace más o menos un año, ERC (partido de tradición masona entre sus creadores) presentó una proposición no de ley a las Cortes para que se reconociera nuestro patrimonio. Dicha proposición fue transformada por este partido en de ley, junto con otras cuestiones, a nuestro juicio, quizá fuera de sitio. Debía votarse si el asunto se admitía a discusión en las Cortes. No se admitió, pero el PSOE se comprometió a presentar este proyecto ante las Cortes.


Imágenes: Pinterest

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