Los leones del Palacio del Congreso de Diputados de Madrid
Muchos de nuestros
amigos lectores no se extrañarán al oír los nombres de Daoiz y Velarde. Tampoco
lo harán muchos de los que alguna vez, por alguna causa, han tratado o
estudiado el periodo de nuestra Guerra de la Independencia. Si esa que mantuvo a
nuestro país en vilo desde 1808 hasta 1814, aunque, en mi modesta opinión,
empezó antes y terminó después. Pero los nombres de Malospelos y Benavides, o Hipómenes
y Atalanta, puede que reduzca un poco ese grupo de lectores.
Déjenme ayudarles:
Daoiz y Velarde son los nombres de dos valientes defensores de la soberanía
nacional, cuyos nombres eran: Luis Daoiz Torres y Pedro Velarde Santillán. Pero
en este caso son los nombres de esos fieros leones que forman parte de la
fachada del Congreso de Diputados de España.
Si, ese lugar donde
se debe legislar, aprobar o desaprobar leyes, y que, en la actualidad sirve
cada día más para peleas, gritos, malos modos e incluso faltas de educación y
decoro. Pero permítanme que me centre en dicha fachada y particularmente en
esos dos fieros leones que parecen proteger el edificio.
A lo largo del
artículo podremos conocer el por qué de llamarles Daoiz y Velarde, y también por qué he hecho referencia a Hipómenes y Atalanta.
El Edificio de las Cortes
En el año 1834, con
un régimen liberal instalado en el país, una vez muerto Fernando VII —que tanta
paz lleves, como descanso dejas —, el gobierno moderado presidido por Francisco
Martínez de la Rosa decidió celebrar sus reuniones en la iglesia del convento
del Espíritu Santo, de la Congregación de los Clérigos Regulares Menores. Y así
fue, hasta que, al asumir el Partido Progresista el poder, se tomó la decisión
de construir un nuevo edificio que sustituyera el vetusto y dañado edificio
religioso. Justo enfrente de la plaza de las Cortes. Tras diversas vicisitudes
que podremos tratar en otro artículo, el edificio fue inaugurado por la reina
Isabel II, el 31 de octubre de 1850. Tengamos en cuenta que durante los siete
años que duraron las obras, las reuniones de los diputados se celebraron en el
Salón de Baile del Teatro Real de Madrid.
Pero vayamos con los leones que es a lo que
hemos venido
La fachada creada por
el arquitecto de todo el Palacio fue don Narciso Pascual y Colomer, que diseñó
una fachada con ciertas reminiscencias renacentistas, con seis columnas de
estilo corintio, que soportaban ágilmente un frontón triangular con un
bajorrelieve que representaba a España con la Constitución, y a sus lados una
serie de alegorías obras de Ponciano Ponzano.
En los lugares hoy
ocupados por Daoiz y Velarde (los leones, claro), se colocaron dos sencillas
farolas que iluminaban la escalinata de acceso a la puerta principal. Los parlamentarios
pusieron el grito en el cielo. ¡Faltaría más, dos indignas farolas! Y presionaron
a Ponciano Ponzano para que presentara algún proyecto más adecuado al edificio.
Ponzano inspirándose en un edificio de su natal Zaragoza, cuya fachada estaba
revestida por dos gigantes, propuso colocar a la entrada del Congreso dos
impresionantes leones de largas melenas.
El proyecto fue del
agrado de todos, incluido el Gobierno, lo que no fue de tan agrado fue el
precio que supondría hacerlos en bronce.
—Bueno pensó el
artista. Esculpió dos modelos de leones, hizo sus correspondientes moldes de
yeso y les aplicó una pintura de bronce. En 1851 se colocaron una a cada lado
de la entrada, sobre un pedestal y junto a las dos farolas. Pero, pasado un
año, los leones empezaron a presentar los efectos de estar a la intemperie. De
nuevo los parlamentarios y la opinión pública mostraron su indignación,
reclamando que fueran fundidos en bronce. Ponzano que estaba en la cumbre de su
fama, y al que el Gobierno debía cantidades de dinero de trabajos anteriores,
presentó un presupuesto tan elevado que era imposible de aceptar.
El Gobierno,
entonces, encargó el trabajo a José Bellver, el cual al cabo de dos años
presentó sus dos leones realizados en piedra al Gobierno, el cual consideró que
parecían más dos mansos gatitos que dos fieros leones, representativos de la
Monarquía Española, por lo que fueron vendidos al marqués de San Juan y
enviados al jardín de Monforte de Valencia.
Entonces se pidió
ayuda al Ejército consultando si los dos moldes hechos por Ponzano, se podrían
fundir en la fábrica de artillería de Sevilla, y la cosa quedó en estudio. Pero
los cambios en el Gobierno y el ambiente político enrarecido prolongaron el
estudio otros dos años más. Se llegó a proponer fundirlos en París, pero Isabel
II en un envite patriótico, ordenó que se fundieran en Sevilla, costase lo que
costase.
Se llamó a Ponzano,
llegando a un acuerdo y pidiéndole que cada uno de los leones descansara una
pata delantera sobre una esfera. Años atrás el general Leopoldo O’Donnell mandó
transportar unos cañones de bronce incautados en la Batalla de Wad-Ras en la
guerra contra Marruecos (1859-1860), junto a las llaves de las puertas de la
ciudad de Tetuán a Sevilla. Las autoridades sevillanas pensaron convertirlos en
un monumento que ensalzara los actos heroicos del Ejército Español, pero al
final se decidió fabricar los dos leones para el Palacio de Las Cortes.
En 1865, los dos
leones de 2219 kilogramos y 2668 kilogramos se presentaron,
siendo aceptados por la prensa.
Curiosidades finales
Las colas de ambos
leones tienen posiciones diferentes.
Uno mira hacia la
derecha y el otro hacia la izquierda.
El situado a la izquierda
muestra sus partes nobles mirando hacia Las Cortes, mientras el de la derecha,
más vergonzoso, las tiene ocultas.
Cuando los leones
llegaron a Madrid, arreciaron las discusiones, ya que algunos políticos
consideraban que no se podían usar unas estatuas que partían de un botín de una
guerra impopular contra Marruecos, proponiendo venderlos, tal y como se había
hecho con los de Bellver.
Se necesitaron otros
siete años para, gracias a la mediación de Federico Madrazo y al marques de
Cubas, llegar a un acuerdo, y en 1872 ponerlos en sus respectivos lugares, y
esta vez sin farolas.
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Ramón Martín
Una historia muy interesante que desconocía. Saludos
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