Creación de la Real Compañía de Guardia Marinas (1717)

 


A la llegada de José Patiño a Cádiz, se puso, inmediatamente, manos a la obra en su labor de modernizar la Real Armada, comenzando con la organización de la Compañía de Guardias Marinas gaditana, basándose en la ya existente de las guardias de Corps (capitán, teniente, alférez, exentos, brigadieres, subrigadieres y guardias), para la formación militar, y una academia para la formación profesional y científica, con un director y profesores que podían ser militares o civiles. El primer cargo lo ostentó el coronel de los Guardias de Corps, Luis Dormay, para supervisar la formación de los Guardias Marinas.


 

Los cadetes debían probar su hidalguía para poder ingresar. El número admisible era de 240 y, hasta su traslado en 1777 a San Fernando, al tiempo que se creaban las de Ferrol y Cartagena, no contarán con cuartel propio, alojándose en pensiones o casa de vecinos de Cádiz. La Academia estuvo muy cerca del actual Ayuntamiento gaditano, y sus primeras bajas en combate las sufrirán inmediatamente, en la expedición a Cerdeña del mismo año de su fundación.

Para dotar a los buques se crearon dos cuerpos. De un lado el de Oficiales de Guerra de la Real Armada, con tres especialidades: los embarcados en buques, estados y planas mayores; los que debían mandar el Cuerpo de Batallones, más tarde Infantería de Marina; y los que mandarían las Brigadas de Artillería de la Armada. Este Cuerpo comenzará a llamarse General de la Armada en la tercera década del siglo.

 

   

Por otro lado, el Cuerpo del Ministerio (hoy le llamaríamos de Administración o de Intendencia), debería dotar la secretaría de Marina, las contadurías, tenedurías, almacenes y astilleros. El ingreso era directo, sin exigencia de pruebas de nobleza. Los secretarios de Estado de Marina, desde Patiño en 1726, hasta González de Castejón, en 1777, pertenecerán a este Cuerpo. Tal es el caso de Campillo, Ensenada y Arriaga.

La mayoría de los oficiales que dotaban esos cuerpos se formarán en la Real Compañía, aunque un porcentaje significativo vendrá del Ejército de Tierra. 

 


 

Durante el siglo XVIII, la organización de la Marina irá evolucionando de acuerdo a las instrucciones provisionales dadas por Patiño el 16 de junio de 1717, que durarán 31 años; las ordenanzas de la Armada de Fernando VI, redactadas por el capitán de navío don Joaquín Aguirre en 1748; y las de Carlos IV, redactadas por don José de Mazarredo y don Antonio de Escaño EN 1793. En 1804 Grandallana publicó unas que estuvieron en vigor un solo año, regresándose a las 1793 que llegaron hasta 1960.

 

 

 

En 1726 Patiño se decide a crear los Departamentos, inspirándose en la organización francesa, cuando ya se habían puesto en marcha, los nuevos astilleros de la Corona:

-        La Habana en 1723

-        Puntales, anterior a La Carraca

-        Puente Zuazo, también anterior a La Carraca

-        La Carraca en 1724

-        La Graña en 1726

-        Cartagena en 1726


 

Estos coexistieron hasta poco después de la creación de los Grandes Arsenales de Ensenada, con los del Cantábrico. En la práctica la elección de Ferrol, encargado de proteger las arribadas de América y dominar la derrota Canal-Estrecho, la de Cartagena, magnífico puerto y boca oriental del Estrecho, y Cádiz, desde siempre lugar de zarpada para América, supuso el alejamiento de las fronteras francesas y el abandono de bases seculares como Pasajes y Barcelona. La necesidad de dominar los teatros marítimos y el capricho de los vientos dominantes que, en aquella época, mandaban en la propulsión, conformaron la geografía departamental.

Ramón Martín

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