Las ruinas cátaras de Roquefixade


En el departamento del Ariège, en la región de Midi-Pyrènèes, encontramos una comuna muy pequeña denominada Roquefixade. Ciertamente el lugar es bastante modesto, pequeño, con pocos habitantes y en el cual se respira una paz abrumadora. 

Roquefixade es, además de un remanso de paz, un lugar inscrito dentro de la denominada ruta de los castillos cátaros. Y es que esta pequeña comuna también cuenta con unas ruinas que muestran las paredes que un día dieron cobijo a los cátaros convirtiendo el emplazamiento en un lugar clave dentro de la historia cátara. 

El castillo tiene su origen en el siglo XI, por tanto las ruinas que hoy encontramos pertenecen en parte a una edificación posterior. Por aquel entonces, la fortaleza pertenecía a la familia Villemur, que eran vasallos de los condes de Foix. Aproximadamente en 1243, el castillo fue objeto de disputas entre Roger IV, el actual conde de Foix, y Raimundo VII, el conde de Tolosa, quien finalmente terminó siendo el nuevo soberano del castillo. Su vinculación a los cátaros se encuentra en la época de las cruzadas, momento en el que la fortaleza sirvió de casa y refugio de los cátaros. 

Cabe destacar que Roquefixade significa roca hendida, y este significado no es casual. Existe una gran grieta natural que fue salvada por un arco de piedra construida en el castillo con el apoyo de las murallas, de ahí sus primeros dueños decidieron sacar el nombre. 

Ubicado en una imponente roca, esta fortaleza era un lugar estratégico que se perfiló como un emplazamiento militar ideal para controlar toda la ruta que se dirigía a Foix. 

Tras varios siglos de historia, modificaciones como las de su torre del homenaje entre otros, miles de batallas y cambios de propietarios, la fortaleza de Roquefixade fue destruida por el rey Luis XIII. El monarca pasó por este castillo en su camino a Toulouse, 1632, para la ejecución de Enrique II, duque de Montmorency. Tras su paso decidió que este tipo de fortalezas eran muy caras de mantener, así que decidió que lo mejor era destruirla. 

Aun así hoy por hoy contamos con restos que nos hacen ver una pequeña muestra de lo que un día fue el castillo. Además, las impresionantes vistas son algo que jamás se podrían destruir y que pueden ser apreciadas por todos los turistas que visitan el lugar. 



FUENTE: Sobrefrancia

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