Castillo de Burgos


Este castillo fue una de las edificaciones más importantes en la historia medieval de la ciudad de Burgos. Fue erigido durante el reinado de Alfonso III, en el año 884, coincidiendo con la fundación de la ciudad. Se halla en el cerro de San Miguel, lugar elegido por ser un promontorio desde el que se divisa el resto de la ciudad y la llanura del río Arlanzón.

Está constituido por una muralla de 2,30 metros de ancho, con torres almenadas que constituyen su contorno, como elementos de defensa y contrafuerte. Hay torres de planta circular y rectangular, adosadas a la muralla, y la torre albarrana. Esta torre se unía a la muralla por su parte superior con un paso de madera o un arco.

El recinto exterior es de menor altura y su función es dificultar el ataque directo al recinto principal. Esta muralla se complementa con otros elementos defensivos, como torre, foso y la propia topografía natural del terreno.

A lo largo de su historia fue alcázar y residencia Real, prisión, y alojamiento para huéspedes notables. La reconstrucción que podemos ver en la actualidad, data de finales del siglo XV o principios del XVI. En 1813 los soldados de Napoleón lo volaron casi en su totalidad antes de abandonar la ciudad, lo que produjo además, debido a la explosión, daños en la cercana iglesia de San Esteban.


El pozo es una magnífica obra de ingeniería medieval, abastecía de agua a los moradores del castillo. Está formado por un cilindro central de 63,5 metros de profundidad, circundado por seis husillos con escaleras de caracol de casi 300 peldaños que se comunican entre sí mediante pequeños pasillos concéntricos al pozo, y cuya finalidad era el descenso al fondo para su limpieza y mantenimiento. Está realizado en su totalidad con sillares perfectamente escuadrados.

La Cueva del Moro es un estrecho pasillo tallado en la roca que comunica el pozo con una cueva situada en los dos recintos amurallados del castillo. La función de esta galería forma parte de la defensa del pozo. En los asedios, uno de los principales objetivos de los atacantes era evitar el abastecimiento de agua de los asediados. En el castillo de Burgos, existía la posibilidad de envenenar el agua accediendo al pozo a través de minas subterráneas. La defensa a esta estrategia es crear una “contramina” que impida al enemigo acceder al pozo. Para completar este complejo sistema defensivo, la galería ”cueva del moro” se refuerza con trampas: en los dos extremos de la galería se abren dos profundos fosos difíciles de salvar.


El castillo carece de torre del Homenaje, elemento emblemático de los castillos medievales, y en su lugar se levantó un palacio que sirvió como residencia real y palacio de Alfonso X.

Con la invasión napoleónica los soldados franceses establecen en el su batería imperial en lo que ahora es el pabellón arqueológico. Conocen la vulnerabilidad de la parte norte de la fortaleza ya que allí se concentran la mayor parte de las galerías subterráneas. Por ello, se instalan en el cerro de San Miguel y construyen un avance defensivo conocido como hornabeque.


Cuatro años después, y con su retirada, el castillo es testigo de los últimos preparativos que el contingente galo, vencido, realiza antes de su marcha definitiva, trabajan sin descanso en el interior del Castillo. El objetivo es hacer desaparecer cualquier material, bélico o documental, que pudiera serle útil al enemigo; el procedimiento elegido es volar la fortaleza. La hacen saltar por los aires sin dar tiempo a la evacuación de los últimos soldados. Más de doscientos militares franceses mueren en la explosión, que estremece a toda la población. La iglesia de Santa Maria La Blanca queda destruida, se pierde buena parte de las vidrieras de la catedral y se producen daños en el antepecho de la torre del crucero así como en la iglesia de San Esteban mientras, en la chopera del Carmen, se localizan bastantes cadáveres de soldados franceses.

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