Batalla de Pavía
Batalla de Pavía por Ferrer-Dalmau |
Datos
de la Batalla de Pavía
Fecha: 24
de febrero de 1525.
Contendientes: Francia
y España.
Lugar: Pavía (Italia)
Personajes franceses:
Personajes españoles:
Antecedentes
Una vez conseguido por Carlos I el título de Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico en 1519, Francisco I de Francia sintió una gran preocupación debido a la acumulación de títulos por parte de aquel. Además de que Francia quedaba rodeada por los intereses alemanes y españoles y alemanes. Carlos I de España y V de Alemania se había convertido en el personaje más poderoso del momento. Como consecuencia de esto, no tardó en tener lugar una guerra entre Francia y El Imperio.
Fue Francisco
I el primero en tomar la iniciativa, anexionándose ducado de Milán. Comienza,
de esta manera, la guerra de los cuatro años, entre 1521 y 1524.
Aproximadamente 40.000 franceses, con su propio rey al frente, entraron en la
península italiana. La potente artillería francesa puso asedio a numerosas
plazas del Milanesado, mientras alemanes y españoles aguantaban, como podían, el
ímpetu de los franceses. El 27 de abril de 1522, en la batalla de Bicoca,
los franceses perdieron su primer enfrentamiento. Fue una victoria aplastante
de los tercios españoles. Desde entonces, la palabra «bicoca» pasará a ser
sinónimo de “cosa fácil o chollo”, debido a la facilidad con que se produzco
esta victoria.
Los franceses
estaban comandados por el general Lautrec, el cual inició la batalla con
15.000 piqueteros suizos. Enfrente, las tropas imperiales, bajo el mando del
veterano general Próspero Colonna, que por entonces contaba con 69 años,
contaban con unos 4.000 arcabuceros españoles como fuerza principal. Los suizos
se vieron derrotados por un exceso de confianza, y una pésima disposición de sus
tropas. Debían superar una larga pendiente, lo que les impidió cargar contra
los españoles, convirtiéndoles en un blanco perfecto para los arcabuceros
españoles, que los masacraron, viéndose obligados a retirarse sin poder
entablar batalla.
El 30 de
abril de 1524, tiene lugar la Batalla del Sesia, cerca del río del mismo
nombre. En esta ocasión el ejército español, estaba mandado por Carlos de
Lannoy, que venció a los 40.000 franceses mandados por el almirante
Bonnivet y el conde de Santa Pola.
Casi seis
meses después, el 25 de octubre, Francisco I cruzó los Alpes,
conquistando a primeros de noviembre la ciudad de Milán, donde nombra
gobernador a Luis II de la Trémoille. Tras esta derrota, los españoles,
con 2.000 arcabuceros españoles, 4.500 lansquenetes alemanes y 30 jinetes de
caballería pesada, mandados por Antonio de Leyva, se vieron obligados a abandonar
Milán, dirigiéndose al bastión de Pavía. Los franceses, no dispuestos a
abandonar su presa, iniciaron el asedio a la ciudad con un ejército compuesto
por unos 30.600 hombres y 53 piezas de artillería. Antonio de Leyva, que
era un veterano de la Guerra de Granada aguantó, contra todo pronóstico, en
Pavía el asedio de los franceses. La artillería francesa hacía estragos en las
defensas imperiales, pero lo peor fueron el hambre y las enfermedades que se
habían adueñado de las tropas imperiales. No solo eso, escaseaba el pan y
faltaba el agua, pero los imperiales continuaban con su resistencia.
Transcurridos
tres meses, Pavía continuaba defendiéndose. Francisco I estaba decidido
a agotar por hambre y sed a los asediados. Pero no contabas con que Leyva
iba a recibir refuerzos desde Alemania. Mientras los franceses, obstinados,
esperaban la rendición del bastión, Carlos I mandó un ejército de
auxilio desde Alemania mandado por el marqués de Pescara.
Mientras
llegaban los refuerzos, en Pavía, los soldados alemanes y suizos no recibían
sus “soldadas” y amenazaban con rendirse. Los capitanes y generales españoles
desembolsaron, de su propio bolsillo, el dinero necesario para que alemanes y
suizos aguantaran, mientras los arcabuceros españoles decidieron seguir
empeñados en la defensa, aun sin cobrar. Un ejemplo para alemanes y suizos. El 24
de febrero de 1525, por fin, el ejército de refuerzo llegó a Pavía y entró en
combate. Estaba compuesto por 13.000 lansquenetes alemanes, 6.000 infantes de
los tercios españoles y 3.000 italianos con 2.300 jinetes y 17 cañones.
La
Batalla
Con la
llegada de los refuerzos, las tropas francesas pasaron de sitiadores a sitiados.
