Alejandro Magno


Alejandro III de Macedonia, nacido en Pella, Macedonia, el 356 a.C., y fallecido en Babilonia, el 323 a.C. Rey de Macedonia, sus conquistas y extraordinarias dotes militares le permitieron forjar, en menos de diez años, un imperio que se extendía desde Grecia y Egipto hasta la India, iniciándose así el llamado periodo helenístico (siglos IV-I a.C.) de la Antigüedad. 

Su padre, el monarca Filipo II de Macedonia, había convertido esta región, antaño fronteriza con Grecia, en un poderoso reino con una pujante hegemonía sobre las ciudades-estado griegas. Filipo II había preparado a Alejandro para gobernar, proporcionándole experiencia militar e intelectual, esta última a cargo de Aristóteles, quien despertó en él, admiración por la cultura griega y las antiguas epopeyas, particularmente por la “Ilíada” de Homero. Alejandro sucedió con sólo veinte años a su padre, asesinado en el año 336 a.C. 

Dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y en el año 334 a.C. lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, fundado dos siglos antes por Ciro el Grande, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos, bajo el liderazgo de Macedonia, contra los persas. 


Con un ejército de apenas 30.000 infantes y 5.000 jinetes, Alejandro se impuso sobre sus enemigos, merced a su excelente organización y adiestramiento, así como al valor y al genio estratégico que demostró; las innovaciones militares introducidas por Filipo II, como la táctica de la línea oblicua, suministraban ventajas adicionales. Recorrió victorioso el Asia Menor (batalla de Gránico), Siria (Issos), Fenicia (asedio de Tiro), Egipto y Mesopotamia (Gaugamela), hasta tomar las capitales persas de Susa y Persépolis. El último emperador persa, Darío III, fue asesinado por uno de sus sátrapas o gobernadores provinciales, Bessos, para evitar que se rindiera, continuando la resistencia contra Alejandro en el Irán oriental. Una vez conquistada la capital de los persas, Alejandro licenció a las tropas griegas que le habían acompañado durante la campaña y se hizo proclamar emperador, relevando a la dinastía aqueménida. Enseguida lanzó nuevas campañas de conquista hacia el este: derrotó y dio muerte a Bessos y sometió Partia, Aria, Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana. 

Dueño del Asia central y del actual Afganistán, Alejandro Magno se lanzó a conquistar la India, y aunque incorporó la parte occidental (vasallaje del rey Poros), hubo de renunciar a continuar avanzando hacia el este por el amotinamiento de sus tropas, agotadas por tan larga sucesión de conquistas y batallas. 

Muerte de Filipo II

Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió la civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio. Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la “boda de Oriente con Occidente”: matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas, y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III. La reorganización de tan gran Imperio comenzó con la unificación monetaria, abriendo las puertas a un mercado inmenso; se impulsó el desarrollo comercial con expediciones geográficas como la mandada por Nearcos, cuya flota descendió por el Indo y remontó la costa persa del Índico y del golfo Pérsico hasta la desembocadura del Tigris y el Éufrates. También se construyeron carreteras y canales de riego. La fusión cultural supuso la imposición del griego como lengua común (koiné). Y se fundaron unas setenta ciudades nuevas, la mayor parte de ellas con el nombre de Alejandría (la principal en Egipto y otras en Siria, Mesopotamia, Sogdiana, Bactriana, India y Carmania). 


La temprana muerte de Alejandro a los 33 años, víctima del paludismo, le impidió consolidar el imperio que había creado, de hecho, su imperio apenas le sobrevivió. Se desencadenaron luchas sucesorias en las que murieron las esposas e hijos de Alejandro, hasta que el imperio quedó repartido entre sus generales (los diádocos): Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro; Ptolomeo, autor de una biografía suya, inició en Egipto una dinastía destinada a prolongarse hasta la célebre Cleopatra. Los Estados resultantes fueron los llamados reinos helenísticos, que mantuvieron durante los siglos siguientes el ideal de Alejandro de trasladar la cultura griega a Oriente, al tiempo que insensiblemente dejaban penetrar las culturas orientales en el Mediterráneo.

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