La Pentecostés de Luca Giordano
Realizado entre 1697 y 1702
Óleo sobre lienzo de 61 X 82 cm
No expuesto
En el centro de la composición y sobre
unas gradas, la Virgen, con las manos sobre el pecho, alza sus ojos al cielo.
Los discípulos aparecen en círculo en torno a ella. El ambiente es oscuro,
destacando los rojos, blancos y azules de las figuras más próximas al
espectador. El resto aparece apenas esbozado.
En los
inventarios reales se asocia a otras pinturas con las que solo tiene en común
las medidas, frecuentes en su catálogo, como por ejemplo los dos bocetos
citados a la muerte de Carlos II en el obrador de los pintores de cámara del Alcázar
de Madrid.
Se trata
de una pintura de ejecución torpe, que solo en aspectos superficiales recuerda
las maneras del maestro. Su autor imita, de forma poco convincente, los tipos
físicos de Giordano, así como las pinceladas largas y fluidas que perfilan formas,
volúmenes o luces y sombras. Su ejecución muestra los problemas de su anónimo
autor para reproducir los efectos conseguidos por el napolitano trabajando
desde la preparación, que aquí se muestran confusos en los primeros planos y
ciertamente toscos en los planos sucesivos, donde el pintor trata, con poco
convencimiento, de degradar las figuras para mostrar la distancia. La Virgen figura principal de la pintura, aparece resuelta con trazos más esmerados,
aunque presenta problemas impropios de Giordano, como la desproporción de sus
mejillas o el carácter sumario de sus dedos. Nada en la pintura evidencia la
presencia de Giordano, sino de uno de sus colaboradores, y no ciertamente uno
de los más dotados. Alguna de las cabezas de los apóstoles con las cuencas de
los ojos negras y anatomías poco convincentes, recuerda figuras presentes en
otras obras, como los muertos en primer plano de Perseo convierte en piedra a Fineo y sus compañeros,
que participan de las mismas debilidades antes descritas.
Ferrari y
Scavizzi citaron esta pintura en la primera edición de su monografía sobre este
artista (1966). Por motivos difíciles de entender, en la segunda edición (1992)
se ignora su existencia. El único argumento que permite avanzar una cronología
es la comparación con otras pinturas del maestro, en las que se percibe,
igualmente, la mano de algún ayudante que recuerda la técnica presente en este cuadro.
Por eso y ante la ausencia de argumentos más convincentes, se fecha aquí hacia
1699-1702, esto es, la fecha propuesta para Perseo convierte en piedra a Fineo y sus compañeros.
Ramón Martín
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