Wifredo el Velloso



A comienzos del 878 lograron expulsar de la Marca Hispánica y de la Septimania a los partidarios de Bernardo de Gotia, y como recompensa, el 11 de septiembre del 878 Luis II el Tartamudo desposeyó de todos sus territorios a Bernardo y los repartió entre sus fieles: Wifredo el Velloso fue investido conde de Barcelona, Gerona y Besalú; Miró el Viejo recibió el condado de Rosellón. Sunifredo será nombrado abad de Arlés. Wifredo fue el último conde de Barcelona, que fue designado por un Emperador franco. Los condados catalanes no adquirieron una entidad independiente tras su muerte, puesto que sus hijos se repartieron los títulos y siguieron rindiendo tributo a los francos. 

Al fallecer Luis II el Tartamudo en el 879, el reino franco se dividió entre sus hijos: Luis III recibió Neustria, Austrasia y Lorena; Carlomán reinó sobre Borgoña, Aquitania, Septimania y la Marca Hispánica. Pero sus reinados son de muy corta duración: Luis III fallece en el 882 y Carlomán en el 884. 

Ante el desgobierno franco, agravado por las incursiones vikingas, se descartó entronizar a Carlos el Simple, hijo de Luis II el Tartamudo, pues tenía cinco años de edad, por lo que los nobles coronaron, en la asamblea de Ponthion del año 885, a Carlos el Gordo, rey de Germania. Así, todo el territorio carolingio, quedaba bajo un mismo monarca. Pero su gobierno también fue breve y no destacó en la defensa de sus territorios. El asedio vikingo de París, entre noviembre del 885 y octubre del 886 acabó tras pagar un tributo a los invasores. Tampoco supo dominar las revueltas de Franconia, Turingia, Sajonia, Baviera y Suabia. En el 887 fue destronado, muriendo poco después. Los nobles de la Francia occidental acordaron nombrar rey a Eudes (Odón), conde de París, que no pertenecía a la estirpe carolingia.

Durante este período los condes de la Marca Hispánica se mantuvieron fieles a los reyes francos. En el 879 apoyaron a Luis III y Carlomán contra Bosón de Provenza; en el 881 los condes visitaron la corte real para solicitar privilegios; en el 886 Carlos el Gordo otorgó a Teotario, obispo de Gerona, un precepto. Pero en el 888, al coronarse un rey que no pertenecía a la dinastía carolingia los condes rechazaron a Eudes aunque no llegaron a rebelarse abiertamente. 

Como muestra de la pérdida de poder de la monarquía carolingia basta el primer intento de independizarse eclesiásticamente, sustrayendo uno de sus territorios a la obediencia a la iglesia franca. En el año 886, un clérigo llamado, Esclua se hizo consagrar obispo de Urgel, con la aprobación tácita de Wifredo el Velloso, conde de Urgel, quien expulsa al obispo titular Ingoberto, de Ramón I de Pallars y Ribagorza y de los condes Dela y Suniario II de Ampurias. 

Una vez más, la situación se complica, cuando Esclua pretende proclamarse metropolitano de la provincia eclesiástica Tarraconense, tratando de dejar de prestar obediencia a Narbona. Como metropolitano, tenía poder sobre las diócesis de Barcelona, Gerona, Pallars y Vic. Atendiendo las peticiones de los condes ampurianos, Esclua consagró, con la colaboración de los obispos de Barcelona y Vich, a un nuevo obispo de Gerona en la persona de Eremir. Por otra parte, en 888, Esclua recompensó a Ramón I con el obispado de Pallars.

Al principio Wifredo el Velloso toleró el destronamiento de Ingoberto. Pero al poco debido a la situación en la corte carolingia, cambia su actitud hacia Teodardo de Narbona y no admite las pretensiones metropolitanas de Esclua, tampoco Wifredo podía permitir la elección de unos nuevos obispados, de Pallars y Ampurias, constituidos recortando las diócesis situadas en los condados de Urgel y Gerona. Por todo, Wifredo se declara en contra de Esclua y a favor de Teodardo y de los obispos destituidos, Ingoberto y Servus Dei. Asimismo reconoce como monarca al rey franco Eudes. 

Teodardo convocó en Port, en el 890 un concilio, contando con la asistencia de los arzobispos de Arlés, Aix-en-Provence, Embrun, Apt y Marsella como también de los titulares de la diócesis de Narbona. En este concilio se formuló una condena a las usurpaciones de Urgel y Gerona. La crisis eclesiástica se cerró definitivamente con un nuevo sínodo en Urgel, en el 892, donde Esclua y Eremir serían desposeídos de las sedes que ocupaban, las cuales fueron restituidas a sus legítimos titulares. De todo el asunto, sólo sobrevivió el obispado de Pallars. 

