El Rescate de Malta
Datos del Rescate de Malta
Fecha: 18 de mayo a 11 de
septiembre de 1565.
Contendientes: El Imperio
Otomano y España.
Lugar: Isla de Malta
Personajes turcos:
Personajes españoles:
Vincenzo
Anastagi
Desarrollo de los combates
El enclave de Malta
suponía un problema para el Imperio Otomano, además de una importante
posición geoestratégica. En un principio, los líderes de la Orden de Malta se
mostraron defraudados con esta sede, ya que sus recursos eran menores a los de
Rodas. El avance berberisco, con el mítico pirata Dragut, a la cabeza,
supuso que la orden tuviera que multiplicarse. En 1551, Dragut y el almirante
turco Sinán invadieron la isla de Malta; pero debido a las formidables
defensas, tuvieron que detener la acometida y se trasladaron a atacar un
objetivo más sencillo: la cercana isla de Gozo, que fue bombardeada durante
días, hasta que el gobernador de los Caballeros en Gozo rindió la ciudadela. Los
turcos, tras tomar rehenes, se dirigieron a Trípoli, donde expulsaron, con facilidad
a la guarnición de caballeros malteses. El Gran Maestre de la Orden, Juan de
Homedes, ante la amenaza musulmana, ordenó reforzar el Fuerte de San Ángel
en Birgu, y construir dos fuertes nuevos: el de San Miguel, en el promontorio
de Senglea, y el de San Elmo, que sería crucial en el sitio de 1565.
La hegemonía Otomana
vivió su cenit en los siguientes años. En España, el año 1560, Felipe II se lanzó a la
conquista de la isla de Djerba (Túnez), con una importante flota, que contaba
con una amplia representación de la Orden de Malta. Pero la indecisión de Juan
Andrea Doria y el duque de Medinaceli, permitió que el almirante
Pialí Baja sorprendiera a la flota imperial, y capturaran o hundieran la
mitad de las galeras españolas. Desde 1557, Jean Parisot de la Valette,
se puso a la cabeza de la orden, siendo clave en el largo asedio que se
produciría. A principios de 1565, recibió avisos del ataque, pero cometió un
error al empezar con retraso las medidas defensivas. La delicada situación
económica de la Orden no permitía realizar tales acciones, y solo cuando la
flota enemiga se vislumbró en el horizonte el 18 de mayo, el Gran Maestre se
decidió a autorizar dichas medidas. El virrey de Sicilia, García de Toledo,
se limitó a enviar un millar de arcabuceros cuando los malteses reclamaron
ayuda.
Frente a las exiguas
fuerzas empeñadas en la defensa de Malta, las huestes otomanas habían reunido
una de las mayores flotas de invasión de la historia moderna. Solo contaban una
desventaja: su mando estaba dividido entre el visir Mustafa Bajá y el almirante
Pialí Bajá, que a su vez quedaban supeditados al corsario Dragut. Se
impuso el criterio de Pialí Baja, al seleccionar el primer objetivo:
atacar la fortaleza de San Elmo. Decisión que, fue a la postre, una de las
razones del fracaso turco. El largo asedio lejos de las bases principales se
vislumbró insostenible a medida que pasaban los días. Finalmente, el día 23 de
junio, tras un mes de asedio, las filas turcas se hicieron con su anhelado
objetivo, aunque era un montón de ruinas. Por el camino murió Dragut,
que, fue alcanzado en su galera por un proyectil desde San Ángel. Incluso
diezmadas, las fuerzas musulmanas no habían aflojado el bloqueo marítimo. Por
ello fue meritoria la llegada del capitán español Juan de Cardona, con
cuatro galeras y 600 soldados, la mayoría pertenecientes a los tercios
españoles.
