Dos niños comiendo melón y uvas de Murillo
Realizado
hacia
1650, es un óleo sobre lienzo de 145,6 x
103,6 cm. Se puede ver en el Alte Pinakothek de Múnich.
Este tipo de pinturas de Murillo, se encuentran
casi todas fuera de España, lo que hace pensar que fueron pintadas por encargo
de algunos de los numerosos comerciantes flamencos afincados en Sevilla y con
destino al mercado nórdico, como lo hizo Nicolás de Omazur, importante
coleccionista y cliente del artista.
El pintor representa la vida
de mendicidad y pobreza de Madrid, que a pesar de ser una de las ciudades más
importantes y con más comercio de la península, por esa misma razón, era
también una de las que recibía mayor número de indigentes. A esto hay que añadir
los estragos de la peste y la profunda crisis económica y social a que había
conducido la monarquía absoluta de la Casa de Austria. Todo ello
contribuyó a la miseria y práctica del pillaje. Esta época fue llamada
el Siglo de Oro, denominación especialmente utilizada en lo que al terreno
cultural se refiere. Así en esta pintura, los niños se encuentran vestidos
pobremente con las camisas medio destrozadas, pero con muestras de cierta
alegría en la glotonería con que consumen las frutas, seguramente robadas. Esta
interpretación profana y cotidiana, muestra el conocimiento que el autor tenía
de la escuela italiana, influido principalmente por Caravaggio, quizá en los pequeños
«Bacos» realizados por este pintor cincuenta años antes.
El príncipe
elector Maximiliano II Manuel de Baviera en Amberes —donde
era gobernador de los Países Bajos de los Habsburgo a finales del
siglo XVII o a principios del siglo XVIII— adquirió esta pintura
junto con Niños jugando a los dados, obra también de Murillo,
siendo las dos primeras pinturas de este autor que pertenecieron a la Alte
Pinakothek.
La pintura presenta como
protagonistas a dos personajes, niños aún, que ocupan un primer plano; ambos se
encuentran sentados y comiendo fruta. El de la derecha, sentado sobre una
madera está situado en una posición un poco superior que su compañero, tiene la
mejilla hinchada por la cantidad de melón puesto dentro de su boca, recién
mordido de la tajada que sostiene en la mano izquierda, mientras con la derecha
aguanta un cuchillo y el resto del melón apoyado sobre sus rodillas; tiene
girada la cabeza hacia su compañero, el cual con la mano derecha en alto está
comiendo uvas directamente del racimo; en la otra mano sostiene una tajada de
melón. Las ropas son harapos rotos, los pies descalzos y sucios están próximos
al espectador y en la parte izquierda del cuadro, se encuentra una cesta llena
de uvas que forma por sí sola una naturaleza muerta. Toda la escena
mantiene una iluminación de claroscuro, proveniente de la parte izquierda,
propia de la época barroca y de la influencia «caravagista» del autor. También
la composición realizada con diagonales es típicamente barroca. El colorido
empleado es en tonos ocres y verdosos, entre el blanco y el negro.
Ramón Martín





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