Batalla de San Quintín

 


Datos de la Batalla

Fecha: 10 de agosto de 1557, en el marco de las guerras italianas.

Contendientes: Francia y el Imperio español, junto al ducado de Saboya.

Lugar: San Quintín (Francia)

Personajes franceses:

Anne de Montmorency

Gaspar de Coligny

 

Personajes saboyanos:

        Manuel Filiberto de Saboya

Personajes del Imperio español:

Conde Egmont

Julián Romero

Ferrante I Gonzaga

 

 


Preliminares


    Los primeros movimientos que llevarían a la batalla estuvieron marcados por el apoyo que el papa Pablo IV, prestó a las tropas francesas para que entraran en los dominios españoles del Milanesado y Nápoles, donde se encontraron que la oposición de las fuerzas mandadas por el Tercer duque de Alba. Tropas que rechazaron a las fuerzas invasoras y aislaron al Papa, lo que provocó la excomunión de Felipe II.

    Los principales combates se libraron en la frontera entre Flandes y Francia, donde Ruy Gómez de Silva había reclutado 8.000 infantes y una importante cantidad de dinero; también Felipe II recibió la ayuda de su esposa María Tudor, consistente en otros 7.000 hombres y 9.000 libras al mando de lord Pembroke. Las fuerzas imperiales llegaron a tener unos 42 000 soldados, estando previsto que se les unieran otros 18 000 más. De este contingente, tan solo 6000 eran españoles, de los tercios de Alonso de Navarrete y de Cáceres. El mando de las fuerzas lo ejercía Manuel Filiberto de Saboya, siendo los mandos españoles minoría.



La Batalla


    Nada más penetrar en Francia por la Champaña, el ejército se dirigió a Rocroi, pero los enormes recursos defensivos de esta plaza, hizo desistir a los imperiales de sitiarla, mientras que a las tropas imperiales, les seguían a poca distancia un ejército francés mandado por Anne de Montmorency, condestable de Francia. Los franceses pensaros que sería Gisa la ciudad elegida por los imperiales, por lo que Montmorency la aprovisionó con abundantes recursos. Pero todo había sido una estratagema, y una noche de primeros de agosto Egmont dirigió su caballería a San Quintín con la intención de sitiarla.

    San Quintín, situada en el margen derecho del río Somme, gozaba de una importante posición estratégica, controlando las comunicaciones entre París y Flandes. Sus 15 kilómetros de murallas, el río Somme por el sur y una zona pantanosa por el oeste, la protegían de posibles ataques. Solamente comunicada, entre el río y los pantanos, por una zona de tierra, conocido como el arrabal de la Isla. Como el paso era difícil, se hacía por un estrecho puente, llamado de Rou.

    Los españoles pensaron que, conquistada, la fortificación, esta impediría la llegada de refuerzos para las tropas cercadas. En el amanecer del 1 de agosto, los franceses no pudieron impedir que los españoles cercaran la población. El punto crítico de la defensa era la isla fortificada, situada al otro lado del río. La caballería de los imperiales inició el ataque el 2 de agosto, cuando el duque de Saboya atacó la plaza, tan rápidamente que, las compañías españolas de Julián Romero se apoderaron del arrabal de la isla sin que la guarnición tuviese tiempo de reponerse.

    El gobernador de San Quintín temeroso de perder la plaza, dio aviso al almirante francés Gaspar de Coligny, que era sobrino de Montmorency, el cual envió refuerzos, los cuales lograron entrar en la ciudad durante la noche del 3 de agosto. Los españoles, cercada la ciudad, comenzaron a bombardear su muralla. Era fundamental tomar la fortaleza antes de la llegada de las tropas de socorro. Esta toma le fue encomendada a los tercios españoles, los cuales lograron el objetivo, a pesar de sufrir importantes bajas. Mientras se aceraban los franceses, el ejército imperial continuaba bombardeando y excavaban minas en las murallas.

    Entre tanto, el cuerpo principal del ejército francés, mandado por Louis Gonzaga, duque de Nervers, se dirigía rápidamente a San Quintín para socorrer la ciudad. Una vez introducido un pequeño grupo, el intento principal de penetrar en la ciudad con el grueso de los refuerzos, mandados por el general Andelot, fue un fracaso, ya que fueron interceptados por el conde de Mansfeld. Entonces los franceses se aproximaron a la orilla del río, pero el duque de Saboya, no cambió sus planes y continuó atacando la ciudad, sin importarle la presencia de las tropas francesas. Esto fue interpretado por el comandante francés como debilidad de las fuerzas imperiales.

