Nasr, sultán de granada desde 1238 a 1273



    Cuarto sultán de la dinastía de los nazaríes de Granada. Nació el lunes 1 de noviembre de 1287, posiblemente en Granada. Era hijo de Muhammad II, aunque tardío, puesto que, en el momento de nacer, su padre contaba con 51 años y hacia treinta que había nacido el primogénito y heredero, Muhammad III, llamado a ocupar el trono. A los siete años de gobierno de su hermano, la situación del emirato andalusí era muy grave y se cernían peligrosas amenazas sobre la supervivencia de la dinastía nazarí.

    Castilla, Aragón y Fez formaron una coalición contra Granada que provocó gran inquietud en la corte de la Alhambra, a esta justificada alarma se añadió el descontento por el excesivo poder y control del gobierno del primer ministro Ibn al Hakim. La tensión desembocó en una conspiración que aprovechó la grave enfermedad ocular que padecía el Emir y que le había producido una ceguera muy avanzada como excusa para apartarlo del poder.

    En la conspiración intervino un grupo de notables del Estado que se pusieron de acuerdo con Nasr. Fue fraguada por Ibn al Mawl, la rebelión se declaró el día de la ruptura del ayuno, el 14 de marzo de 1309, y ese mismo día el visir Ibn al Hakim fue ejecutado. Inmediatamente, Nasr fue entronizado, al final de ese día se levantó acta de la abdicación de Muhammad III, que fue trasladado al palacio de al Sayyid o de Sanil (Alcázar Genil), a las afueras de la capital, y en el que permaneció poco tiempo hasta ser trasladado a Almuñécar.

    A Nasr, los biógrafos le atribuyen elegancia, porte señorial, carácter dulce, castidad e inclinación a la paz. Sin embargo, tomó una kunya (sobrenombre de paternidad) poco frecuente: Abu l-Yuyus, el de los ejércitos (literalmente Padre de los ejércitos). Poseía amplios conocimientos de astronomía.
    Nada más tomar posesión del trono, Nasr, tenía que enfrentarse a la peligrosa situación internacional en la que se hallaba el emirato nazarí. Al Andalus estaba aislado y tenía que defenderse en dos frentes, a ambos lados del Estrecho, contra cristianos y contra musulmanes. En la Península, Castilla y Aragón habían unido sus fuerzas, contando con los beneficios de cruzada que habían obtenido del Papa. En el Norte de África, los meriníes habían llegado a un acuerdo con Aragón, el 6 de julio de 1309, para repartirse Ceuta. Los nazaríes tampoco podían contar con la ayuda de los zayyaníes o Abd al Wadíes de Tremecén, pues habían firmado la paz con sus tradicionales enemigos los meriníes y debían mantenerse neutrales, aunque permitieron a los andalusíes reclutar soldados en sus puertos de Orán y Hunayn.

    Era urgente cerrar algún frente cuanto antes, por lo que, ya en abril envió embajadores a Fez para intentar reconciliarse con los benimerines. Pero el contencioso de Ceuta impedía el acuerdo, pues los nazaríes no podían renunciar a tan preciada plaza y los meriníes exigían su entrega. Mientras tanto, la alianza meriní-aragonesa daba sus frutos y el sultán Abi l-Rabi sitiaba Ceuta por tierra, mientras las galeras aragonesas hacían los mismo por mar. El conflicto se resolvió de forma inesperada: desde el interior de la ciudad la población, que estaba descontenta con el trato que recibía del gobierno nazarí, entregó la plaza al sultán benimerín el 21 de julio de 1309. En la península, el emir granadino vio como la alianza cristiana empezaba a ejecutarse: Castilla comenzaba el asedio de Algeciras el 31 de julio de 1309, aunque un mes más tarde de lo previsto.

    Al mismo tiempo, la flota de Jaime II de Aragón llegaba a Almería el martes 11 de agosto de 1309 e iniciaba el asedio por mar y tierra. Las tropas nazaríes, enviadas para socorrer a la ciudad almeriense, sufrieron una gran derrota ante los aragoneses el 23 de agosto, pero siguieron intentando debilitar el cerco mediante diversas escaramuzas y ataques menores más o menos victoriosos.