Desde su llegada, Pescara, no dejó pasar ni un solo día, sin infringir
un ataque nocturno contra los franceses. Estos se acostumbraron a las falsas
alarmas, circunstancia que aprovechaban las fuerzas imperiales para cogerles
desprevenidos. El grueso del ejército francés está acampado en el parque
del castillo del Mirabello, en las afueras de Pavía. Son las 3 de la
mañana del 24 de febrero de 1524, durante la noche la infantería imperial, se
había puesto las camisas blancas sobre las armaduras para poder reconocerse
entre ellos. Sus órdenes eran avanzar silenciosamente hasta el cercado del
castillo de Mirabello, y llegados allí, abrir brechas en sus muros. A las 5 de
la mañana, los encamisados habían abierto tres brechas. Por ellas pasaría Pescara,
flanqueados los piqueros por la caballería. Los tercios y lansquenetes pasaron a
continuación, en formación compacta, con sus largas picas protegiendo a los
arcabuceros.
Francisco I
ordenó cargar a la caballería francesa. Así, la flor y nata de la aristocracia
francesa se iba a encontrar con la mejor arma de la época, los tercios
españoles. Los tercios, invictos desde las batallas de Italia, en Pavía, iban a
demostrar su capacidad para el combate. Los 3.000 arcabuceros de Fernando de
Ávalos dispararon acabando rápidamente con la primera línea de la
caballería pesada francesa. A continuación, alabarderos y piqueros entraron en
combate cuerpo a cuerpo. Mientras tanto Carlos de Lannoy con la
caballería española y el marqués de Pescara, con la infantería, luchaban
contra la infantería francesa comandada por el comandante Ricardo de la Pole
y Francisco de Lorena. Fue una batalla auténticamente sangrienta.
Ante esta
situación, Antonio de Leyva ordenó la salida de sus fuerzas para
apoyar a las tropas que habían venido en su ayuda. Esta acción atrapó al
enemigo entre dos fuegos, Bonnivet, principal consejero militar de Francisco
se suicidó. Los cadáveres de los franceses se amontonaban unos encima de otros.
Muchos franceses, viendo la derrota, intentaban escapar. La situación era
dramática para los franceses, pues ya se luchaba cuerpo a cuerpo, incluso el
rey de Francia y su escolta combatían a pie, Francisco I y un grupo de
leales, quedó copado y cayó del caballo; al intentarse levantarse, se encontró
con el estoque de un soldado español, era el vasco Juan de Urbieta
Berástegui y Lezo, que no sabía que había apresado al mismísimo rey de
Francia. Pronto la noticia corrió como la espuma, Francia había sido humillada al
ser capturado su monarca por los tercios españoles.
Consecuencias
de la Batalla
En la
batalla, además de morir lo más granado de la nobleza francesa, el 12 de agosto
de 1525, había caído prisionero de los españoles Francisco I, que
fue llevado a Madrid, quedando prisionero en la Torre de los Lujanes, situada
en la actual Plaza de la Villa. El 14 de enero de 1526, por imposición de Carlos I, Francisco I
firma el Tratado de Madrid, por el que renunciaba a sus derechos sobre
Milanesado, Génova, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña en favor del emperador Carlos I. Además, se comprometía a
casarse con Leonor, hermana de Carlos, y a enviar a dos de sus
hijos a España como garantía del cumplimiento del tratado. Durante las negociaciones, Carlos I habló por primera vez,
oficialmente en español, renunciando a usar su lengua materna. Se cuenta que
hasta entonces, solo utilizaba el español para sus rezos. Firmado el tratado, Francisco
I quedó en libertad, pero nada más cruzar los Pirineos, los franceses
volvieron a atacar las posesiones españolas en Italia.
El 6 de mayo
de 1527, se produce el Saqueo o Saco de Roma, ya que tras su
liberación Francisco I se alió con el papa Clemente VII para
luchar contra el Imperio español, a consecuencia de lo cual Carlos atacó y saqueó Roma. Casi
toda la Guardia del vaticano fue pasada a cuchillo, en las escalinatas de la
Basílica de San Pedro. De los 189 guardias sobrevivieron 42. La heroica lucha
de la guardia vaticana, permitió a Clemente VII escapar por un
corredor secreto que todavía une la ciudad del Vaticano y el castillo de
San Ángelo.
Después
comenzó el saqueo de las iglesias y monasterios no españoles; los palacios de
los cardenales fueron destruidos y despojados de todo objeto precioso. Los
imperiales trazaron grafitis con vivas a Lutero a punta de alabarda sobre los
frescos de la Capilla Sixtina. El 6 de junio de 1527, Clemente
prisionero en el castillo de San Ángelo, se rindió y acordó pagar un rescate a
cambio de su vida; cediendo, a la vez, Parma, Piacenza, Civitavecchia y Módena
al Sacro Imperio Romano Germánico.
Ramón Martín
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