    El 10 de agosto, Montmorency mandó avanzar a sus hombres, iniciando un fuerte cañoneo que protegía a los soldados que, en cientos de barcas, intentaban cruzar el Somme. Pronto surgieron los problemas en esa operación anfibia. Un grupo al mando de Andelot, logró cruzar el río con éxito, pero fue interceptado por los arcabuceros españoles, los cuales apostados en la orilla, dispararon a placer contra ellos. Fue una masacre total.

    La noticia del fracaso de Andelot llegó al Montmorency, que decidió ir en persona al frente de su ejército, para forzar el paso y entrar en San Quintín. Se precisaba asegurar el paso de los pantanos y cruzar en barcas el Somme, para poder entrar con 6.000 hombres por la puerta de Santa Catalina.

    Entretanto, con la infantería francesa intentando cruzar el río, Egmont, al mando de la caballería española cruzó el Somme más al norte. Los franceses no se enteraron del paso de los españoles que, una vez en la otra orilla, se mantuvieron ocultos, a la espera de su intervención. Una imprudencia de Montmorency, permitió cruzar por el puente de Rouvroy, a la infantería española mandada por el duque Manuel Filiberto de Saboya. Los franceses abandonaron la protección del bosque a orilla del río, lo que dejo vía libre a los tercios imperiales para cruzar el río.

    Aunque el general francés reaccionó con presteza, ordenando atacar a su caballería, la realidad era que, los franceses habían caído en la trampa. Cuando la caballería francesa, estaba a punto de llegar a las posiciones de la infantería española, Egmont cargó con su caballería por la retaguardia y el flanco de los confiados franceses, que al verse rodeados se retiraron. Los ejércitos imperiales una vez hubieron pasado el río, se desplegaron y prepararon el ataque definitivo.

    Fue la caballería imperial quien inició el ataque contra el flanco izquierdo francés, obligándoles a retirarse, de nuevo, hacia el bosque, mientras la caballería francesa a las órdenes de Louis Gonzaga, duque de Nevers, intentaba contener el ataque. Ambas alas del ejército de Felipe II, rodearon a los franceses, cayendo sobre ellos. Poco a poco las fuerzas francesas fueron desorganizándose, entrando por los huecos los jinetes imperiales. Los arcabuceros de los tercios españoles destrozaron las filas galas, y 5.000 soldados franceses se rindieron a los imperiales. Todo había acabado en poco más de una hora. La carnicería fue enorme; los franceses cayeron ante los arcabuceros de los tercios españoles; Montmorency fue capturado por un soldado español de caballería llamado Sedano.

Durante la batalla los franceses tuvieron 14.000 muertos, 2.000 heridos y 6.000 prisioneros. Se capturaron 60 banderas y 50 estandartes y toda la artillería, junto a un rico botín que se repartió entre la tropa. Murió casi toda la nobleza francesa y los que no murieron, fueron hechos prisioneros: el Condestable de Francia, herido. A los prisioneros alemanes mercenarios, se les dio libertad, tras exigirles juramento de que en cuatro años no debían luchar contra el Rey de España, además de retenerles para exigir rescates proporcionales a su fortuna y empleo.

    Entre las fuerzas imperiales, los muertos y heridos no llegaron a 1.000 hombres. Conocido el resultado de la batalla, Felipe II, se presentó en San Quintín el 13 de agosto al frente de sus fuerzas de reserva, donde estaba incorporado el contingente inglés. Fue tal su alegría que decidió conmemorar la victoria ordenando la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, aunque no atendió la recomendación del duque de Saboya y decidió no avanzar hacia París, hasta no tomar San Quintín, que aún permanecía en manos francesas. Coligny sabedor de que su resistencia era muy importante para Francia, inmovilizaba, ante sus murallas los 50.000 soldados imperiales. San Quintín se negaba a rendirse y con tan solo de 2.000 hombres.

    Los sitiados continuaron su resistencia hasta el 27 de agosto, cuando tras una dura preparación artillera, la ciudad fue tomada al asalto, siendo capturados el almirante Coligny y varios nobles más. Al día siguiente, la ciudad fue incendiada, y el día 30, Felipe II hizo su entrada triunfal en San Quintín, regresando días después a Bruselas con su ejército, quedando en San Quintín una guarnición de 4.000 soldados al mando del conde de Abresfem.

    Un año después, el 13 de julio de 1558 las tropas españolas volverían a vencer a las francesas en la Batalla de Gravelinas, forzando a Francia a firmar la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Finalizaba así la amenaza francesa sobre las posesiones españolas en Flandes e Italia, al tiempo que España se aseguraba la hegemonía del Imperio sobre Europa Occidental durante un siglo más.
Ramón Martín

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