    En Castilla, el 12 de septiembre de 1309 Gibraltar se rindió ante el ataque combinado por tierra y mar de los jefes castellanos Alfonso Pérez de Guzmán y Juan Núñez, que contaban con la ayuda naval aragonesa. Por su parte, los nazaríes también obtuvieron algunas victorias: el 19 de septiembre en Estepona, venciendo a los cristianos y acabando con tres mil caballeros, incluido uno de sus jefes, el citado Alonso Pérez, conocido como Guzmán el Bueno. Esta victoria no cambiará la situación que amenazaba la integridad territorial del emirato nazarí, además, al otro lado del Estrecho, los meriníes no se hallaban en buenas relaciones con Granada.
    Una vez más, como en otras ocasiones a lo largo de su historia, la dinastía nazarí, salvará la inferioridad militar para hacer frente a los enemigos, mucho más grandes y poderosos, mediante la inteligencia política y la habilidad diplomática. El emir Nasr, adoptó una estratégica y arriesgada decisión; debió llegar a la conclusión de que era preferible renunciar a una parte de sus dominios, entregándola a sus correligionarios norteafricanos, antes que perder frente a los cristianos, enclaves y zonas como Algeciras y Almería. Este planteamiento político se plasmó en el acuerdo de paz que Nasr firmo con Abu l-Rabi en octubre de 1309 mediante el cual el emir granadino cedía al sultán de Fez las dos tradicionales plazas benimerines, Algeciras y Ronda, con los castillos de sus respectivas jurisdicciones, además de entregarle en matrimonio a su hermana. Como contrapartida, la ayuda meriní se materializó en un ejército encabezado por Utman b. Isa al-Yarniyani junto con una gran cantidad de dinero y caballos. Nasr conseguía un importante objetivo de carácter diplomático: el final y ruptura de la alianza de Aragón y el Magreb meriní contra Granada.

    En el frente castellano, las cosas se iban complicando cada vez más para Fernando IV el Emplazado. Uno de sus más destacados oficiales, Guzmán el Bueno, había muerto en septiembre y dos meses después, el infante Don Juan y un grupo de nobles castellanos lo abandonaron a mediados de noviembre de 1309, descontentos por el trato que recibían por parte del monarca. Teniendo en cuenta que, el invierno estaba siendo muy duro, con lluvias torrenciales que minaban la resistencia de los sitiadores, aunque les beneficiaba pues impedían los ataques musulmanes, el rey castellano decidió levantar el asedio de Algeciras a finales de febrero de 1310. Aunque se retiraba sin conquistar la plaza, impuso un tratado por el que Nasr retornaba al vasallaje del castellano, entregaba Quesada y Bedmar, pagaba una indemnización y se comprometía a unas parias de 11.000 doblas anuales. Antes de que se hubiese firmado el tratado. El 26 de marzo de 1310, el infante don Pedro conquistó el castillo de Tempul, en la región de Algeciras.

    A Nasr ya solo le quedaba abierto un flanco, el asedio aragonés de Almería. Para resolverlo envió un ejército al mando del jeque o jefe de los combatientes de la fe norteafricanos, Utman b. Abi l-Ula, que tras derrotar a los cristianos que iban a atacar Marchena, forzó a los aragoneses a aceptar la paz y levantar el sitio, lo que hicieron el 25 de enero de 1310. El abandono aragonés fue propiciado por el hecho de que Fernando IV, ya se había retirado, unos días antes, de Algeciras, además de la difícil situación de la tropa, motivada por la escasez de víveres, ya que el fuerte viento de poniente impidió, durante dos meses, a los barcos catalanes desembarcar en la ciudad. Por tanto, el resultado final de la triple alianza de Castilla, Aragón y el Magreb meriní, se resolvió, en contra de todo pronóstico, favorablemente a los nazaríes.