Desde la época de la sublevación de Aizón en el 826 contra el dominio carolingio existía una franja apenas poblada y no sometida a los condes francos: las comarcas actuales del Ripollés, el Valle de Lord, Berguedá, Llusanés, la Plana de Vic, Moyanés, las Guillerías y Bages, zona llana bordeada por cordilleras. 

El conde Wifredo el Velloso, cuyos dominios rodean esta zona por el norte y el este, inicia en el 876 una expansión hacia estos territorios. El valle de Lord se incorporó al condado de Urgel; Berga al condado de Cerdaña. Pero la zona central del Ripollès, la Plana de Vic, Llusanés y las Guillerías, del antiguo país de los ausetanos, se conforma en el 886 como un nuevo condado: el condado de Osona. De este modo Wifredo amplió su dominio aproximadamente hasta la línea del río Cardener, primero y del río Llobregat después. 

Con esta reorganización del territorio Wifredo fundó dos monasterios: Santa María de Ripoll, en el 880 y San Juan de las Abadesas, cinco años después. Este último fue gobernado por una de sus hijas, Emma, quien consiguió por parte de Carlos el Simple, que la abadesa y el monasterio estuvieran solo bajo la jurisdicción real y no de los condes. 

En el 886 Wifredo consiguió que el arzobispo de Narbona restableciera la diócesis de Ausa, cuya ciudad estaba abandonada y, es origen de la actual Vic. Se nombró obispo a Gotmar. 

El avance de Wifredo el Velloso hacia tierras musulmanas provocó el enfrentamiento con los Banu Qasí de la zona. Wifredo quería establecer la frontera en los ríos Llobregat y Segre con fortalezas en Bages (Cardona), Osona, la comarca del Berguedá y los valles de Lord y Cervelló. Los Banu Qasí fortificaron Lérida, Monzón y Balaguer. En el año 884 Wifredo lanzó una campaña contra Ismail ben Musà, gobernador de Lérida, que fracasó estrepitosamente. Años después el sucesor de Ismail, Lubb ben Muhammad, atacó la ciudad de Barcelona. 

Defendiendo sus dominios, falleció el conde Wifredo el 11 de agosto del 897 cerca del castillo de Aura, cuya localización se desconoce. Sus restos fueron depositados en el monasterio de Santa María de Ripoll. Desde este momento la sucesión condal es un asunto hereditario. Ya no se espera el plácet o el nombramiento del rey franco, éste simplemente aceptará que el sucesor en el condado sea un hijo del anterior conde. Es un proceso que es una tendencia en otros territorios francos e incluso en el reino de León, como ocurrirá con los condados de Castilla, Saldaña y otros desde el segundo tercio del siglo X. 

En un primer momento sus hijos Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suniario gobiernan los dominios de su padre de forma conjunta siendo el primogénito Wifredo II Borrell, quien era considerado primus inter pares. Pero finalmente, al tener cada uno descendencia, optaron por dividirse los dominios de modo que: Wifredo II Borrell y Suniario I gobernaron en los condados de Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo II en el condado de Urgel; y Miró II de Cerdaña en los condados de Cerdaña, Berga y Conflent. 

Wifredo se casó en el año 877 con Guiniguilda de Ampurias y tuvieron al menos diez hijos: Wifredo II Borrell de Barcelona; Miró II de Cerdaña; Emma de Barcelona; Sunifredo II de Urgel; Radulfo de Barcelona; Suniario I de Barcelona; Ermesenda de Barcelona; Cixilona de Barcelona; Riquilda de Barcelona; y Guiniguilda de Barcelona. 

Como es el caso de otros gobernantes de la Alta Edad Media, Wifredo el Velloso ha sido considerado en la historiografía catalana como el fundador de Cataluña. Comienza el mito de Wifredo como responsable del fin del dominio franco en Cataluña. Esta figura se verá potenciada en distintas épocas históricas como tras la rebelión catalana de 1640 o, ya en el siglo XIX, con el movimiento nacionalista de la Renaixença.

Además, Wifredo el Velloso aparece involucrado en la aparición de otras señas de identidad catalanas, en este caso con el origen de la senyera, la bandera de la Corona de Aragón. El origen de esta leyenda, La leyenda de las cuatro barras de sangre, es distinto pues procede del territorio del reino valenciano y de una época posterior, en el año 1551. Según un relato legendario, la bandera de la casa de Aragón procedía a su vez de la casa condal de Barcelona pues fue creada después de una batalla contra los normandos, cuando el rey de los franceses mojó su mano en la sangre de las heridas de Wifredo y, pasando los cuatro dedos por encima del escudo dorado del conde de Barcelona, le dijo: “Estas serán vuestras armas, conde”.




FUENTES: Condado de Castilla y ABC España 

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