Francisco de Lersundi Hormaechea. 45º Presidente el año 1853

Decimotercer Presidente del Consejo de Ministros durante la Década Moderada (1844-1854), reinando Isabel II desde el 14 de abril de 1853 al 19 de septiembre de 1853.



Nacido en Valencia el 28 de noviembre de 1817. Fue uno de los militares que contribuyó al establecimiento del sistema militar en España. Hijo de un general que se distinguió en la guerra de la Independencia, tras abandonar el Seminario de Vergara, se inició en la carrera militar al estallar la guerra carlista. Por su brillante actuación en dicha confrontación, recibió el grado de subteniente de infantería y destinado a un batallón de cazadores de la Diputación Foral de Guipúzcoa. Participó en las acciones contra los fuertes de Oriamendi y de Andoain y fue herido en la toma de Gorvera. Por méritos de guerra consiguió ascender hasta teniente coronel, al finalizar la contienda. Participó en 1844 a las órdenes de José Gutiérrez de La Concha en el bloqueo de Zaragoza, lo que permitió derrotar a los rebeldes que se refugiaban en la ciudad. Por su participación en esta acción fue ascendido al grado de coronel.

A comienzos de 1846 tomó al asalto la ciudad de Santiago, que se encontraba en manos de tropas sublevadas, acto por el que fue ascendido a brigadier. Jugó un importante papel en la represión del alzamiento civil que se produjo en Madrid el 26 de marzo de 1846. En mayo tuvo que hacer frente a la sublevación del regimiento España y fue el primero en entrar con sus hombres en la Plaza Mayor, donde se hallaban dispuestas las tropas del sublevado regimiento. Al año siguiente tuvo que enfrentarse en Cataluña a los trabucaires carlistas de Cabrera y a los revolucionarios republicanos de Atmeller y Molins, a quienes obligó a refugiarse en Francia.

En 1851 tenía el grado de teniente general tras haber servido con notable éxito en la represión de las sublevaciones de Cataluña, Madrid y otros puntos del país. Fue gobernador militar de Madrid en 1851. Ese mismo año Bravo Murillo le nombró ministro de la Guerra. Tomó posesión del cargo el 6 de febrero de 1852, manteniéndose en el puesto hasta el 16 de enero de 1852, cuando fue sustituido al frente del ministerio por Joaquín Ezpeleta. Tras el fracaso del gabinete presidido por el conde de Alcoy, que tan solo duró cuatro meses, recibió el encargo de formar gobierno. Este se constituyó el 14 de abril de 1853, y Lersundi se reservó la cartera de Guerra. También ocupó de forma interina el ministerio de Estado hasta que regresara a España su titular, Ángel Calderón de la Barca, que era embajador de España en Estados Unidos.

Su gobierno estuvo caracterizado por su talento conciliador. Lersundi trató de establecer la paz entre las diversas fuerzas políticas que luchaban por el poder, lo que hizo que su gobierno pasara desapercibido y no fuera muy apreciado por la opinión pública. Con el nombramiento como ministro de Fomento de Estaban Collantes en sustitución de Claudio Moyano Samaniego. Lersundi trataba de ganarse el apoyo de la coalición denominada de los Polacos, pero esta decisión provocó la caída de su gobierno el 19 de septiembre de 1853, sustituido por José Luis Sartorius, conde de San Luis.

Volvió a ocupar plaza en el gobierno el 12 de diciembre de 1856, siendo nombrado por Narváez, ministro de Marina. Temporalmente también sustituyó de forma interina al ministro de Guerra, Antonio Orbistondo. El 17 de enero de 1864 Lorenzo Arrazola le puso de nuevo al frente del ministerio de Guerra. La fama de Lersundi hizo temer a Leopoldo O'Donnell, quien presidía el gobierno desde el 21 de junio de 1865, que éste le sustituyera al frente del gabinete, por lo que para apartarle de la escena política le nombró en 1866 capitán general de Cuba. Su acción de gobierno en la isla no fue muy brillante. En contra de lo que habían hecho sus antecesores en el puesto, intensificó la persecución de los elementos separatistas, con lo que consiguió que aumentase el apoyo de gran parte de la población a este movimiento, cerró todos los círculos de los reformistas y acabó con gran parte de los bandoleros que inundaban la isla, a los que detuvo y deportó a la isla de Fernando Poo.

