Disparo de un cañón naval de los siglos XVIII y XIX
En primer lugar,
debemos saber que la disposición de la artillería en un navío de línea era,
como norma general en todas las Armadas, colocar los cañones de mayor peso, ya
fueran de 24 o 36 libras, en la batería baja del buque, lo que le proporcionaba
una mayor estabilidad, situando los calibres menores en las baterías más altas
según sus calibres. En cada una de las baterías, la mitad de las piezas iban a
babor y la otra mitad a estribor.
Los cañones de mayor
calibre, 24 y 36 libras, por ser los más grandes y pesados, necesitaban para su
manejo, entre 8 y 14 hombres, cada uno, dependiendo si el disparo se iba a
efectuar por una banda o por las dos a la vez. El disparo de uno de esos
cañones implicaba una serie de pasos, que debían ser ejecutados de
una manera mecánica para conseguir una buena cadencia de tiro. Al ser de gran
importancia la buena realización de cada uno de estos pasos, no podían saltarse
ninguno de ellos, sin riesgo de que se produjera la explosión del cañón o de
alguno de los cartuchos, bien por imprudencia o por mal manejo. De ahí la
importancia de un buen entrenamiento a la hora de cargar o disparar el cañón,
por parte de las tripulaciones.
En el momento del
combate, era imprescindible tener cerca tinas de agua con algunos lampazos
mojados, para apagar cualquier fuego que se pudiera producir. Además de tener todos
los pertrechos necesarios para la buena utilización de cada una de las piezas, era
necesario tener, siempre cerca, los pertrechos de respeto o recambio: cureñas,
ruedas, ligaduras…, todo repartido en tres puestos, para poder acceder a ellos
desde cualquier lugar del buque en caso de necesidad. Los cajones conteniendo
cartuchos de fusil, así como los barriles de granadas y una mechera llena de
mechas, también eran distribuidos estratégicamente.
La dotación de un cañón
manejaba dos cañones: el de estribor y el enfrentado de babor. Aunque normalmente
se disparaba por una sola banda, en caso de tener que disparar por las dos se
dividían los hombres, ayudándose entre ellos, principalmente, para cargar los
dos cañones. La utilización tanto de las armas como de la artillería tenía que
ser considerada en función de varios factores:
· En
caso de tener que apuntar para dar en la proa o popa, era preciso tener en
cuenta el andar de uno y otro navío.
- Cuando tenían que tirar a desarbolar, se
debía apuntar a la altura de la cofa, lugar donde se producían los mayores
estragos.
- En el caso de disparar para era echar a
pique el buque contrario, la bala debía dirigirse para que diese en la mitad
del casco.
- En el caso de disparar sin más objetivo
que el buque enemigo, la primera batería tendrían que apuntar a la primera
del enemigo; los de la segunda a la segunda; los del alcázar y castillo,
al alcázar y castillo contrarios.
Era fundamental, tener
en consideración el movimiento del navío, pues para tener éxito hay que dar a
la pieza una mayor elevación de la que correspondería, para que, más o menos a
la mitad de la caída del balanceo del buque, se haga puntería en el lugar que
se desea batir. Los cañones situados por barlovento tenían suficiente
elevación, por lo que se les daba fuego en el momento del balance o caída. Otros
factores a tener en cuenta, además del movimiento del buque, era que los tiros
efectuados de mar a tierra, son más cortos que los que se hacen de tierra al
mar; con lluvia, los tiros son de menos alcance que cuando hay niebla o el
tiempo está nublado; del mismo modo que los que se hacen de noche, no son tan
largos como los que se hacen de día, a su vez, siendo de día, hay más alcance
cuando el sol esta más elevado sobre el horizonte.
Una vez disparado un
cañón, se arriaba la porta mientras se volvía a cargar, y una vez cargado se
abría de nuevo poniendo el cañón en batería.
Paso a paso de la carga
de un cañón naval:
-En
primer lugar, se introducía un cartucho de pólvora hasta el fondo del ánima,
mediante un atacador.
-Tras el
cartucho de pólvora le seguía el proyectil, ya fuera bala rasa, palanqueta o
metralla, y se taponaba con un taco de estopa, que evitaba que se deslizasen
cartucho y proyectil, quedando todo en el fondo de la recámara.
-El cabo
de cañón agujereaba el cartucho de pólvora mediante un punzón que introducía
por el oído del cañón.
-A
continuación, se cebaba el oído con pólvora rápida proporcionada por un cuerno
que llevaba el cabo de cañón.
-En el
caso de no disponer de llave de artillería se aplicaba el fuego mediante mecha,
con el botafuego. Con la llave el disparo era efectuado tirando de una pequeña
driza, que hacía saltar el mecanismo y mediante un sílex de este se producía
una fuerte chispa, que encendía la pólvora rápida del oído del cañón y producía
a su vez la ignición del cartucho. Este segundo método era el más utilizado
desde finales del XVIII, quedando el botafuego como método de reserva por si
fallaba la llave.
-Esto provocaba la ignición de la carga de pólvora y empujaba con gran violencia al proyectil al exterior, arrojando a su vez el taco desintegrado y pavesas ardiendo.
-Con la
esponja, una vez mojada en agua, se refrescaba el interior del ánima y se
apagaban los posibles rescoldos que hubiera en el interior de la recámara. Este
refresco había que hacerlo a fondo cada pocos tiros, pues el cañón podía llegar
a ponerse al rojo vivo, con el consiguiente riesgo de explosión, o que se deformase
por el calor o sufriese alguna fisura. Los cañones españoles fundidos en la
Cavada tenían la ventaja de avisar antes de explotar porque se
desquebrajaban cuando estaban a punto de estallar, lo cual daba tiempo al menos
de alejarse.
-Por
último, con el cepillo se retiraban los restos y se limpiaba el ánima, quedando
el cañón listo para repetir el proceso de carga.
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