Lorenzo Arrazola y García. 56º Presidente el año 1864
Segundo Presidente del Consejo de Ministros durante la crisis final del reinado de Isabel II (1863-1868) desde el 17 de enero de 1864 al 1 de marzo de 1864.
Nacido en la localidad de Checa (Guadalajara) el 10 de agosto de 1795, y fallecido en Madrid el 23 de febrero de 1873.
Era hijo de Manuel
Arrazola, de origen vizcaíno, y de María García, perteneciente a una familia
rica de la comarca. Llamado por su tío José García Hualde, corregidor de
Benavente, comenzó sus estudios en esta ciudad, y los continuó en el Seminario
Conciliar de Valderas, bajo la dirección del dominico padre Francisco del Valle.
En 1820 fue nombrado Catedrático de Constitución en Valderas. Movilizado en
1823, sirvió en Galicia a las órdenes de Morillo, alcanzando rápidamente el
grado de sargento y el nombramiento de oficial. Cuando Morillo pactó con los
franceses, Arrazola se retiró a su casa, porque resultaba peligroso haber
aparecido como liberal. Después, en 1825, pasó a Valladolid a estudiar Derecho,
y ganó a continuación una cátedra de Instituciones Filosóficas, para la que
escribió un Prontuario, en latín, que se publicó en Valladolid en
1828.
El 28 de julio de 1828
se doctoró en la Universidad de Valladolid, leyendo un discurso en latín sobre
la abolición del tormento como medio de prueba en los juicios, acto al que
asistieron SS. MM. Fernando VII y María Amalia. Escribió una
oda Al Rey Nuestro Señor (Valladolid, 1828) y se casó en 1829
con Ana Micaela Guerrero, hija de un rico propietario, con la que tuvo trece
hijos. Al mismo tiempo, Arrazola publicó en 1829, un Ensayo sobre
volcanes y terremotos y la composición poética, la Elegía a la
muerte de María Josefa Amalia, como abogado se encargó de la defensa del
deán de Burgos, Presidente a la vez de la Junta carlista de Castilla. El
Claustro le eligió para desempeñar la cátedra de Oratoria, Historia y
Literatura, y el gobierno le nombró catedrático de Derecho Internacional y
Comparado. Recibió inmediatamente una serie de cargos: Procurador síndico de
Valladolid, en 1835, desde donde concibió la futura Ley de Ayuntamientos;
miembro de la Junta provincial de Instrucción primaria, de la General de
Beneficencia, de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Junta
científica y artística de Valladolid, creada a consecuencia de la
Desamortización; de la Academia de Nobles Artes de la Purísima Concepción,
Decano honorario del Colegio de Abogados, Miembro de la Academia grecolatina, e
incluso miembro de la Junta de Armamento y Defensa, capitán de la Milicia
Nacional de Caballería, y juez privativo del Canal de Castilla. Fue presidente
de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid en varias
ocasiones: la primera vez el 27 de noviembre de 1836, y después en 1839, 1844,
1845 y 1847. En 1837 su carrera de "trepador", se acelera: fue
elegido diputado por Valladolid y, en el mismo año, fue nombrado vicepresidente
del Congreso. Siguió de diputado hasta la revolución de 1840.
El 9 de diciembre de
1838 fue nombrado Ministro de Gracia y Justicia, cargo que conservó hasta el 20
de julio de 1840. Además, fue Ministro de la Gobernación del Reino desde el 10
de mayo de 1839 y desde el 18 de mayo en propiedad, hasta el 16 de noviembre de
1839. Fue de nuevo diputado por Valladolid en 1844, y por Zamora en 1846-47 y
1847-48; y senador el 8 de enero de 1849. De 1844 hasta el 16 de marzo de 1846
ocupó de nuevo la cartera de Gracia y Justicia, que volvió a ocupar desde el 4
de octubre de 1847 hasta el 19 de octubre de 1849, y otra vez, con el
intermedio de un día de José Manresa, desde el 20 de octubre de 1849 hasta el
14 de enero de 1851. Presidente del Tribunal Supremo en 1851-1853 y de nuevo en
1856-1864, ascendió a la Presidencia del Consejo de Ministros el 17 de enero de
1864. Sus enemigos comentaron que dejó vacante su puesto en el Tribunal Supremo
para no quedarse sin nada si caía el Gobierno. Al mismo tiempo que ocupaba la
Presidencia era Ministro de Estado. Dimitió de ambos cargos el 1 de marzo de
1864, pero ya el 16 de septiembre fue nombrado Ministro de Gracia y Justicia,
cargo en el que permaneció hasta el 21 de junio de 1865. Un día, el 16 de septiembre de 1864, fue ministro interino de Ultramar. Volvió a ocupar el Ministerio
de Estado del 19 de abril al 3 de mayo de 1865, y otra vez del 10 de julio de
1866 al 13 del mismo mes y año, y fue otra vez Ministro de Gracia y Justicia
del 10 de julio de 1866 al 27 de junio de 1867, y finalmente otra vez de Estado
del 27 de junio de 1867 al 23 de abril de 1868. Todavía fue elegido senador por
Burgos el 4 de mayo de 1872.
También había sido uno
de los fundadores de la Academia de Ciencias Morales y políticas y su
Presidente desde 1866 hasta 1870. Fue igualmente vicepresidente de la Academia
de Arqueología. A pesar de su apariencia o sus orígenes liberales, el
pensamiento de Arrazola es netamente reaccionario, esto acaso por influjo de
sus maestros del seminario, pero también por agradecimiento: cuando el 6 de
febrero de 1836 se suscitó en la Universidad de Valladolid un motín de
estudiantes contra los catedráticos desafectos a las instituciones liberales,
el gobernador civil, Francisco R. Gamboa, pidió a Arrazola los nombres de esos
desafectos. La respuesta de éste, el día 8, le honra en lo personal: "Más en cuanto a los hombres que
hicieron generosamente mi fortuna, otro los delate si por desgracia lo hubieren
merecido". Ya en 1828 manifiesta ciertas aprensiones respecto de las
novedades, científicas o filosóficas, si no están plenamente demostradas. En
el Prontuario de 1828 había dicho que la mejor forma de
gobierno era la Monarquía absoluta hereditaria, lo que luego justificó
aludiendo a las necesidades de la época.
Hombre de creencias
religiosas, lanza al clero, dogma en ristre, a combatir las ideas socialistas
desde época muy temprana, consecuencia de la revolución, de las ideas del siglo
XVIII, a las que hay que combatir a fin de regenerar la Nación y de moralizar
el siglo, demasiado infectado de escepticismo y materialismo. En el célebre
debate de las Cortes de 7 de octubre de 1839 manifestó su creencia de que el
partido progresista solo conduce a la anarquía, y, por tanto, a la nada; el
partido moderado podía conducir al despotismo, según decía, pero con los
regímenes absolutos han existido las naciones, y son perfectamente compatibles
con la prosperidad de los pueblos. No obstante, aunque él era partidario de la
Ley de Ayuntamientos, intentó en la crisis de 1840 evitar que se convirtiese en
un pulso entre la Corona y la revolución; es decir, sostenía la
contrarrevolución, pero no hasta el punto de echarlo a perder todo por una
acción precipitada. Fue siempre consecuente con sus principios, aunque en la
época en que alcanzó los más altos cargos (1864-1868), su figura realmente parece
un comodín en manos de Narváez, O'Donnell y la reina.
Ramón Martín
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