Luisa Isabel de Orleáns, esposa de Luis I
Nacida en Versalles el 11 de diciembre de 1709, no lo hizo con buen pie. Su madre, María Francisca de Borbón, que después de alumbrar cuatro hijas deseaba ardientemente dar a luz un varón, estuvo de parto durante cuarenta horas, y al día siguiente de su nacimiento, su abuela paterna consignó con muy poco entusiasmo en su diario: "La duquesa de Orleáns nos ha gratificado con una quinta niña a la que llamaremos madeimoselle de Montpensier. La pobre criatura ha sido muy mal acogida por todos y me da verdadera pena. ¡Lástima que no haya sido un chico!". .La decepción de la familia fue tan grande que ni siquiera se preocuparon en buscar un nombre para la recién nacida. Se la cristianó rápidamente y sin pompa alguna. Doce años después, al tramitarse su matrimonio con el príncipe de Asturias, don Felipe V tuvo la sorpresa de comprobar que su hijo se casaba, según la documentación oficial, con una mujer sin nombre, por lo que la Corte francesa tuvo que darse prisa en reparar la omisión y, en una semana, bautizarla, confirmarla y efectuar su primera comunión.
En 1721, el rey de España y Felipe de Orleáns, regente de Francia, acordaron el matrimonio de sus hijos. Los prometidos se vieron por primera vez el 19 de enero de 1722. La boda tuvo lugar al día siguiente, aunque Luisa Isabel no fue "completamente" princesa de Asturias hasta un año y medio después.
El 9 de febrero de 1724 Luis I fue proclamado rey, apenas subió al trono, Luisa Isabel empezó a mostrar sus excentricidades, algunas de las cuales quedaron reflejadas por escrito en uno de los comunicados del embajador inglés Stanphone: "no hay nada que justifique la conducta inconveniente de la reina. A sus extravagancias, como jugar desnuda en los jardines de palacio; a su pereza, desaseo y afición al mosto; a sus demostraciones de ignorar al joven monarca, responde el alejamiento cada vez más patente de don Luis hacia ella". El rey, harto de reprenderla, decidió cortar por lo sano y el 4 de julio de 1724 la recluyó en sus habitaciones del Alcázar, bajo prohibición de salir y hablar con más personas que las señaladas por el soberano. El efecto de esta medida fue enorme no sólo en España, sino también en toda Europa. El comportamiento a partir de ese momento fue ejemplar y Luis I ordenó su libertad. El 20 de julio tuvo lugar la reconciliación de los monarcas, pero el recién nacido idilio duraría poco.
El 21 de agosto, el rey se sintió indispuesto. Los médicos le diagnosticaron viruela; su esposa, pese al posible contagio, no se separó de él ni un momento. Las crónicas aseguran que los últimos diez días de su reinado fueron verdaderamente los que convirtieron a Luisa Isabel de Orleáns en Reina de España. El rey falleció el 31 de agosto de 1724, tras un reinado relámpago de seis meses. Luisa Isabel cayó enferma de viruela, debido al contagio, el mismo día de la muerte de su esposo. Descuidada por todos, atendida únicamente por dos sirvientas, permaneció en cama las primeras semanas de su viudez, hasta que fue devuelta a Francia. Nadie sintió su marcha, la despedida de los reyes de España, Isabel de Farnesio y Felipe V fue fría, y el pueblo de Madrid permaneció indiferente. Se instaló en el palacio de Luxemburgo y murió de hidropesía en 1742, a los 32 años de edad.
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