Con los suministros
malteses casi agotados, Mustafá ordenó, el 15 de julio, el primer ataque
contra la ciudad principal. Cien pequeñas embarcaciones de desembarco se
lanzaron sobre el Gran Puerto, mientras las fuerzas terrestres atacaron las
murallas exteriores de la ciudad. El ataque fue un fracaso, a pesar de que los
turcos hicieron gala de todo su poder, mientras entre los cristianos empezaban
a dejarse sentir el hambre. La figura de Jean Parisot de la Valette alcanzaría
su máximo protagonismo a través de sus arengas en primera línea de batalla.
El segundo asalto
llevó al límite la resistencia maltesa. Tras un bombardeo colosal, los muros de
la ciudad, a medio derruir, recibieron dos ataques simultáneos el 7 de agosto;
pero un golpe de suerte en el bando cristiano echó al traste la victoria
musulmana. La batida de la caballería, mandada por Vincenzo Anastagi, se
encontró, por casualidad, con el hospital principal de los otomanos, que, ante
el ataque, creyeron consistía en el desembarco de refuerzos españoles. La
legendaria caballería maltesa salvó a la ciudad cuando todo parecía perdido. Sin
interrumpir el bombardeo, los otomanos emprendieron sendos asaltos el día 19 y
el día 31 de agosto, aprovechando la perdida de efectividad de los arcabuceros
cristianos, a causa de las lluvias.
A principios de julio
un joven miembro de la Corte del rey Felipe II salía de su
residencia en Galapagar para dirigirse a Barcelona, donde se concentraba una
flota para dirigirse a Malta. Aquel joven era don Juan de Austria aunque entonces se
le impidió embarcar, pocos años después encabezaría la flota enviadas contra el
Imperio otomano. La Europa cristiana respondió con furia al grito de
auxilio. García de Toledo planificó una escuadra de socorro, en un
intento de aunar una flota de galeras, que pudiera romper el bloqueo, y un
grupo terrestre que pudiera hacer frente a las tropas musulmanas desplegadas. El
rescate se hizo esperar hasta que el día 7 de septiembre se dio el paso clave. Don
Álvaro de Bazán —otro de los que serían clave en Lepanto —, venció la línea
de defensa turca.
Ocho mil cristianos
desembarcaron al día siguiente en la bahía de San Pablo. Mientras, en tierra,
las fuerzas españolas formaron los temidos cuadros de los tercios y
emprendieron una marcha de tres días. Los turcos, creídos de que se trataba de
la avanzadilla de un ejército mayor, tocaron retirada. Pero informados por un
desertor morisco, de que seguían estando en superioridad numérica, Mustafá
suspendió la misma y se preparó para el combate. Álvaro de Sande, viendo al
enemigo acercarse, cargó sobre los turcos que iban, con solo una compañía de
arcabuceros. Los turcos que se encontraban bastante desmoralizados emprendieron
la huida. El día 12, abandonaban la isla las últimas galeras turcas.
La derrota del ejército otomano fue la primera gran derrota en décadas. Se habían perdido 20.000 hombres, entre ellos Dragut, y una seria pérdida de prestigio. De la otra parte, los reinos cristianos habían recuperado la confianza y recuperaron la iniciativa, como tuvieron ocasión de demostrar, siete años después, en la batalla de Lepanto. Solimán el Magnífico perdió la ocasión de poner un broche de oro a un reinado brillante. Un año después falleció de una apoplejía durante la batalla de Szigétvar en Transilvania.
El rey Felipe II recompensó al artífice de la defensa, Jean Parisot de la Valette, con una espada y una daga de acero toledano, adornadas con fornituras de oro y pedrería y la leyenda «PLVS QVAM VALOR VALETTA VALET» (Más que el mismo valor vale Valetta). Desde entonces, la espada y la daga del Valor desfilan cada 8 de septiembre por las calles de La Valeta tras el portaestandarte de la Cruz de Malta.
Hasta la conquista de
la isla por Napoleón, los caballeros continuaron con su labor de corso.
Con el tiempo y la falta de recursos, la Orden fue a menos, quedando su rol desdibujado.
En la actualidad, se limitan a labores benéficas y a la defensa del patrimonio
cultural.
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