    Devuelta la paz, se abría un periodo de tranquilidad y reposo que Nasr apenas pudo disfrutar porque ese mismo año, a finales de noviembre de 1310, cayó gravemente enfermo con un ataque de apoplejía que hizo temer por su vida e, incluso dudar de si realmente estaba vivo. Ante esta situación, se reunió un consejo que decidió restaurar a su hermano Muhammad III, el Destronado, que se hallaba retirado en Almuñécar. Desde donde fue traído urgentemente a Granada, transportado en un palanquín dada su enfermedad de la vista, llegando el 24 de noviembre. Pero, Nasr logró reponerse y su hermano no llegó a ser entronizado, sino que fue trasladado desde la casa, en la que se le había instalado, hasta la Casa Mayor (Dar al Kubra) de su hermano.


    Sin embargo, el verdadero problema al que tuvo que enfrentarse Nasr fue la sublevación interior que derivó en una guerra civil abierta, por su irregular acceso al trono, mediante una sublevación y el destronamiento de su hermano, lo que provocó, desde el principio, reticencias en algunos sectores del emirato. El descontento fue aumentando, a veces con violencia e injusticia, de Nasr y, sobre todo, de su autoritario primer ministro, el visir Muhammad b. al Hayy, al que detestaban los cortesanos y la aristocracia granadina. Era este un individuo mentiroso, que conocía muy bien la lengua y costumbres de los cristianos, pues era hijo de un mudéjar de Sevilla. La simpatía del visir hacia las prácticas y modas de los cristianos, llegaron a acarrearle graves problemas que eludía gracias a la protección del sultán Nasr.

    Por otro lado, el prestigioso gobernador de Málaga, el arráez, Abu Said Faray, su tío segundo, que era uno de los más poderosos e influyentes hombres del estado andalusí, y que estaba casado con su hermanastra Fátima, cuando acudió a Granada a prestar el acostumbrado juramento de fidelidad y reconocimiento al emir Nasr, un grupo de notables se entrevistaran con él para proponerle que se proclamara emir. Aceptó y, tras regresar rápidamente a Málaga, se declaró independiente el 27 de enero de 1312, pero optó por declarar sultán a su hijo Abu I-Walid Ismail, con mejor legitimidad dinástica, pues era nieto materno de Muhammad II a través de su citada hija Fátima. El cual, una vez proclamado, atacó y sometió los castillos próximos, junto a otras ciudades como Antequera, Marbella y Vélez Málaga.

    Las tropas de guza, combatientes de la fe, se dividieron entre dos bandos. Por un lado apoyaba al nuevo pretendiente Ismail, el influyente Utman b. Abi l-Ula, que odiaba a Nasr y al que Muhammad II, había encargado la jefatura de un contingente de combatientes para defender Málaga y su región occidental, la Algarbía, bajo las órdenes de Abu Said Faray; también lo apoyaba al Abbas b. Rahhu. Por otro lado, en Granada, el emir Nasr, contaba con la lealtad de Rahhu b. Yaqub y Ammu b. Abd al Haqq y el arráez; de Andarax. Con el fin de evitar una guerra abierta, Nasr envió a su visir Muhammad b. al Hayy a Málaga, protegido con garantía de inmunidad para negociar y resolver el conflicto pacíficamente. Sin embargo, los de Málaga no respetaron el seguro otorgado y el visir fue encarcelado.

    Como represalia, Nasr, retuvo a su propia hermana Fátima, que se hallaba en Granada. Entonces los sublevados, dirigidos por los jefes meriníes Utman y al Abbas, atacaron y corrieron la vega de Granada en marzo de 1312 sin que el ejército de Nasr se atreviera a presentarles batalla por la superioridad de las fuerzas malagueñas. La situación era tan grave que Nasr no dudó en recurrir a la ayuda castellana que, de acuerdo con el tratado y como vasallo del rey cristiano, este debía facilitarle, pero Fernando IV, lejos de acudir en apoyo de Nasr, escribió inmediatamente al rey de Aragón para informarle de la situación y planteándole que era el momento de atacar a los musulmanes.

