José I el Reformador, rey de Portugal desde 1750 a 1755
Nacido en Lisboa el 6 de junio de
1714. Era el tercer hijo de Juan
V de Portugal y de su esposa María
Ana de Austria. Tenía un hermano mayor, Pedro, que murió a los dos años, lo cual convirtió a José en heredero al trono luso. Sucedió a su
padre, y el reino se hubiera precipitado, en la más irremediable de las decadencias,
si no hubiese surgido un hombre providencial, Sebastián José de Carvalho y Mello, conocido como el marqués
de Pombal. Fue la reina madre, quién apreció las cualidades de este personaje, imponiéndole
como primer ministro, a pesar de las influencias adversas. Llegaba Carvalho al
gobierno, en plena madurez, con perfecto conocimiento de la vida europea, adquirido
como embajador en las cortes de Londres, Viena y Roma; con espíritu muy abierto
a las ideas volterianas, aunque templado en sus manifestaciones por conocimiento
de la mentalidad media de su país, y bien enterado de los problemas económicos
de su tiempo. Era físicamente de complexión atlética, altanero, cuando importaba,
severísimo, cuando convenía. Puede decirse que encarnó todas las cualidades de
la raza, sin excluir sus defectos.
No tardó en poner en uso sus
cualidades, ante el terremoto que asoló a Lisboa en 1775. Entre los horrores de
la catástrofe, en medio de la consternación del vecindario y de la magnitud de
la ruina, el primer ministro desplegó una maravillosa energía personal y un verdadero
genio reorganizador. Alimentó a los hambrientos, castigó a los ladrones, levantó
el espíritu público y rehízo la ciudad. La Lisboa actual, ha surgido de los
planos que, ante la catástrofe, trazó el marqués. Poco después castigó con repetidas
ejecuciones una tentativa de asesinato tramada contra el rey imputado al duque
de Aveiro. Domeñó así a la aristocracia,
que no perdonaba el encumbramiento y la gloria de un simple hidalgo.
Después se dedicó a cortar los
abusos del clero y la influencia que sobre la sociedad portuguesa tenía. Principalmente
contra la Compañía de Jesús, cuyos abusos reales o supuestos, denunció
ante Roma; pretendió, además, complicar a la Compañía en la intentona de
Aveiro. Entonces, fue acusado injustamente de herejía el padre Gabriel Malagrida ante el Tribunal
de la Inquisición y quemado vivo; consiguió, en 1759, negociando con el Papa,
la expulsión y la abolición de la orden.
Restringió el poder de la Inquisición
y quitó al brazo eclesiástico la censura de los libros. A su iniciativa se debe
también la fundación del Aula de Comercio de los Nobles y el establecimiento de
la Imprenta Nacional en Lisboa. Exigió y obtuvo del Gobierno inglés satisfacción
honrosa por la violación de las aguas portuguesas, donde el almirante Boscawem, durante la Guerra de los
Siete Años, había quemado varios navíos franceses al mando del almirante La Clu, refugiados en el puerto de
Lagos, tras un brillante combate con la flota británica. Más tarde rehusó, las
invitaciones de España y Francia, unidas entonces por el Tercer Pacto de
Familia, para hostilizar a Inglaterra.
Su política era de mantener paz, por
lo que, le sorprendió, sin aprestos militares de importancia, la invasión de
40.000 hombres y 12 batallones auxiliares franceses que se apoderaron de
Miranda, Braganza, Outeiro, Chaves, Almeida y Vilhadella. Pombal, pidió auxilio
a Londres y encomendó el mando del ejército al conde de Lippe, quien consiguió recobrar el territorio perdido. Se llegó a
la paz de 1763, funesta para España y Francia, y no muy favorable para Portugal,
que vino a figurar en el tratado como nación protegida por Jorge III.
El rey padeció un ataque de hemiplejía
en 1774, y la reina María Ana, hizo declinar la estrella del ministro, además, puso
en su contra a su hija doña María,
presunta heredera, a quien se imputó, acaso no vanamente el designio de eliminar
del trono a la princesa para dar la corona al duque de Beira.
Volviendo a José I el Reformador, su
reinado fue también, tristemente famoso por el terremoto que asoló Lisboa
el 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos, cuando más de 100,000
personas perdieron la vida. A causa del terremoto, José I desarrolló una fuerte
claustrofobia, y ya no se sintió cómodo viviendo entre cuatro paredes. Por
eso, trasladó la corte a un caro complejo de tiendas en las colinas de Ajuda. Lugar
donde se encuentra, en la actualidad, el Palacio de Ajuda.
Con la muerte de José I el 24 de
febrero de 1777, el trono pasó a su hija, María.
Ramón Martín
Fuentes; WikipediA,
Nubeluz
Imagen:
Pinterest
Comentarios
Publicar un comentario