Abderramán I, Emir de Córdoba entre el 756 y el 788.
Nació en Damasco, en el año 734, era nieto de Hisham ibn Abd al-Malik, décimo califa omeya, e hijo del príncipe Mu'awiya y una concubina berebere de la tribu Nafza, Cuando el califa Marwan II fue muerto en el año 750, se instauró la nueva dinastía de los abbasíes. Abderramán fue uno de los pocos miembros de la dinastía que consiguieron escapar a la matanza de Abú Futrus.
Durante cinco años estuvo huyendo por el norte de África, hasta encontrar refugio entre los beréberes de la tribu Nafza, cerca de Ceuta, de la que era originaria su madre. Con el apoyo de los sirios consiguió pasar a la Península, acompañado de su leal vasallo Badr: en el 755, desembarcando en Almuñécar. El país estaba, bajo el liderazgo del emir Yusef, una simple marioneta en manos de una facción, estaba dividido por las tensiones entre árabes y los conflictos raciales entre estos y los bereberes. Abderramán, bajo invitación de sus partidarios, llegó a Bitruh Riyäna (Playa Burriana) en Nerja, al este de Málaga. En el Castillo de Turrush, Algarinejo (Granada), apoyado por los mozárabes de la fortaleza, reclutó un pequeño ejército con el cual asaltar posteriormente el poder.
Yusef, ante la situación, decidió comenzar negociaciones, ofreciendo a Abderramán una de sus hijas en matrimonio, además de tierras. Esto era menos de lo que Abderramán esperaba conseguir, pero se habría visto forzado a aceptar la oferta si la insolencia de uno de los mensajeros de Yusef, uno de los antiguos habitantes de la Península Ibérica, no hubiera ultrajado a uno de los jefes leales a la causa omeya, llamado Obeidullah, mofándose de su incapacidad de escribir bien en árabe.
Durante 756, Abderramán, apoyado por tropas sirias, yemeníes y bereberes, luchó en el valle del Guadalquivir, que terminó el 16 de mayo, con la derrota de Yusef en los alrededores de Córdoba. Las tropas con las que contaba Abderramán eran muy débiles, ya que él era el único que montaba un buen caballo de guerra; no tenían bandera, improvisándose una con un turbante verde y una lanza, que se convirtió en la bandera de los omeyas españoles. Se proclamó emir independiente de Al-Ándalus en Archidona y los abasidas de Bagdad perdieron este territorio. Poco después, Abderramán entró triunfante en Córdoba con su espléndido caballo blanco, el día del Aid al-Kabir, en que se conmemora el sacrificio de Abraham. Inmediatamente después liberó de la esclavitud a una visigoda conversa al Islam a la que desposó. Ella fue la madre de Hisham I.
Su reinado de 32 años fue una continua lucha para traer a los árabes y bereberes al orden. Estos se resistieron a su mandato, que se fue haciendo cada vez más duro. En 759 aplastó una rebelión encabezada por el antiguo emir, que acabó con la ejecución de este. En 763 tuvo que luchar a las mismas puertas de su capital con rebeldes abasidas venciéndoles, cortó las cabezas de los líderes rivales, las llenó con sal y alcanfor y las envió como desafío al califa del este.
También hizo frente a los reinos cristianos, primero exigiendo tributo al Reino Astur-leonés, que se vio obligado a pagar, ante el potencial omeya, y luego manteniendo la marca norte de la península al conquistar Zaragoza, luchando contra los francos de Carlomagno. La retirada de los francos provocó el ataque de los vascones en Roncesvalles. Siempre tuvo un gran ejército, compuesto en su mayoría de bereberes.
Su territorio estuvo muy bien organizado gracias a la eficacia de sus ministros, gobernadores en las siete provincias del emirato, cadíes, jueces de las ciudades y el consejo coránico, que procuraba la integración de las diferentes etnias bajo las leyes de Mahoma, como los muladíes, mozárabes y los judíos, plenamente integrados. Además, siempre tuvo 4 ó 5 asesores que le aconsejaban. Entre dichos asesores se encontraba su antiguo vasallo Badr, al que nombró jefe del ejército, y con el que guardaba una cierta amistad.
Ordenó que no se rezase jamás por los abasidas de Bagdad. Fue proclamado príncipe de los creyentes. Las monedas no hacían ninguna mención a Bagdad y tan solo reflejaban el año en curso y el nombre de Al-Ándalus. Fomentó los cultivos e introdujo la palmera en la península Ibérica. Según la tradición, todas las palmeras de España descienden de una palmera que plantó Abderramán I con sus propias manos en el jardín de su palacio de Córdoba.
En el 785 aprovechó los materiales de una basílica visigoda dedicada a San Vicente para iniciar la construcción de la mezquita de Córdoba, que quedaría para la posteridad como símbolo del esplendor de la España musulmana.
Tuvo tres hijos legítimos, Sulaymán, Hisham y Almondzir. Aunque tomó la decisión de elegir él el sucesor siguiendo una antigua traición oriental. Escogió a Hisham, por ser el más parecido a él, tanto en carácter como físicamente, dejándole un legado inmenso.
Nunca llegó a perder ninguna batalla ante ninguno de sus enemigos y en sus últimos años, Abderramán tuvo que lidiar con una sucesión de conspiraciones de palacio, que reprimió enérgicamente. A pesar de ello, fundó la dinastía que aseguró el control omeya de España hasta 1031.
Es posible que después de sofocada la rebelión de los moriscos en el siglo XVI fueran a establecerse en la región de Valencia parte de los descendientes Omeyas que quedaron y hubieran sido obligados a cristianizarse o a salir deportados desde el puerto de Alicante en 1609.
Fantástico.
ResponderEliminarLa historia del al-alandalus es bellisima y apasionante. No me canso de leer e investigar
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