    Aunque Jaime II no quiso atacar el emirato, el rey castellano no dudó en violar el tratado con Nasr y sacar partido a la debilidad del emir granadino para, con la excusa de ayudarle, reanudar la ofensiva. Así, el 10 de marzo de 1312 envió a su hermano, el infante don Pedro, a atacar la zona de la frontera. Dos meses después, Ismail decidió atacar nuevamente a Nasr y se dirigió a la vega de Granada, donde acampó en la alquería de al Atsa (El Alijate) el 9 de mayo de 1312. Esta vez Nasr sí le hizo frente con un buen ejército y la batalla tuvo lugar el 21 de mayo. Pero las fuerzas granadinas fueron derrotadas y el pretendiente obtuvo una clara victoria sobre el Emir, cuya vida llegó a peligrar. La prolongación de la situación y las necesidades que les acuciaban obligaron al arráez; y su hijo Ismail a firmar un armisticio con el sultán el 5 de agosto de 1312. La presencia del infante Don Pedro en la zona y, en teoría, a favor del Emir, presionaría a los de Málaga para firmar este armisticio.

    En esos momentos, Nasr estaba intentado negociar con Fernando IV, pero Abu Said, el arráez; de Málaga, también hacía lo mismo y había enviado al campamento cristiano a Al Abbas. Pero, fue Nasr el que alcanzó un acuerdo, aunque Alcaudete tuvo que rendirse, el lunes 5 de septiembre de 1312 y se entregó al infante Don Pedro, pues Fernando IV tuvo que ser trasladado urgentemente a Jaén. Antes de morir, el Emplazado planeó, con el infante Pedro, atacar al arráez; de Málaga junto con las tropas de Nasr. La muerte repentina le impidió realizar sus planes y el emir de la Alhambra mantuvo y renovó con el sucesor, Alfonso XI, un niño de corta edad, el tratado de paz recién acordado. Por tanto, aunque la pérdida de Alcaudete era importante, más lo era para Granada detener la ofensiva castellana, lo que se produjo gracias al tratado de paz, pero también a la situación interior de Castilla, donde la minoridad del nuevo rey castellano abrió un nuevo periodo de agitación y disputas por el poder, que relegaban a un segundo plano el interés por la guerra contra al Andalus.

    A la mejora alcanzada en el frente de Castilla, se añadió otro acontecimiento de gran relevancia para el estado andalusí: la devolución de Algeciras y Ronda que dispuso de nuevo sultán meriní, Abu Said Utman, entre mayo de 1312 y abril de 1313. Estas plazas estaban bajo control del arráez; de Málaga y, no fueron suficientes para terminar con el descontento de la población granadina con Nasr y, con su primer ministro, el visir Ibn al Hayy, al que consideraban un traidor, pese a que el emir seguía protegiéndole. En este clima de agitación y malestar social, se produjo una sublevación interior en Granada el 18 de enero de 1314 protagonizada por los notables asyaj de la capital.

    Además de pedir la entrega del visir amigo de los cristianos, también reclamaban la destitución de Nasr y la restauración de su hermano Muhammad III. Aunque la revuelta fracasó y los sublevados huyeron a Málaga, el Destronado fue asesinado a los pocos días, pues apareció ahogado en una alberca de la mencionada Casa Mayor el lunes 21 de enero de 1314. Nasr, percibió el grave peligro que su hermano suponía para su poder y, con el fin de conjurar la amenaza de una posible restauración, debió ordenar o permitir, su asesinato.

