San Andrés de Luca Giordano
Realizado hacia 1658
Óleo sobre lienzo de
120,5 X 104,4 cm
Depositado en otra
institución
El santo aparece sentado y absorto en la
lectura de las Escrituras. Apoya su mano
derecha en la cabeza, gesto con el que resalta su actitud meditativa. Su codo
se apoya sobre unos gruesos volúmenes. Sobre la mesa aparece el pez, atributo
del apóstol, y al fondo, a la derecha, se vislumbra la cruz en aspa de su
martirio.
Se trata de una pintura muy temprana,
difícil de encajar en el conjunto que conserva el Museo del Prado.
La figura procede de una cabeza presente en su Cristo
entre los doctores, pintura de Luca correspondiente
a su momento más pretiano y, por ello, fechada con justicia por Ferrari y
Scavizzi en 1658-592. Allí, efectivamente, aparece en el extremo izquierdo de
la composición un anciano que apoya también su cabeza en su mano derecha, cuyos
dedos adoptan una postura idéntica a los del cuadro del Prado.
Incluso, las Escrituras sobre las que debaten los doctores, presentes a los
pies de Cristo, recuerdan lejanamente las que el santo
lee en el cuadro que aquí se estudia. A esta misma fase corresponde otra
importante pintura del Prado: Rubens pintando
la alegoría de la Paz, también esencialmente pretiana, aunque
correspondiente a un momento ligeramente posterior, como muestra la mayor
habilidad para construir anatomías y para resolver la apariencia de los objetos
presentes. Muestra de ello es el brazo derecho, construido con la impericia
propia de un artista en fase de formación: desproporcionado, con numerosas
dificultades para integrarlo en el conjunto de su anatomía y que apoya los
dedos torpemente en su cabeza. Por lo demás, en todo se acomoda a las
características de esta breve y fructífera fase de su producción, como es el
uso de una base oscura, que otorga a las obras de este momento un aspecto
negruzco, quizás ahora más de lo pretendido por el artista originalmente.
No resulta clara la relación entre esta
pintura y Cristo entre los doctores, antes
citado. Podría considerarse que Giordano tomó figuras de esta última para
adaptarlas a pequeños cuadros de devoción, añadiendo para ello los atributos
que permitieran identificar al personaje. Sin embargo, los problemas
cronológicos advertidos permiten sospechar que el procedimiento seguido fue
exactamente el contrario. Es decir, Giordano, probablemente, integró en Cristo
entre los doctores ciertas
figuras procedentes de pinturas anteriores, sobre todo, como es este el caso,
aquellas que no tienen intervención alguna en el relato bíblico y que le
permitieron rellenar espacios de escasa relevancia narrativa. Aunque Cruzada
Villaamil anotara en 1865 (y, con él, Ferrari y Scavizzi
en 1966) que este cuadro estaba firmado, la firma no es visible actualmente3. A
pesar de ello, no existen motivos para dudar de su afirmación, puesto que tuvo
la oportunidad de contemplar la pintura antes de su largo depósito y antes de
que los barnices oscurecidos y la suciedad ahora existente hicieran imposible
su lectura.
TEXTO:
Web del Museo de El Prado
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