El militar encontró una sociedad en crisis, la isla era utilizada por gente sin escrúpulos para enriquecerse rápidamente y abundaba la gente desarraigada; todo esto se lo hizo notar en una carta al ministro de Ultramar, Antonio Cánovas del Castillo. Lersundi se ganó la enemistad de gran parte de los terratenientes de Cuba, quienes, ante el cariz que estaba tomando la situación, presionaron al gobierno español para que fuera sustituido; siendo destituido a los cinco meses de su llegada. Regresó a Cuba como capitán general en 1867, cuando Narváez fue nombrado presidente del gobierno. En su nuevo mandato centró su atención en cuestiones hacendísticas y de orden público al crear una serie de comisiones militares para perseguir a los delincuentes. Estas comisiones se hicieron odiosas por la cantidad de abusos que realizaron sobre la población.

Al poco de su llegada tuvo serios incidentes con el obispo de La Habana, quien trataba de prohibir que se tocaran las campanas, como era costumbre, a la llegada del capitán general a los pueblos que visitara. El gobierno se vio obligado a intervenir en esta polémica emitiendo una orden en la que daba la razón al religioso. En este nuevo mandato volvió a mostrar su incapacidad para gobernar la isla. Sus medidas más controvertidas fueron el aumento de los impuestos y el intento de negociar un empréstito, primero con los Estados Unidos y después con Inglaterra, y dejar como garantía las propiedades del estado en Cuba. Estas decisiones provocaron una corriente contraria al gobernador.

Al creer que la Revolución de 1868, la Gloriosa, iba a ser un movimiento temporal con pocas posibilidades de éxito, Lersundi decidió permanecer leal a Isabel II. Por su parte, el candidato carlista al trono, el infante don Carlos, le nombró virrey de las Antillas con el fin de ganarse su apoyo; a pesar de ello, el nuevo gobierno le confirmó en su puesto. Lersundi fue incapaz de descubrir los preparativos revolucionarios de los independentistas que supusieron el inicio de la guerra de los Diez Años, tanto era así que días antes del alzamiento telegrafió al gobierno que la tranquilidad gobernaba en la isla. El conflicto comenzó el 10 de octubre de 1868 con el llamado Grito de Yara, cuando los insurgentes, formados en su mayor parte por campesinos, hacendados y profesionales, al mando de Carlos Manuel Céspedes, tomaron Bayamo, ciudad en la que establecieron la capital de un gobierno revolucionario.

La revuelta sorprendió totalmente a Lersundi que apenas contaba con recursos para combatir a los insurgentes. Organizó la resistencia formando batallones con voluntarios cubanos, al frente de los cuales destinó al conde de Valmaseda, el segundo en el mando en la isla. La situación se fue agravando, por lo que el general se vio obligado a presentar su dimisión el 4 de enero de 1869, siendo sustituido por el general Dulce, que al contrario de su predecesor, comenzó a negociar con lo sublevados. A su regreso a España, Lersundi se negó a reconocer la autoridad del nuevo gobierno surgido de la Revolución de 1868, por lo que se retiró de la vida política. Regresó a la actividad política momentáneamente en 1872, cuando participó en Vitoria en una serie de acciones militares con el fin de desbaratar los planes de los carlistas, poner a su candidato en el trono y favorecer la proclamación de Alfonso XII. Nuevamente, se apartó de la política, muriendo en Bayona (Francia) el 17 de noviembre de 1874, poco antes de ver cumplido su sueño de ver el regreso de los Borbones a España.
Ramón Martín

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