    Por su parte, Abu I-Walid Ismail, que en Málaga había recibido nuevamente una petición de los notables granadinos para que tomara el poder, inició una nueva marcha hacia Granada y en el camino conquistó Loja. Llegando a Granada, el ejército de Nasr salió a su encuentro y se trabó la batalla. Aunque con más dificultades que en su anterior enfrentamiento de 1312, Ismail venció y aclamado por la población de Granada, entró por la puerta de Elvira, tras romper sus cerrojos. Nasr se refugió en la Alhambra con su familia, el tesoro y la alta nobleza mientras que Ismail era proclamado y se establecía en la Alcazaba Qadima, la antigua fortaleza zirí situada en el Albaicín, el jueves 14 de febrero de 1314. Desde allí entabló negociaciones con Nasr, quien desde la Alhambra envió una carta solicitando ayuda al infante Pedro, que estaba en Sevilla. Sin embargo, la ayuda no llegó y tuvo que rendirse, aunque a cambio obtuvo el gobierno independiente de Guadix y una cantidad de dinero y tesoros, entre otras concesiones. A mediodía del sábado 16 de febrero, Ismail entró en el palacio real y en menos de tres días Nasr partía hacia Guadix, la noche del martes 19 de febrero de 1314, acompañado de los jefes meriníes que se habían mantenido a su lado, Rahhu y Ammu.

    Ya en Guadix Nasr escribió una segunda carta comunicando su expulsión al infante Pedro, que en esos momentos se dirigía desde Córdoba hacia Granada en auxilio del emir vasallo. A pesar de que ya era innecesaria su presencia, el infante tutor de Alfonso XI, decidió entrar en tierras andalusíes y aprovechar para asediar Rute, plaza que conquistó en tres días.

    El 15 de abril de 1315, Nasr encabezó la oposición de un grupo de parientes suyos y servidores de su padre que se le habían unido. Ante ello, Ismail, asedió Guadix y destruyó todos sus campos, aunque no consiguió someter al rebelde. Por su parte Nasr envió misivas y solicitó ayuda no solo a Castilla, obligada por el tratado de vasallaje de 1310, sino a Aragón y Tremecén con el fin de recuperar el trono. Incluso parece ser que llegó a ofrecer la ciudad de Guadix, si recuperaba el trono, al infante Pedro, que, estaba dispuesto a sacar partido de la división interna nazarí y arrebatar territorios andalusíes sin importarle de que bando fueran, de manera que, más que apoyar a un vasallo, Castilla utilizaba a Nasr como ayuda en su ataque al emirato nazarí.

L    as negociaciones no llegaron a una alianza conjunta en favor de Nasr, pero si hubo varias acciones militares emprendidas por Castilla. Don Pedro envió una recua de víveres a Guadix para abastecer a Nasr, lo que provocó la respuesta del sultán de Granada, que envió a Utman b. Abi l-Ula al frente del ejército. La batalla tuvo lugar en Wadi Furtuna, el río Guadahortuna, a la altura de Alicún de Ortega en abril-mayo de 1316. Los cristianos, ayudados por Nasr, infligieron una aplastante derrota a los granadinos, lo que aprovechó el infante Pedro, para apoderarse de las plazas andalusíes que pudo: Cambil, Belmez, Mata Begid, Tíscar y Rute, varias de las cuales cambiaron de manos repetidamente en estos años. Sin embargo, tras varias treguas e incursiones, la acción de mayor envergadura fue la ofensiva dirigida por los infantes Pedro y Juan contra la vega y capital granadinas, con el resultado de una aplastante victoria de los musulmanes y la muerte de los dos infantes, el 24 de junio de 1319.
    En cuanto a Nasr, rey de Guadix, es posible que, acuñara moneda y a él correspondan las monedas de medio dírhem anónimas y batidas con ceca de Guadix que se conservan, aunque no se dispone de datos concluyentes para una atribución definitiva. Después de ocho años en Guadix, que discurrieron entre enfrentamientos bélicos con Ismail y conspiraciones y tratos con los reinos cristianos en busca de ayuda para recuperar la Alhambra sin conseguirlo, Nasr falleció prematura e inesperadamente, con tan solo 35 años, la noche del miércoles de 1322. Fue sepultado en la aljama de la alcazaba de Guadix, pero un mes después fue trasladado y enterrado en el cementerio de la Sabika, junto a la Alhambra, donde reposaban su hermano Muhammad III y su abuelo Muhammad I. No dejó descendencia.


Fuente: www.nubeluz.es
Imagen: WikipediA

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