Abd Allah, emír de Córdoba desde el 888 al 912



Abd Allah era de estatura media, calvo, con ojos azules, rubio y con nariz aguileña; es descrito por los cronistas árabes como un personaje piadoso, recto y justo. Era hijo de Muhammad I, fruto de su relación con la concubina Assar. Debió nacer entre los años 843 y 844. Su acceso al poder se produjo por la muerte prematura de su hermano, el emir al Mundir, en 888. 

El célebre cordobés, Ibn Azm, le acusa del asesinato de su hermano, manteniendo la opinión de que Abd Allah, acordó con el médico que lo atendía que pusiera veneno en el instrumental con el que había de sangrarlo para tratarle sus heridas. En cualquier caso, Abd Allah, inmediatamente, exigió su reconocimiento como nuevo soberano, obteniéndola, al parecer, sin ninguna objeción ni resistencia. Acto seguido, partió hacia Córdoba con el cadáver de su hermano. Tras los funerales, fue enterrado al lado de su padre, en el cementerio palatino de los omeyas, situado dentro del alcázar- Se convocó una segunda ceremonia de proclamación, el 1 de julio, a la que, asistió gran parte del pueblo cordobés. 

Solía acudir a la mezquita aljama, fue el que construyó el sabar entre el alcázar y la mezquita de Córdoba, para realizar las oraciones en comunidad. Juzgaba las injusticias de la administración y recibía las quejas, hasta el podían llegar tanto el poderoso como el humilde. Le gustó recibir, personalmente, las quejas de los cordobeses, para lo que abrió, con este fin, en el Alcázar de Córdoba, una puerta, que fue llamada de la Justicia. Sin embargo, su conducta política, dejó mucho que desear. 

El periodo correspondiente a su reinado, se conoce como la fitna, la primera gran crisis del poder Omeya de Córdoba desde su instauración. Fue debido al surgimiento de numerosos focos de rebeldía contrarios a los omeyas, el más importante fue, el protagonizado por Umar b. Hafsun desde su fortaleza de Bobastro. Así, los veinticinco años de su gobierno, se caracterizan por una gran inestabilidad política interna y por la ausencia de una autoridad fuerte por parte del soberano de Córdoba, 

La actividad principal del emir se centra en conservar su escaso poder, más que en combatir a los rebeldes. Se interrumpió la emisión de moneda a partir de 899, que duró casi treinta años, cuando la victoria de Abderramán III sobre los rebeldes quedó consagrada con la proclamación del califato. Los protagonistas de los focos rebeldes son caudillos árabes o muladíes, mientras que, los cristianos se mantienen tranquilos. 

Entre las situaciones de agitación y rebeldía, hay que distinguir entre los poderes locales, de escasa envergadura, y los de una dimensión más relevante. Entre los primeros destaca el caso de Sevilla, que, a partir del año 889, fue el escenario de la disputa entre dos grandes linajes árabes yemeníes, los Banu Hayyay y los Banu Jaldun. 

Las tensiones entre los elementos implicados condujeron en el año 891 a una gran matanza de muladíes efectuada por los árabes yemeníes, que se deshicieron del gobernador omeya de la ciudad y controlaron el poder. El principal linaje muladí fueron los Banu Qasi, de origen visigodo, sólidamente asentados en el alto valle del Ebro, si bien irán perdiendo poder a partir de 890, a favor de los árabes de los Tuyibíes, gobernadores de Zaragoza nombrados por Abdallah. Pero el papel protagonista en esta época le corresponde a Ibn Hafsun, el único que llegó a representar una amenaza para los emires de Córdoba, tanto política, como ideológicamente. 

Umar b. Hafsun en el año 880 empieza a atraerse el apoyo de las poblaciones rurales y montañosas de Málaga, pobladas por cristianos y muladíes, con importantes núcleos, como Écija y Poley (Aguilar de la Frontera), que se adhirieron a él como para combatir la opresión de los árabes. El emir al Mundir estuvo, tal vez, en condiciones de acabar con este incipiente foco de rebeldía, pero, a su muerte, su poder se extendió de manera considerable. Parece ser que Ibn Hafsun aparecía todos los días ante Córdoba sin que el emir, pudiera hacer nada para impedirlo. Fue el más duradero de los insurgentes, aunque murió en 918, el núcleo de Bobastro no pudo ser sometido hasta 928, en época de Abderramán III. 

En el ámbito exterior, el reinado de Abdallah, coincide con el momento de máxima crisis política en al-Ándalus. En la zona cristiana, reina Alfonso III, que alcanza ahora su máximo apogeo, ya que a la importante expansión exterior, se añade la culminación de la organización política y administrativa del reino, así como los máximos logros alcanzados por el movimiento cultural iniciado en la capital ovetense por Alfonso II

En el ámbito musulmán es de suma importancia la proclamación del califato chií fatimí en Ifriquiya (Túnez) en el año 909. Así, la decadencia omeya se veía acentuada amenazando la política, territorial e ideológica en el emirato cordobés. De hecho, en el año 901, en la Marca Media, zona habitada mayoritariamente por bereberes, tradicionalmente muy sensibles a la propaganda religiosa. Allí encontraron apoyo las ideas de Abu Ali al Sarray y el omeya Ibn al Qitt, que guardan una estrecha relación con la propaganda fatimí. 

Sin haber sido capaz de recuperar la estabilidad en el emirato, Abdallah falleció el jueves primero de rabí I del año 300 (15 de octubre de 912), siendo sucedido por su nieto Abderramán, pese a tener otros hijos que podían haberle sucedido. 







FUENTES: Nubeluz Historia de Córdoba durante el emirato Omeya

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